Mi mamá, el cáncer y yo

Luego de cinco años que mi mamá muriera de cáncer puedo decir, sin exagerar, que haber vivido junto a ella esa experiencia, me cambió la vida. No sólo porque físicamente ya no cuento con ella y lo que eso ha significado…

Luego de cinco años que mi mamá muriera de cáncer puedo decir, sin exagerar, que haber vivido junto a ella esa experiencia, me cambió la vida. No sólo porque físicamente ya no cuento con ella y lo que eso ha significado para mí, mi familia y toda la gente que la quería, sino porque  a veces la vida nos pone pruebas muy difíciles para darnos cuenta de lo que realmente es importante.

Desde el día que supimos que algo andaba mal, sobre todo porque no recuerdo haber visto a mi mamá alguna vez enferma, la angustia fue indescriptible. En toda esa etapa (casi cuatro años), los sentimientos van y vienen. Hay mucha frustración, me preguntaba porque a ella, porque a nosotros, hasta egoístamente porque a mí. Hay días alentadores, hay otros que no tanto. Hay tristeza, hay rabia, desesperación. Un día lo enfrentas con fortaleza y positivismo y otro con debilidad y completamente derrotada. Hay mucha confusión, hay momentos que no sabes ni qué pensar: si estás haciendo todo lo necesario, si es suficiente, si ella siente que es lo suficiente; si debimos hacer otra cosa, si se sanará, si sufrirá, si habrá dinero, si lo conseguirás, si el dinero es la solución y no lo consigues, si lo consigues y entonces no es la solución. En fin, seguro que todo el que ha pasado por eso entenderá perfectamente lo que quiero decir.

Finalmente mi mamá no sobrevivió, pero sí sobrevivió en mí lo que creo fue más importante: su espíritu de amor y entrega para las personas que quiero, para lo que quiero y me ha tocado vivir. De todo esto aprendí, que la vida es ahora y que vale la pena vivirla justo tal cual como queremos y que nuestra actitud siempre será decisiva para disfrutar o sobrellevar lo que sea que nos toque vivir. Pude reconocer con mayor facilidad, más que nunca, el privilegio que tengo y lo agradecida que estoy de tener grandes ángeles en mi vida, pues mi hermano y yo siempre tuvimos la ayuda de personas incondicionales, familia, amigos, gente conocida y hasta gente que ni sabía quienes éramos (eso siempre me tocó de manera muy especial), apoyándonos y colaborando de mil formas para que el proceso fuera menos difícil. Comencé a valorar con otro punto de vista todo lo que me había enseñado, ahora lo aprecio más que nunca, todo lo positivo que me dejó y que tengo de ella y porque no, lo negativo también, pues aprendí a tener conciencia de ello y al menos tratar de no repetirlo. 

Después de todo lo vivido me quedo con que la única diferencia entre una persona con cáncer respecto a otra que no lo tiene, es que esta más conciente de la vida, del ahora y lo que pudiera deparar el futuro cercano, algo que muchos de nosotros a veces olvidamos.

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