Ligia Leroux : “Para hacer una cosa tengo que creer en ella”

La doctora Ligia Leroux, presidenta de la Cruz Roja Dominicana, nació en una familia de médicos, especialistas en diferentes ramas de la Medicina. Aunque su vocación inicial fue la de estudiar Derecho, el paso del tiempo, poco a poco le fue confirmando

La doctora Ligia Leroux, presidenta de la Cruz Roja Dominicana, nació en una familia de médicos, especialistas en diferentes ramas de la Medicina. Aunque su vocación inicial fue la de estudiar Derecho, el paso del tiempo, poco a poco le fue confirmando que al llegar la hora de emprender una carrera universitaria, esa sería la Medicina. En las aulas universitarias, influenciada por los maestros que contribuyeron con su formación, sintió el deseo de enseñar a otros lo que había aprendido.

Impartiendo docencia en las aulas de la USAD pasó 37 años de su vida, un período que considera uno de los más hermosos y provechosos de su existencia.

Hace 14 años llegó a la Cruz Roja Dominicana, donde afirma, ha trabajado con pasión y dedicación, logrando alcanzar grandes cosas, y pretende continuar aportando a superar lo alcanzado.

1. Familia sancarleña

Nací en Santo Domingo en el barrio de San Carlos. Pertenezco a una familia sancarleña. Mi nombre completo es Ligia Antonia Leroux Peguero de Ramírez.

Soy hija de Andrés Julio Leroux Cabral y de Juana Pequero de Leroux. Mi infancia fue muy feliz, éramos nueve hermanos: siete varones y dos hembras, yo soy la cuarta.

2. La madre Refugio

Cuando era pequeña, era una niña apacible, eso siempre decían mis papás.
Estudié en el colegio de los Salesianos, con las monjas de María Auxiliadora. Recuerdo varios maestros de forma especial. Una de ellos es la madre Refugio, que era mejicana, y que vivió mucho los rigores de la orientación comunitaria.

Ella trabajaba mucho a nivel de la juventud y los pobres. Ella me dio mucha formación, nos orientaba mucho acerca de lo que era la cosmovisión universal, aun estando nosotros muy jóvenes. Ahora es muy fácil verlo todo cerca, pero en esa época no era así. Gracias a ella, supe que aunque estamos en una isla somos parte de un mundo.

3. Una familia de médicos

Casi todos nos orientamos a la Medicina, salvo uno de los muchachos, que estudió Ingeniería Electromecánica y mi hermano que era reportero gráfico del periódico Listín Diario, Napoleón Leroux, pero todo el grupo fue médico. Somos una familia de médicos, y dio la casualidad de que Orlando se casó con una doctora gineco-obstetra; Ernesto con una doctora internista, Nancy con un doctor cirujano, es decir, una familia orientada a las ciencias de la salud. El primer médico de la familia fue mi tío Octaviano Leroux, hermano de mi papá, y luego Gregorio Peguero, hermano de mi mamá. Hay cosas que la sigues por tradición.

A mí, en la primera etapa de mi vida, lo que me gustaba era el Derecho, pero mi papá no le gustaba, así que me orienté por un área que me resultaba familiar y cotidiana. No he tenido problemas por mi condición de mujer. No sé si eso es porque me crié en una familia de hombres, porque cuando uno se cría en una familia de hombres, le es más fácil interactuar con los hombres, ya uno sabe más o menos cómo piensan.

4. Primer empleo

Mi primer empleo fue en la UASD. Entré como profesora ayudante de Ciencias Fisiológicas, de la facultad de Medicina y luego llegué a dirigir el Departamento de Ciencias Fisiológicas. Fui profesora por 37 años. Conozco muchas generaciones de médicos y cuando los veo me da mucha alegría, porque yo no era una profesora estirada, yo interactuaba con todos mis estudiantes, los conocía por sus nombres y sabía de dónde eran.

