El que por su gusto muere…

Si fuera yo, si mi vida dependiera del hecho de no comer chocolate, me resignaría de una sola vez a decirle adiós a tan insulsa existencia, poniéndole fin a mis días, precisamente atiborrándome hasta más allá del hartazgo, con una letal…

Si fuera yo, si mi vida dependiera del hecho de no comer chocolate, me resignaría de una sola vez a decirle adiós a tan insulsa existencia, poniéndole fin a mis días, precisamente atiborrándome hasta más allá del hartazgo, con una letal cantidad de chocolate, capaz de producirle un coma hiperglucémico a la persona que la ingiera, a sus familiares más cercanos y a un vecino, aunque ninguno sufra de diabetes. Nunca el término eutanasia, como bien morir, estaría mejor utilizado que allí, cuando un inevitable choque anafiláctico haga de mí una ingente y convulsionante masa que hinchada y carente de forma se retuerza de dolor, más conserve la satisfacción espiritual de que antes de que mi tráquea se cerrase para evitar el paso del aire a mis pulmones, nada ni nadie pudo impedir que disfrutara la satisfacción que sólo el chocolate produce cuando nos colma de placer el paladar y eleva nuestra extasiada alma al cielo de los poetas montada en una nube de serotonina. Pero no a todo el mundo le tiene que gustar el chocolate tanto como a mí, por eso, aquí le recomiendo distintos postres que bien podrían tener afinidad con los gustos de diferentes personas. Por ejemplo, si es usted mitómano, le recomiendo las mentiras dulces; si es adicto a la lectura, el pastel milhojas; si lo que le gusta es bailar, el merengue; si es usted caníbal, dedos de novia o brazo gitano; si le gusta la bebida y que lo tuteen, turrón; si le gustan los animales marinos, pulpa de fruta en almíbar; si es budista, el budín, si le atraen los papas pasados, el pionono,  si le gusta la política, el flan… maquiavélico; si quiere ser miembro de un pequeño club, dulces de membrillo; si es cibaeño, la torta de Santiago; si usa el metro a hora pico, el bollo; si le gusta tirar gatos a ver cómo caen, tiramisú; si le gusta Mafalda, los miguelitos –también aplica para adeptos de cierta facción del PRD-; si le gusta redimir mujeres de la mala vida, le recomiendo las magdalenas y si es devoto de la Inmaculada Concepción, ahí tiene los polvorones del espíritu santo. El punto es que disfruten de su postre, es más, si el médico les indica comer frutas, ¡háganse los disléxicos y hártense de trufas!

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