El silencio presidencial

MIAMI. Tal vez sea mucho pedirles a las autoridades dominicanas en relación a las acciones penales, como corresponde, contra…

MIAMI. Tal vez sea mucho pedirles a las autoridades dominicanas en relación a las acciones penales, como corresponde, contra los responsables del déficit fiscal descomunal que abate la economía, porque buena parte de ese oscuro agujero hizo posible el resultado electoral del 20 de mayo.

El silencio presidencial ante el creciente clamor popular contra su antecesor y todavía indiscutible líder del partido gobernante, no es fruto tan solo de una estrategia basada en la presunción de que la protesta perdería su intensidad y el cansancio finalmente se impondría sellando así otra victoria del tiempo sobre la indignación.

La actitud oficial es el resultado de un compromiso político de permanencia en el poder para garantizar la impunidad al más grande de los atropellos al bien público que se recuerde en la República Dominicana.

Hablamos de un compromiso de sangre, más fuerte que cualquier otro sentimiento que pueda existir en ese ámbito, incluyendo el más simple y obligatorio de todos, como es sin duda el juramento de respeto a la Constitución y las leyes, que obviamente está subordinado al interés que los une y agrupa.
Las protestas seguirán en la medida en que el paquetazo tributario, aprobador recientemente por el Congreso Nacional y promulgado de inmediato por el Poder Ejecutivo, atraviese como un puñal el corazón de una clase media ya agonizante.

Pero el silencio oficial se escudará en la capacidad que pueda generar esa reforma, que lo nutrirá de recursos para encontrar en la pobreza e indigencia nacional cada día más desesperante el contrapeso social para intentar acallarla otra vez con la vieja receta del clientelismo político de mucho uso en el país.
Mientras tanto, el silencio presidencial sigue caracterizando a las autoridades en esta coyuntura.

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