El ser humano puede transformar su forma de ser y de pensar

Cuando una persona debe realizar cambios en su vida es porque algo de lo que ha venido haciendo no le ha dado los resultados positivos.

Cuando una persona debe realizar cambios en su vida es porque algo de lo que ha venido haciendo no le ha dado los resultados positivos. Muchos de ellos confiesan que es imposible modificar esa manera de ser que tienen, y sostienen que si son malhumorados, antipáticos, miedosos, e incluso envidiosos es probablemente, porque se trata de algo heredado y que tal herencia es algo que no puede cambiar. Incluso otros ven a la persona que quiere ayudarlos a cambiar como una persona entrometida, que como decimos los dominicanos “se mete en lo que no le importa”.

Con este tipo de personas lo primero que hay que enseñarles es qué es la personalidad y si es cierto que es poco menos que inamovible. En efecto, la personalidad viene determinada en parte por la herencia, pero también es verdad que, fundamentalmente, es el resultado del ambiente que nos rodea, entendiendo por ello las personas, las situaciones, los lugares, los sucesos, la cultura, etcétera. La personalidad, pues, es el resultado de miles de vivencias, experiencias y aprendizajes a lo largo, sobre todo, de los primeros años de vida.

Es decir, es en gran medida el resultado de nuestras conductas, y eso que hacemos en una determinada dirección va constituyendo nuestro perfil o nuestra personalidad: uno se hace pesimista pensando de forma negativa, otro se hace avaro acaparando bienes y objetos; uno se hace introvertido encerrándose en sí mismo y sin comunicarse cuando debería hacerlo.

En ese sentido, Heraldo Suero Díaz, coach ontológico certificado por Newfield Network y conferencista internacional, sostiene que el ser humano tiene la capacidad de transformarse en su totalidad, y que cuando lo logra se queda “boquiabierto” cuando comprueban que sí es posible. Mientras, otros ponen caras de duda de que se lo dices para animarlos y que tal cosa no pasa de ser un intento de sembrar esperanzas para que se motiven.

El pensamiento positivo juega un rol preponderante en el largo plazo, así como los sentimientos de angustia, dolor, ira, insatisfacción y victimización influyen también en nuestras acciones futuras porque se traducen en pensamientos que impactan, obviamente, de manera negativa, en nuestra concepción de la vida; lo más preocupante es que determinan nuestra actitud de conformismo e inercia con esa realidad que nos ha tocado vivir.

Puedes alcanzar tus metas

Heraldo Suero, con más de 50 talleres y conferencias magistrales internacionales impartidas, con el objetivo de  transformar la mentalidad de miles de jóvenes líderes y emprendedores en toda Latinoamérica, sostiene que el ser humano debe “trascender proyectando sus propias ideas innovadoras”. Dice que las personas pueden lograr lo que se propongan en la vida, siempre y cuando, estén mentalmente convencidos que pueden hacerlo. “Si estamos conscientes en nuestra mente y en nuestro interior, que tenemos el deseo de lograr la libertad financiera  por ejemplo, emprendiendo “ideas innovadoras”, generando nuevos proyectos, emprendiendo nuevas iniciativas y activando nuevos negocios, es seguro que lo lograremos. Es lo mismo si por ejemplo somos personas envidiosas y decidimos dejar de serlo, es también seguro que  lograremos transformarnos para ser mejores seres humanos”, comenta el experto.

Pensar positivo es simplemente disfrazar el pensamiento negativo que tenemos. Si pensamos en cosas concretas nos quedamos estancados, si la realidad es concreta, obviamente somos insignificantes y no podemos cambiarla y continuamos girando en el círculo vicioso de una “carrera inútil” y la posibilidad de “trascender” en la vida es cada vez más distante.

Los primeros pasos

Replantearnos, analizar cómo somos, pensamos y actuamos es un ejercicio positivo y saludable siempre que lo hagamos con un objetivo de mejora y de adaptación al medio. Hay ocasiones en que tenemos claro lo que deberíamos hacer, pero nos encontramos con que una creencia muy arraigada nos impide adoptar la decisión. ¿Qué hacer en ese caso? Comencemos por reflexionar, por ver hasta qué punto es nuestra esa creencia y nos identifica esencialmente como personas. Muchos de estos prejuicios son adquiridos y no reflejan nuestro real sistema de valores. En ese caso, desprendámonos del lastre, y configuremos un sistema propio, coherente con nuestras convicciones profundas, que nos permitan ser más felices y equilibrados.

No hay que esperar malas situaciones

Los cambios surgen normalmente cuando sobrevienen circunstancias distintas de las habituales, porque son las que con mayor probabilidad pueden conducirnos a la necesidad de plantearnos una modificación de nuestro patrón de conducta. Una conversación sincera y dolorosa con un amigo de toda la vida, la ruptura de una larga relación de pareja, el nacimiento de un hijo, un proceso introspectivo que nos confirma la necesidad de cambiar, el traslado a otro país o ciudad, la muerte inesperada de un ser querido, la visita al psicólogo, los hijos que se van de casa, la primera experiencia laboral, una enfermedad, la jubilación… son muchos los factores que favorecen que pongamos en cuestión algunas de nuestras convicciones o costumbres. De lo que se trata es de tomar el timón de nuestro barco, de pilotarlo hacia donde queremos y podemos, y no hacia donde nos lleva la corriente o un mapa obsoleto que no incluye la información necesaria para una navegación óptima.

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