“Trabajar con Pavarotti es lo mejor que me ha pasado”

foto: romelio MonteroJosé Antonio Molina nuca vio la música como algo especial en él, a pesar de haber nacido en un…

foto: romelio Montero
José Antonio Molina nuca vio la música como algo especial en él, a pesar de haber nacido en un hogar de música popular. Su padre, Papa Molina, fue director de “La Súper Orquesta San José”; lo único que tocaban era música autóctona: merengue y mangulina.  Su progenitora, Josefina Miniño, es bailarina de danza moderna, especializada en folklor dominicano.

Lo impresionante de esto, es que dentro de un entorno eminentemente popular, José Antonio se inclina por la música clásica.

Recuerda que siendo apenas un niño se sentaba al piano y tocaba para sus amigos y quienes estaban a su alrededor, éstos veían en él una condición especial, un don otorgado por Dios; pero para él era algo muy natural, y así pasó su etapa de niño encerrado en una burbuja, donde nunca consideró su talento como una condición especial, sino, como algo simple. Es a la edad de 13 años cuando decide dedicarse a la música, al escuchar por primera vez un concierto para piano y orquesta.

En aquel entonces, su padre le enfatiza que si quiere dedicarse a esto, debe hacerlo con todas las de la ley y capacitarse como es debido.

1. No fui buen estudiante
Desde niño fui muy consentido, pasé por muchos centros educativos, ya que cuando algo no me gustaba les pedía a mis padres que me cambiaran de colegio. Cuando me enfrascaba en algo lo obtenía, ya que mis padres siempre me complacían, pero jamás fui engreído ni malcriado. Mi niñez transcurrió  muy normal, jugué todo tipo de deportes, reconozco que no era muy buen estudiante, reprobé en varios cursos y fui un atleta muy malo, malo, malo…, como dice el dicho: no se nace con todas las virtudes”.

2. Mi primer amor, lo más tierno…
El hecho de ser hijo de quien soy me ayudó un poco con las chicas, no puedo negar que tuve muchas en mi vida, y buscando en el baúl de mi corazón, recuerdo una noviecita que tuve en el barrio donde vivía, era una indiecita bien delgada, llamada Zoraida, a la cual le decíamos palillo, por su gran delgadez. Era una niña muy linda, tierna y cariñosa, pero esto fue más platónico que real a ciencia cierta mi primer y verdadero amor, es mi esposa, nos conocimos a los trece años y desde entonces estamos juntos. Es mi compañera perfecta”.

3. Mi mayor tesoro es mi familia
 Mi esposa Carolina Betances y yo tenemos 30 años de casados y tres hermosos hijos, unos gemelos, a los cuales aún les decimos los mellicitos, ya tienen 29 años, son profesionales en el área de farmacia, y mi hija Arianna, que tiene 21 años y estudia psicología infantil. Mi familia es mi mayor tesoro, todo en mi vida gira alrededor de ella, si me pidieran elegir nuevamente a mis padres, esposa e hijos, volvería a escogerlos a ellos, de verdad que no los cambiaría por nadie”.

4. Gran afinidad con mis padres
Mi madre y yo nacimos el mismo día, el 4 de junio, tenemos tanta afinidad en muchas cosas. Ambos, a la edad de 19 años, salimos a estudiar a Nueva York, y no solamente existe esta coincidencia, sino también por el enorme parecido físico, en realidad puedo decir que yo soy idéntico a ella. Sin embargo, la empatía con mi padre es espectacular, aprender de él ha sido un honor, escucharlo todo el día tocando el piano y haciendo arreglos. Fue un privilegio tener de primera mano una instrucción tan especializada en el área sin salir de mi casa, eso es algo espectacular. Él lo ve todo desde la perspectiva de la música, cada aspecto de la vida, la nobleza, la alegría, papá me enseñó a poner mi confianza en Dios y, sobre todo, a ser humilde”.

5. Mi hermana Evangelina
Es una belleza, un encanto de mujer, a Evangelina le llevo cinco años de edad. Me acuerdo que cuando nació tenía el pelo amarillito y le puse el apodo de “jivi joa”, la encontraba muy parecida a estas hormiguitas. Era como el juguetico de todos y el preferido mío, han transcurrido los años y aún la sigo viendo así, como una bebé, tierna, pura, así es ella. Nunca nos hemos llamado por nuestros nombres, sino manito”.

