A propósito del Día del Maestro

Hace un tiempo, le pregunté a un sabio colega, una de esas mentes meritísimas que contribuyeron a dar luz a la educación superior dominicana a través de su trabajo en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, lo que pensaba de las celebraci

Hace un tiempo, le pregunté a un sabio colega, una de esas mentes meritísimas que contribuyeron a dar luz a la educación superior dominicana a través de su trabajo en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, lo que pensaba de las celebraciones (día de las madres, de los padres, de los maestros, graduaciones, etc.).

Viniendo de él, austero y poco lúdico, me sorprendió la respuesta. Me dijo que son necesarias, siempre y cuando no las prostituyamos con excesos. Los rituales, celebraciones, conmemoraciones permiten hacer paradas reflexivas muy importantes para revaluar nuestros roles, nos sugieren hacer cierres psicológicos, espirituales o marcar inicios.

A propósito de la celebración del Día del Maestro, apreciados colegas, les invito a reafirmar nuestra íntima convicción de valor personal y profesional. Aunque en los últimos años se han realizado esfuerzos encomiables por rescatar la educación dominicana, todavía identificamos elementos, posiciones y hasta discursos discriminatorios a la función docente desde ámbitos públicos y privados.

Lamentablemente, desde obtusos paradigmas laborales y sociales, se etiqueta el magisterio como uno de los oficios menos relevantes, y por eso tan pírricamente remunerado. Ahora bien, el valor de nuestra función social deberá estar primeramente en nuestro corazón y nuestra cabeza, para que se refleje en nuestras actitudes, actuaciones, escritura o lenguaje. Ese valor no viene dado por las titulaciones obtenidas; por eso, no basta la carrera hacia la capacitación de los docentes en servicio que prolija nuestro Sistema Educativo Nacional.

La dignificación es mucho más que la profesionalización. Si bien es indispensable integrar herramientas teóricas, conceptuales y metodológicas a nuestro trabajo, estamos ante mayores retos en esta sociedad posmoderna, que nos exige una actualización permanente, pero “renovadora, activa, liberadora que fomente la iniciativa, la creatividad, el desarrollo de un proyecto de vida personal y social” (Tunnermann, 2013).

Estamos viviendo desafíos enormes, desafíos de la mundialización, del conocimiento en sí mismo, del nuevo entramado social y económico, en extremo complejo, y que pone frente a nosotros estudiantes con requerimientos no tradicionales. Asimismo, les invito a ser promotores de primer orden del cambio cultural que implica la revalorización de la educación, no solo como elemento vital de desarrollo económico, sino como fuente de bienestar humano. ¡Llevemos nuestra propia antorcha! l

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