Los grandes errores de la minería dominicana

La minería dominicana se remonta a la época precolombina, pues cuando Cristóbal Colón llegó a nuestras costas, en 1492, ya nuestros indígenas lavaban oro aluvial en muchos de los ríos de la isla, y de inmediato los españoles se aprovecharon…

La minería dominicana se remonta a la época precolombina, pues cuando Cristóbal Colón llegó a nuestras costas, en 1492, ya nuestros indígenas lavaban oro aluvial en muchos de los ríos de la isla, y de inmediato los españoles se aprovecharon de los “pendejitos” y les cambiaron el oro por espejitos. Ese fue un grave error.

Con el inicio de las operaciones de la Alcoa Exploration Company, en la década de los años ‘50,  la gran minería dominicana despegó con grandes equipos y grandes volúmenes de extracción y exportación de bauxita que se pagaba a muy bajo precio, y cuando en el año 1982 el gobierno exigió mejores precios, la Alcoa prefirió irse y abandonar 30 millones de toneladas de bauxita que aún quedan en Las Mercedes y El Aceitillar. Un grave error.

La instalación de la planta de reducción de la Falconbridge, en el año 1971, permitió que la República Dominicana se convirtiera en uno de los 10 más grandes productores de níquel en el mundo, pero la empresa se pasó 15 años tributando miserias al Estado, hasta que Joaquín Balaguer, al regresar al poder en el año 1986, exigió pagar un royalty por cada libra de níquel exportado, y la negativa rotunda de la empresa hizo que Balaguer instruyera a las aduanas para que no dejarán salir una libra de níquel que no pagase el royalty exigido, lo que tres meses después produjo los resultados esperados, pues la empresa tuvo que pagar lo que Balaguer exigía, y tan pronto salió el primer embarque, Balaguer creó una comisión de revisión del contrato para obligar a la empresa a pagar el 50% de los beneficios. Falconbridge cometió graves errores.

La Rosario Dominicana se instaló en República Dominicana en 1975, con un contrato muy bueno que llegó a entregar al Estado Dominicano 76 centavos de cada peso de beneficios, dinero que el Estado malgastó en sueldos generales y no invirtió en obras reproductivas provinciales,  pero la empresa minera cometió el grave error de descuidar sus efluentes ácidos, no tratados, cargados de metales pesados, y la contaminación ambiental fue evidente ante su mirada indiferente.

La Rosario fue nacionalizada en 1979, mediante un proceso de compra de las acciones de Rosario Resources y Simplot Industries, y al pasarla a manos estatales cometimos el grave error de cuadruplicar la nómina, llevándola a 1,700 empleados que no necesitábamos, y el propio Estado quebró la mina al sacarle el dinero que producía, pero sin invertirle en tecnología.

Luego licitamos esa mina de oro y plata, y después de escoger una empresa que ganó por ofertar buenas condiciones al país, permitimos que ese contrato cayera en manos de otra empresa minera que vino a pedirnos cambiar el contrato, y el Gobierno, junto al Congreso y junto a los partidos políticos mayoritarios, permitieron que un buen contrato de repente se convirtiera en estafa contra el pueblo. Otro grave error minero.

Mientras todo eso ocurría, Falconbridge cambiaba de dueños y de nombre, y los nuevos dueños se llevaron el gasoil de la planta eléctrica del hospital público de Bonao, se llevaron las ayudas al asilo de ancianos, y se llevaron los programas sociales y las relaciones públicas comunitarias para ahorrarse “chelitos” que daban a Bonao, sin darse cuenta que esas acciones miserables sembraban vientos sociales que producirían grandes tempestades.

La minería dominicana ha ido de errores en errores, y ojalá que el nuevo ministerio de energía y minas se empeñe en hacerles entender que las comunidades mineras deben ser el mejor ejemplo de desarrollo económico y protección ambiental.  l

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