Los estudiantes participaron en el proceso explicativo del proyecto. Félix de la Cruz
Los estudiantes participaron en el proceso explicativo del proyecto. Félix de la Cruz

El término género, y más cuando se trata de homologar con el de sexo, suele causar ruido y despertar alarmas si se emplea con determinados objetivos y en función de ciertos intereses.

Las confusiones aparecen cuando se pretende introducir la Ideología de Género, enmascarada en la necesaria igualdad entre hombres y mujeres, lo que en apariencia ha sucedido con un taller impartido por el Departamento de Igualdad y Equidad de Género del Ministerio de Salud Pública.

Probablemente sea un taller encaminado a que nuestros niños, niñas y adolescentes crezcan como hombres y mujeres de bien y ha sido mal interpretado, pero reconfortan algunas reacciones que dejan ver que hay sectores sociales vigilantes por si se trata de gato entre macuto. No es secreto que acecha una agenda foránea divorciada de nuestra realidad, cultura e idiosincrasia.

Lo de ahora es la repetición del desenfoque ocurrido en 2019 con la Orden Departamental No. 33 del Ministerio de Educación que, pese a sus intenciones, su precipitada divulgación provocó agrias discusiones y fue retirada.

Nuestra Constitución, leyes y acuerdos establecen la equidad de género como objetivo prioritario; el artículo 39, ordinal cuatro de la Carta Magna dispone: “La mujer y el hombre son iguales ante la ley”.
La Ley General de Educación No. 66-97 instruye: “Educar para el conocimiento de la dignidad y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres”, y la Estrategia Nacional de Desarrollo dispone el enfoque de igualdad de género como un eje transversal de las instituciones estatales.

Todo lo anterior demuestra que la igualdad de derechos entre hombres y mujeres existe en el ordenamiento legal dominicano, por lo que debiera trabajarse sobre esa base.

La niñez y la adolescencia tienen derecho a crecer y formarse en un ambiente que favorezca la igualdad de género, a una educación que tienda a erradicar la cultura de violencia, a un entorno de armonía entre padres e hijos, que pasa por involucrarlos y acercarlos a la escuela, y a que conozcan sus derechos.

Así rendiría mejores frutos que intentar una agenda, con una ideología supuestamente “avanzada y progresista”, pero ajena a lo “dominicano”, al “alma nacional”, cuestión que nos hace pasibles de ser tildados por algunos “ilustrados”, de comulgar con una mentalidad insular o chauvinista, y hacer causa común con el conservadurismo, pero es lo que nos identifica como nación auténtica y grande.

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