Victimismo económico

Alcanzar el éxito nunca ha sido fácil. Mucho menos para aquéllos sin herencias ni estructuras que los respalden. Pero mientras a los hombres se les deje libres para perseguir sus sueños y utilizar su cerebro, hay esperanza.A lo largo…

Alcanzar el éxito nunca ha sido fácil. Mucho menos para aquéllos sin herencias ni estructuras que los respalden. Pero mientras a los hombres se les deje libres para perseguir sus sueños y utilizar su cerebro, hay esperanza.

A lo largo de su historia, la humanidad ha sido testigo de los casos más asombrosos: inmigrantes que salen de sus tierras sin nada, para convertirse en grandes señores donde llegan; descendientes de esclavos criados por madres solteras que se vuelven profesionales exitosos; mujeres abusadas que dirigen el mundo del espectáculo…

En todas estas historias abundan la determinación, el autocontrol, la disciplina, y el “yo y nadie más soy el responsable de mi destino”. Y las decisiones racionales como estudiar, no tener hijos que no se puedan mantener, alejarse del crimen, del consumo de drogas, de la pereza, de las malas influencias.

Como tanto repiten los libros de motivación: no son las circunstancias que te tocan, sino lo que haces con ellas. El éxito es posible solo para aquellos que se resisten a ser víctimas y asumen la responsabilidad de luchar. Aquellos que no se sientan a esperar que venga la sociedad a resolverles sus problemas.
Aquellos que deciden ser los mejores en lo que hacen, ya sea limpiando platos o dirigiendo un banco.

Lamentablemente, la mentalidad que está predominando es la contraria: “alrededor mío nadie lo logra, así que no me sentiré mal al respecto. Que venga el gobierno a resolver. Porque soy padre de familia, porque nací pobre, porque existo y lo merezco”.

Y lo peor del caso es que los gobiernos están promoviendo ese victimismo con asistencias, cupones, bonos, empleos donde no se trabaja, planchas de zinc, desayunos y almuerzos… y desterrando al olvido la responsabilidad individual y el orgullo de lograr cosas por sí mismos. Es hasta una falta de respeto a la dignidad humana, pero es lo que está imperando.

¿“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra”? No hombre, tú no, pobrecito. Otros trabajarán para ti, y nosotros se lo quitaremos para dártelo.

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