José Cestero: “En mis trabajos trato de idealizar la calidad humana”

Antes de iniciar la exposición de sus vivencias, nos contó sobre el punto de reunión que había elegido para realizar esta entrevista: La emblemática cafetería La Cafetera, ubicada en la calle El Conde de la Zona Colonial. Cestero afirma que…

“En mis trabajos trato de idealizar la calidad humana”

Antes de iniciar la exposición de sus vivencias, nos contó sobre el punto de reunión que había elegido para realizar esta entrevista: La emblemática cafetería La Cafetera, ubicada en la calle El Conde de la Zona Colonial. Cestero afirma que…

Antes de iniciar la exposición de sus vivencias, nos contó sobre el punto de reunión que había elegido para realizar esta entrevista: La emblemática cafetería La Cafetera, ubicada en la calle El Conde de la Zona Colonial. Cestero afirma que frecuenta este lugar desde que se llamaba “Café El Negrito”, porque allí se reunían los artistas de la época de su infancia, que más tarde se convirtieron en sus maestros.

José Cestero, con la alegría que le caracteriza, relata cómo era su vida en la casa que compartía con sus padres y sus cuatro hermanos. Sus años en la escuela, los castigos que le daba la directora del colegio donde cursó sus primeros años de estudios, las primeras expresiones de su arte, lo que le inspiraba entonces, y lo que le inspira hoy.

En su relato, no faltaron los recuerdos de los tiempos de la Revolución de Abril del 65, donde permanecer al margen de la política era casi imposible. Ahora, después de una operación en ambos ojos, espera con ansias recuperarse para volver al oficio que tanto le apasiona: pintar. Mezclar colores, texturas, para darle vida al producto de su inspiración.

1. En la Zona Colonial
Nací en la Zona Colonial, recuerdo que por mis problemas de asma, nos mudamos a la calle José Trujillo Valdez, hoy Duarte, por Villa Consuelo, que en esa época era un área muy buena. Vivíamos al lado de la casa donde estuvo escondido Amín Abel Hasbún. Ahí fui creciendo. Nos volvimos a mudar a la Zona Colonial. Ahí, en Villa Consuelo, dejé grandes amigos. Mi padre se llamaba Manuel de Jesús Pérez Fernández, murió de 102 años, en 1968; y madre Asia Felicita Cestero, que murió de 97 años. Yo uso el apellido de mi madre, tal como lo hizo Picasso con su madre. Lo hice también, por- que en esa época estaba Guillo Pérez en su apogeo, y mi apellido también era Pérez. Éramos cinco hermanos, cuatro varones y una hembra. El mayor murió.

2. Maestros y alumnos
Corría el año 1947 cuando conocí a Domingo Liz, yo subía a su estudio y me ponía a verlo trabajar, él fue el propulsor de que yo fuera pintor. Fue maestro de dibujo en la Escuela Nacional Bellas Artes, donde yo había ingresado, en 1950. En ese entonces, Yoryi Morel era el director. Para esa época la escuela quedaba en la calle Duarte. La escuela de Arte que había sido fundada por Trujillo, quedaba al lado de la iglesia Las Mercedes. Tuve excelentes profesores y compartí con excelentes alumnos, que llegaron a ser grandes artistas.

3. El arte
Yo era tímido, extremadamente tímido. Me entretenía haciendo carritos de barro. Recuerdo que en la época de la dictadura, corría el año 1937, yo veía el tractor que aplanaba la calle, y me aprendí su forma de memoria y después lo hacía de barro. Yo tenía como cinco o seis años de edad. Estudié en la Normal Presidente Trujillo, me gradué de Filosofía y Letras, aunque a mí me gustaba mucho la Arquitectura. Quería ser arquitecto, me aprendí la Ciudad Intramuros de memoria. He vivido en la Zona Colonial toda mi vida. En esa época la educación artística era distinta; la pintura, la escultura y el dibujo, eran muy distintas a ahora. Desde 1950, asumí el arte como profesión, ya me había motivado Domingo Liz. Ya me llamaba la atención lo que yo veía de otros artistas, hasta el día de hoy. He hecho diseños grandes, pero ser muralista no me llenó, la pintura de caballete sí y las sátiras, es lo que más me ha gustado. Gracias a mi trabajo, pude viajar a los Estados Unidos, luego, regresé al país y me integré a los grupos artísticos y culturales de la época, como Proyecta, con Pedro Mir.

4. ¡100 reglazos!
Una vez, doña Julia, la directora de la escuela donde yo estudiaba, me dio cien reglazos delante de los otros estudiantes, porque yo me fui a “brillar” con unos tígueres de la época. Yo me fui con ellos, pero a mí fue a quien agarraron. En ese entonces, yo tenía de vecina a Delta Soto, una destacada actriz, viuda de Rafael Villalona, y cuando ella y yo nos vemos, el saludo que ella me da es: “¿cómo están esas nalgas, maestro?” Jajaja… Cien reglazos que yo conté, uno a uno. Esa doña Julia no era fácil. Al final del castigo, ella me puso de ejemplo a mí, para que no hicieran lo que yo hice. Pero entonces, mi tía Edna, le dio una pela de lengua a doña Julia. Me quitaron del colegio y de ahí me fui a la escuela pública, hasta que me gradué en la Normal Presidente Trujillo.

