El pasado martes asistimos a un espacio de fantasía, donde la naturaleza y sus detalles se mostraban en la más extraordinaria transformación visual de la mano del artista, porque artesano resulta contrastante ante el seductor de las palabras y el tratamiento de las piedras preciosas que logra mostrar Taso.
Poeta y diseñador a la vez, el creador de origen griego, pero de corazón internacional como su arte, nos hizo trasladarnos al primer piso del Palacio de Bellas Artes, para disfrutar de las finas y trabajadas piezas que allí se exhiben.
Indudablemente sus trabajos reflejan una combinación de la pasión de Taso por la creación, su disciplina en el proceso, la experiencia que le brinda su ir y venir por el mundo y la excitación que le provoca su entorno.
“Meninas del mar” es el título que recoge la importante exhibición de joyas, donde la plata se funde con las perlas,… el ámbar -tan dominicano como parte de la producción del artista y de sí mismo, por la cantidad de lazos afectivos que le unen con nuestra media isla y por los materiales que de aquí le sirven–. Así, un sin número de piedras preciosas y de nácar o la bien llamada madreperla que en su mutismo, reflejan la brillantez y esplendor que emiten sus irisados y valiosos objetos de formas abigarradas, entretejidas, en ocasiones de un acabado sencillo, pero elegante y natural.
El universo marino se impone en la puesta en escena, con las recurrentes apariciones de corales y la recreación de figuras en forma de sirena que bien aparecen como joyas o como piezas escultóricas. Tierra, agua, fuego y aire, elementos clásicos griegos por excelencia, se perciben ya sea en esencia o apariencia por medio de las creaciones de Taso. Y, aunque de un estilo muy diferenciado al de otros artistas, sus diseños revelan un quinto elemento que conserva en sus materiales la energía en un estado de constante interacción y flujo por sus múltiples combinaciones.