6 Luciano, mi gran maestro
Nunca imaginé ni en mis más remotos sueños conocer a Luciano Pavarotti. ¡No lo veía como algo alcanzable! Trabajar junto a él francamente ha sido más que un honor un privilegio. Es lo mejor que le ha pasado a mi carrera. Tenía 24 años cuando lo conocí, hacía un disco para Raúl Di Blasio. Pavarotti le había comentado a su productor que necesitaba un director que supiera manejar a los artistas clásicos y también a los artistas populares, porque de eso se trataba el show “Pavarotti and friends”. Su productor y él, al verme dirigir, se enamoraron de mis dotes de director, debido a la disciplina y al conocimiento que yo tenía de dirigir un estilo y el otro. Como director y principal arreglista de este concierto he tenido la satisfacción de compartir escenario con celebridades de la talla de Elton John, Liza Minnelli, Celine Dion, Barry White, Andrea Bocelli, José Carreras, Plácido Domingo y Sting, entre otros”.

7. El show debe continuar
Una enseñanza que tengo atesorada en mi corazón del maestro Pavarotti la obtuve durante un concierto, el cual diría que fue único y especial. El gran tenor daba lo mejor de sí, mientras que su padre estaba en ataúd siendo velado en una funeraria. ¡Indudablemente este episodio me marcó! Siempre fue alguien muy profesional, mientras actuaba, le recuerdo mencionar, ‘el show debe continuar’”.

8. Privilegio en medio de la tragedia
Después del atentado a las torres gemelas, el 11 de septiembre del 2001, viajé un mes después a Nueva York, a una convocatoria de artistas que realizó Emilio Estefan. Fuimos directo a la Casa Blanca, allí tuve la oportunidad de darle la mano al expresidente George Bush hijo. Presentamos un concierto en uno de los auditorios de la casa de gobierno; al terminar la pieza, el presidente Bush me dijo en público que lo había hecho muy bien y nos dimos un  fuerte abrazo. Estas palabras me impresionaron tanto que se me brotaron las lágrimas, al saber el peso tan enorme que tenía aquel hombre sobre sus hombros por aquella tragedia y tener tanta gentileza para conmigo”.

9. Dos figuras impactantes en mi vida
Uno de los momentos más especiales que recuerdo con mucha gratitud fue cuando en el año 1995 dirigí a Gloria Estefan, quien cantó en el Vaticano, con motivo de la celebración de los 50 años de la ordenación como sacerdote del Papa Juan Pablo II, conocerlo fue impactante, su presencia tan espiritual me cautivó, él fue muy especial en mi vida. La segunda figura es el líder religioso tibetano Dalai Lama, ambos personajes predominantes en el ámbito espiritual me impactaron  sobremanera, una y otra experiencia ha sido gratificante para mí”.

10. Una anécdota muy ocurrente
En la parte final de un concierto pasó todo el elenco al escenario, entre los invitados de ese año estaba Andreá Bocelli y el músico británico Sting, este último, en el transcurso del recital me miraba mucho, y le había comentado a los músicos que le encantaba mi estilo de dirección, se me acercó y me hizo una señal de que si él podía dirigir, le presté mi batuta y él terminó dirigiendo el concierto. Eso fue un verdadero show”.

Una experiencia única y distinta

He tenido la dicha de viajar a muchos países, uno de los lugares que más me  impactó fue Pekín, su cultura me conmovió terriblemente, especialmente en el plano musical, su estilo de tocar la música del occidente es totalmente equivocado.

El año pasado tuve la oportunidad de estar en Damasco, dirigiendo la orquesta sinfónica de esa nación, y terminé el año tutelando la orquesta nacional del estado de Qatar, nunca me imaginé estar trabajando en esta parte del mundo y mucho menos que la música fuera capaz de unir de tal forma a las personas.

Estar en esos escenarios me ha llenado de mucha satisfacción, pero mi mayor deleite lo obtuve cuando dirigí un concierto en el año 97 en la calle Josefa Brea del populoso sector del Capotillo, waoooooo eso fue algo apoteósico, sin lugar a dudas una de mi mayores satisfacciones es que la música clásica llegue a todos los rincones del pueblo dominicano. 

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