5. Fanática

He tenido varias pasiones, porque soy muy apasionada. La primera, que yo era una liceísta terrible, lloraba cuando perdía, pero cuando ganaba era insoportable. Yo me crié en San Carlos, que era la cuna del Escogido, ¡imagínate! Cuando ganaban iban a mi casa, tú sabes que en ese tiempo se usaba hacerle un mortuorio al equipo que perdía, entonces iban con la caja de muerto y me la dejaban en el frente de la casa. Eso sí que cuando ganaba el Licey…, una vez, bajando la 16 de Agosto, que llega a los bomberos, mi papá, no sé cómo, consiguió una sirena de la de los bomberos y la colocamos encima de mi casa. Yo creo que puse al barrio loco. En un tiempo el Escogido tenía muchos peloteros buenos, porque Ramfis, el hijo de Trujillo era escogidista, y el Licey no tenía fondos, y nosotros salimos con unos macutos a recoger fondos para que el Licey pudiera contratar peloteros buenos. Después, cuando fui a la universidad comencé a conocer y a vincularme con la política, eso me venía un poco por influencia de mi mamá, porque mi mamá tenía un tío que se había tenido que ir al exilio y dejar a su familia, y eso le había afectado a mi mamá.

Mi papá no era político, pero ellos sentían que el día que Trujillo dejara la presidencia se produciría una reunión familiar. A uno le van naciendo inquietudes. Cuando llegué a la universidad participé, primero en un grupo estudiantil que luchaba por una universidad abierta y al alcance de todos, que fue una de las cosas que más me motivó. Cuando me gradué, entonces formamos, ya en el Movimiento Renovador, un Movimiento Universitario de Profesores, que se llamaba MTU. De ese grupo, la primera presidenta fue Josefina Padilla. Nosotros propugnábamos por un Colegio Universitario y estábamos opuestos al examen de admisión como una obligación, preferíamos que fuera opcional.

6. Cero política

Yo estaba en el PRD porque cuando me casé, mi marido era de los fundadores en el país del PRD, pero aparte yo tenía una compañera que era familia de Juan Bosch y a través de ella conocí el partido y me fui acercando, así llegué al PRD. Allí conocí muchas personas y cultivé muchos afectos, que todavía conservo.

Tengo una facultad fabulosa que me ha dado el Señor, y por la cual le doy muchas gracias, y es que se me olvida lo malo de la gente y solo recuerdo lo bueno. Pero yo no hablo de política.

7. Ejemplo de amor

Mis padres tenían un matrimonio muy bien avenido. Cuando se casaron, mi madre era muy joven, apenas tenía 15 años, y estuvieron juntos hasta que mi papá falleció en 1978. Mi mamá falleció como 25 años más tarde. Siempre recuerdo el gran amor que mi papá le tenía a mamá. Siempre nos quiso mucho, no le gustaba regañar y cuando estábamos haciendo algo, él llamaba a mi mamá y le decía que vinera a ver lo que estábamos haciendo, para que nos pusiera regla. Recuerdo un hecho particular; y fue que mi papá estaba reuniendo un dinerito y nosotros estábamos intrigados, haciendo muchísimas conjeturas. En esos días nos habíamos mudado de San Carlos para una finquita que tenía mi papá en la parte que es conocida como La Agustina y mi papá decidió hacer la casa allá. El caso es que él estaba ahorrando y pensamos muchas cosas, que si iba a cambiar el carro, que si compraría muebles nuevos, pero no era ni lo uno ni lo otro. Mi papá se apareció el día de San Juan, que era el día del cumpleaños de mi mamá, con un pasaje para que mi mamá se fuera a pasear y a conocer a Europa. Siempre recordamos esos detalles. Mi papá era un hombre muy humano.

