Zapatero a tus zapatos

Bastaría con revisar la Constitución, las leyes o decretos que crean cada uno de los organismos del Estado existentes en nuestro país, para constatar que la misión que están llamados a cumplir está negligida.

Bastaría con revisar la Constitución, las leyes o decretos que crean cada uno de los organismos del Estado existentes en nuestro país, para constatar que la misión que están llamados a cumplir está negligida. Peor aún, muchas veces se trata de una total desconexión entre la verdadera misión de la institución y la realidad, en la mayoría de los casos por razones de clientelismo político.

Decimos esto no solo porque generalmente los funcionarios o miembros de estos órganos estatales no son escogidos gracias a que reúnen el perfil idóneo para realizar las funciones a su cargo, sino por mera repartición de un botín electoral; sino también porque sus ejecutorias están alejadas de sus roles, guiadas por sus intereses políticos.

La supuesta modernización del Estado que hemos efectuado mediante el voto de múltiples leyes y el de la Constitución del 2010, es irreal, pues lo que hemos conseguido es tener instituciones con más dinero del erario para gastarlo discrecionalmente y fuera de toda justificación dentro del marco de las funciones que les competen. El Poder Legislativo es un claro ejemplo de esto, no solo ha sido cuestionable en su rol de hacedor de las leyes de la República, sino que ha sido negligente en el ejercicio de sus facultades fiscalizadoras y de control, como órgano independiente del Poder Ejecutivo.

Sus miembros son parte de una clientela política partidaria que en muchos casos no tienen más mérito que éste y por ende, salvo excepciones, desconocen totalmente su importante rol y solo están interesados en promover sus liderazgos mal utilizando los recursos públicos que reciben por razones tan ajenas a su cargo como regalar juguetes a los niños, electrodomésticos a las madres o habichuelas con dulce en Cuaresma; distorsionando así su misión legislativa con la de asistencia social con fines de promoción personal, pero pagada con el dinero de los contribuyentes. Son pocos los ministerios, superintendencias, consejos que están concentrados en cumplir con sus respectivas misiones. Sus responsables por lo general se contentan con hacer lo mínimo, continuar viejas prácticas y dejar sin cumplir la mayoría de sus objetivos fundamentales, concentrándose en manejar los asuntos que puedan generar negocios o promover sus aspiraciones políticas personales o las de sus jefes políticos. El problema no es únicamente que gastan mal, sin transparencia y control, sino que lo hacen en total distorsión del rol que como instituciones deben cumplir. Por eso nuestra feria del libro, es más una kermesse y una competencia de instituciones públicas por exhibirse, que un espacio para la cultura, el aprendizaje y el fomento de la lectura.

No podemos seguir permitiendo que todo se distorsione en este país y que cada quien ejerza su mandato como entienda y sin control. Si seguimos al ritmo que vamos ningún presupuesto será suficiente para ninguna institución y peor aún, ninguna cumplirá su rol para convertirse todas en ejecutoras de una mala asistencia social, que solo contribuye a hacer más ignorante y dependiente a este noble pueblo, que por el contrario lo que necesita es que cada funcionario cumpla con su misión, cual zapatero a sus zapatos.

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