El mundo recuerda hoy a Cervantes, el sabio de la vida

“Ayer me dieron la extremaunción, y hoy escribo esta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir”. Así escribía Miguel de Cervantes Saavedra en su lecho de…

“Ayer me dieron la extremaunción, y hoy escribo esta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir”. Así escribía Miguel de Cervantes Saavedra en su lecho de muerte, el 19 de abril de 1616. Murió el 22 y el día 23 le enterraron en Madrid.

Unas palabras que el autor del Quijote, el clásico en español más influyente de todos los tiempos, dejó en la dedicatoria de su novela póstuma “Los trabajos de Persiles y Segismunda”, publicada en 1617 y que demuestran que este sabio que fue un gran vividor, murió trabajando.

Pobre, con fama, sin mucho reconocimiento literario, viejo para la sociedad de esa época, pero muy lúcido, como indica el prólogo que escribió en los últimos días de su vida en “Los trabajos de Persiles y Segismunda”, considerado por Francisco Rico, autor de la edición canónica del Quijote y experto en cervantino, como “una de las prosas más espléndidas que se han escrito en español”.
Ahora, cuando se conmemoran los cuatrocientos años de la muerte de Cervantes, los lectores pueden acercarse a toda su obra y al Quijote, a la figura del famoso hidalgo de la Mancha, la obra de la que todo el mundo habla, pero que no muchos han leído.

Y es que sus personajes se han hecho tan familiares y conocidos que han saltado del papel al cine, al teatro, al musical, a los juegos infantiles, naipes o juegos de ordenador, y son todo un ícono español, arquetipos universales.

“Usted lo que tiene que hacer es leer El Quijote, que ahí están las soluciones a todo”, indica Rico. Eso es lo que le aconsejó Gabriel García Márquez a Bill Clinton, del libro más editado después de la Biblia, que contiene la sabiduría y la filosofía de vida y que ha sido la guía de muchos autores, como Goethe, Dostoievski, Herman Melville o Stendhal, por mencionar algunos.

Pero con Cervantes no solo comienza la novela moderna, sino muchas otras cosas; “comenzó la crítica de los absolutos; comienza la libertad y comienza con una sonrisa, no de placer sino de sabiduría”, decía Octavio Paz.

Miguel de Cervantes Saavedra llevó una vida de aventura desde que nació, ya que la fecha y lugar de nacimiento fue un misterio durante siglos, hasta que a mediados del XVIII se esclareció con el hallazgo de su partida de bautismo, el 9 de octubre de 1547, en la Iglesia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares (Madrid). Cuarto hijo de siete hermanos. Hijo de Rodrigo Cervantes, un modesto practicante o sangrador y de Leonor Cortina, una familia asediada siempre por las deudas.

Parece que cursó sus estudios primarios en los Jesuitas, pero no está probado porque, como dice el hispanista Jean Canavaggio en “Cervantes en su vivir”, reconstruir en sus etapas sucesivas la vida de Cervantes, “más allá de las estampas consagradas por la posteridad no deja de plantear múltiples interrogantes”.

En el año 1568 Cervantes se instala en Roma, donde trabajó de camarero del futuro cardenal Acquaviva y en 1570 ingresa como soldado en la compañía de Diego de Urbina. En 1571 es herido en la batalla de Lepanto en la mano izquierda y le queda inútil.

Después se reincorporará a la milicia en el Mediterráneo y en 1575, cuando intenta regresar a España, cae prisionero y pasa cinco años cautivo en Argel.

El fraile trinitario Juan Gil le rescata en 1580 y vuelve a una España en bancarrota. Intenta hacerse con hueco en la administración en un Madrid donde triunfa Lope, pero no lo consigue y estrena multitud de comedias en los corrales sin mucho éxito.

En 1584 tras mantener un romance con una tabernera tiene una hija (Isabel Saavedra), pero ese mismo año se casa en Esquivias (Toledo) con Catalina Palacios.

Publica su primera novela “La Galatea” en 1585. Después se instala en Sevilla como recaudador de abastos, pero vuelve a dar con sus huesos en prisión acusado de malversación.

En 1604 se traslada a Valladolid rodeado de sus mujeres (las cervantas), su esposa, hermanas, hijas y sobrina. Y se sospecha que incluso que ejercen la prostitución. En aquel ambiente Cervantes publica la primera parte del Quijote, en enero de 1605, el éxito de una obra “divertida” que tuvo cinco reediciones y se traduce al inglés.

En 1613 se publica “Novelas ejemplares” y después “Viaje del Parnaso”, “Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados”, y en 1615 la segunda parte del Quijote.

Desde su juventud cultivó la poesía, su verdadera pasión, junto con el teatro. Toda su obra está repleta de poemas, aunque como poeta fue juzgado con dureza. Tampoco como autor dramático, y pese a que publicó un gran número de comedias, consiguió el éxito esperado.

400 años después de su muerte, los restos de Miguel de Cervantes Saavedra descansan desde hace unos meses en un monumento en su honor ubicado dentro de un convento madrileño donde, tras una mediática búsqueda, se encontraron sus huesos después de siglos perdidos.

La obra de Cervantes más llevada al cine

La historia de “Don Quijote”, el caballero de la triste figura, es prácticamente la única obra de Cervantes que ha sido llevada al cine y en diferentes ocasiones, con directores como Arthur Hiller, Orson Welles o Manuel Gutiérrez Aragón, aunque en la mayoría de los casos sin mucho éxito. Otra de sus obras, “La gitanilla”, estrenada en 1940 y dirigida por Fernando Delgado, con Estrellita Castro como Preciosa y Juan de Orduña como Juan de Cárcamo, es única excepción que confirma la regla.

El director de cine británico Maurice Elvey fue uno de los primeros que decidió contar las andanzas de Alonso Quijano en una producción de cine mudo protagonizada en 1923 por Jerrold Robertshaw. Diez años más tarde G. W. Pabst rodó “Don Quijote”, una producción franco-británica interpretada por Feodor Chaliapin Jr. y George Robey. En España, Sara Montiel, Manolo Morán o María Asquerino aparecieron en el “Don Quijote” de Rafael Gil, allá por 1948. Una producción que buscaba ser la versión definitiva de este clásico cervantino.

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