La muerte de Juan de los Santos, el alcalde del municipio de Santo Domingo Este, y otras dos personas, es una tragedia que nos sobrecoge a todos.
Sin conocer los detalles de tan horroroso acontecimiento, no hay más espacio que no sea para deplorarlo.
Una persona que todos conocimos como mansa y amable, servicial hasta el cansancio, querido por sus correligionarios y los munícipes en general, que prometía una larga faja de realizaciones, resulta penoso que terminara sus días de esa manera.
Nuestro pesar a sus familiares y a sus compañeros del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Una tragedia que también enluta a todos los familiares de las demás víctimas.
Un espíritu libre
La prosa impulsiva, vigorosa y vibrantemente expresiva, encontró cuerpo en la pluma de un hombre que construía en cada una de sus creaciones la proyección misma de su personalidad: Pedro Peix.
Con un estilo descarnado y al mismo tiempo hermoso, llevaba a sus lectores al centro del imaginario que con espíritu libre encerraba cada construcción literaria.
Así, supo recrear ambientes urbanos con un estilo muy propio, sugerentes de que cuanto narraba distaba mucho de la cotidianidad insular, para situarse en otras épocas, propias de un mundo que sólo él podía relatar.
Una pluma que sin embargo no fue suficientemente aquilatada. Quizás la irreverencia frente a todo y todos no permitió que en su tiempo recibiera determinado galardón nacional.
Al menos su obra mereció el Premio Nacional de Cuentos, en 1977, y reconocimientos sucesivos de Casa de Teatro. Hace dos años la Asociación de Periodistas y Escritores le concedió el Caonabo de Oro. Ocasión en la que de nuevo su espíritu singular se expresó a los cuatro vientos, con su árido rasero crítico.
Ahora que se ha ido, nuestro reconocimiento a un verdadero artista de la palabra.