8. Presidenta de la Cruz Roja

Llegué aquí en medio de una gran crisis, porque se estaba buscando a una persona que armonizara. Vine por unos seis meses y ya llevo 14 años. Mi mayor éxito fue haber logrado integrarlos a todos. No hubo desprendimiento porque todos se quedaron. Todo el equipo se integró a trabajar. Cuando fui a otros países y vi que tenían una Cruz Roja fuerte, grande, que podía ayudar a las personas, eso despertó en mí el sueño de que los dominicanos pudiéramos contar con una Cruz Roja fuerte, pero sobre todo apreciada y querida dentro y fuera del país. Hoy podemos decir que hemos avanzado. Me siento satisfecha, pero espero poder seguir haciendo más y mejores cosas. Para hacer una cosa tengo que creer en ella, tiene que gustarme, y entonces me apasiono.

9. Momentos de dolor

Los momentos más tristes de mi vida han estado relacionados a la pérdida de seres queridos. Desde la primera persona que murió en mi familia, que fue mi abuelo, por parte de mi papá, yo estaba muy pequeña, pero recuerdo la tristeza que teníamos. Yo era muy pequeña, tenía como 10 ó 12 años, pero eso fue tan grande que no se me olvida. Hasta sus hijos le decían “El abuelo”. Ese es un recuerdo triste. Después siguieron la muerte de mi abuela y las que se van sucediendo a lo largo de nuestras vidas. Otra muerte que me marcó mucho fue la muerte de mi padre, porque él y yo éramos dos amigos. Él me enseñaba cómo eran sus negocios. Hablábamos mucho.

10. Madre y esposa

Mi esposo era abogado, era de Hato Mayor, su familia vivía en el campo, a siete kilómetros de Hato Mayor, cerca de un río que se llamaba Cibao, que pasaba por el patio de la casa. Él era hijo único. En esa época no había escuela normal en Hato Mayor y tuvo que hacer la escuela normal en San Pedro de Macorís, y después vino a la capital a estudiar Derecho. Él se llamaba Generoso Ramírez Morales, nos conocimos cuando yo cumplí 15 años. Ese día, en mi casa me estaban celebrando una fiestecita, algo sencillo porque en esos días había muerto un familiar. Yo invité a una amiga a mi fiesta y él estaba de visita en la casa de esa amiga, y ella, por no dejarlo solo en la casa, lo llevó a mi cumpleaños. Ahí conversamos y comenzó a visitarme. Él era un poco mayor que yo, porque él ya era abogado y yo estaba en la escuela normal. Después lo nombraron juez. De esa relación nacieron dos hijos y dos nietas. Teníamos un matrimonio muy bonito.

De las aulas de la UASD a la Cruz Roja

Nunca pensé que yo podía dejar de dar clases, creía que me iba a morir con el borrador en la mano. Un día, yo estaba en la universidad y vi varias de las compañeras que estaban llenando contratos para que les asignaran horas de clases. Me puse a mirar a las personas llenando contratos, yo era profesora titular, y miré mi contrato y las horas de clases que yo tenía asignadas; y al ver a las otras muchachas, que tenían sus hijos pequeños, y ya los míos estaban grandes, pensé que ellas necesitaban trabajar más, y yo podía jubilarme, porque ya me salía la pensión con el 100 por ciento de mi salario, no debía seguía impartiendo hasta  25 horas a la semana, simplemente porque me gustaba dar clases, que incluso muchas de ellas no me las pagaban; pero pensé que esas muchachas necesitaban más que yo. Así que me paré y fui donde el director de la unidad, en esa época el rector era Roberto Santana, y le pregunté que qué necesitaba para jubilarme y él me explicó que ya yo era profesora titular, que tenía 37 años trabajando, así es que me dijo: “usted se jubila en el momento que usted quiera”. Le pregunté que dónde tenía que firmar y firmé. Así salí de la universidad y llegué a la Cruz Roja. Amo la UASD. Yo salgo del trabajo un día y paso por la universidad aunque sea para verla. Pero fue más fácil dejar las aulas, porque al llega a la Cruz Roja comencé a involucrarme con varios proyectos y a trabajar arduamente. Somos una institución de derecho privado, es decir, separados del gobierno. En este momento contamos con 170 filiales, a nivel nacional, muchas de las cuales funcionan en casas alquiladas. La Cruz Roja recibe una subvención de cerca de tres millones de pesos.

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