5. Una pistola
Había un compañero de clases, que un día llevó el revolver que le dieron a él, era un revolver pequeño y me lo enseñó. Me dijo: “mira, yo tengo mi revolver”. Al otro día, yo cogí el revolver de mi papá, una Smith And Weason, con todo y canana. Lo llevé, escondido. Nadie se dio cuenta. Cuando me senté con el muchacho, le dije: “Mira, yo tengo este”. Él se quedó con la boca abierta. Doña Julia no se dio cuenta de eso. En ese entonces estaban de moda las películas de vaqueros.

6. Al margen de la política
Me mantuve siempre al margen de la política, aunque era amigo de los comunistas, de las cuestiones políticas. Pedro René Contín Aybar, se sentaba aquí, en La Cafetera, (lugar donde se realizó la entrevista), se sentaba con un abanico, como Lola Flores, y me llamó un día, siempre veníamos aquí, con Silvano Lora y conversábamos, y entonces, Pedrito me llamó: “José, ven acá”. Yo me acerqué a él y me dijo: “mira, no te juntes con Silvano Lora, que es comunista y te vas a joder”. Yo le respondí: “pero es que somos amigos Pedrito”. Yo hice una sátira con ese mismo título.

7. Novias platónicas
Para mí la mujer es el centro del universo. Yo diría como Pedro Infante, que tomaba un trago de alcohol, sacaba sus dos pistolas, realizaba dos disparos y decía: “¡por ellas, aunque mal paguen!”. He tenido muchas novias platónicas, del cine, incluso, de aquí. Tú me recuerdas a alguien, lo que pasa es que ahora, por la operación que me hicieron, tengo que acercarme 10 centímetros, para verte, tengo que acercarme mucho. Tengo muchas novias platónicas del cine. Tengo un hijo que nació hace 42 años. Es cineasta en la ciudad de Nueva York, la madre murió allá, era de Tamboril. Ella me recordaba a Sherly McLane, una de mis novias platónicas. Mi hijo tiene una compañía de documentales en Nueva York.

8. Cero tecnología
Hace un par de años, tenía una novia de origen italiano. Ella me regaló su celular y yo lo tenía. Un día, yo llamando a una persona, con un cuadro, y él no contestaba, porque estaba fajado tomando cerveza y llamándolo me dieron las 10 de la noche. Me incomodé y le di un martillazo, hasta el día de hoy. Uso el celular de mis amigos y las cuentas de correo de ellos para comunicarme con mi hijo. La gente es muy dependiente de los dispositivos tecnológicos y no le hacen caso a nadie.

9. Premiado
Yo he ganado premios, con obras como Juan Calalú…apaga la vela y prende la luz. Una sátira, porque durante los 12 años de Balaguer la luz se iba hasta por 14 horas y la gente tenía que comprar velas, porque no existían inversores. A mí se me ocurrió esa sátira y la puse en un cuadro grande, donde se ve un niño soplando una vela de un centavo y encendiendo un bombillo de 50 centavos, en una casucha, y se ve la madre con otro niño en el regazo. Yo he tenido participaciones, la última vez que participé fue en 1983, con otra sátira sobre perros realengos y los limpiabotas y los escritores rosca izquierda. Yo participé, fuera de concurso, el cuadro se titula, “Notas sueltas para contar” y se encuentra en el segundo nivel de Ministerio de Cultura. Ese cuadro estaba abandonado en el Museo de Arte Moderno y se humedeció, en la época de Hipólito Mejía. Estaba Tony Raful en Cultura, y él lo consiguió, lo enmarcó y lo puso ahí.

10. Salud
Me siento muy a gusto. Aun veo manchas, después que me operaron de cataratas, pero espero recuperarme pronto y estar pintando nuevamente. Ahora tengo unos espejuelos nuevos, pero no veo nada con ellos. Yo creo que me engañaron. Jajaja… El doctor Bergés me operó de los dos ojos. La intervención duró más de dos horas. Ya camino y he comenzado a ver algunas manchas. Mi deseo es poder volver a ver bien y fajarme a pintar, porque tengo mucho trabajo que hacer. Con la ayuda, primero de Dios, y luego de ese médico, espero volver a ver. 

El antes y después del arte nacional

En mis trabajos, trato de idealizar la calidad humana. Me encanta dibujar animales realengos. Todo esto, junto con la ciudad me llena, y hacer sátira con los maestros de la literatura universal, y con los grandes maestros de la música clásica; y aquí, Juan Luis Guerra, en su primera etapa, porque lo que ha hecho después no me llena, Guandulito, el Trío Reinoso y Juan Vilorio. Todos los trabajos míos, así como los de artistas plásticos como Silvano Lora, Ramírez Conde, Ramón Oviedo y otros, tienen su valor. Uno de mis trabajos, titulado “Los hijos de Machepa”, palabra de Juan Bosch, está en colección privada. La diferencia que existe entre los artistas de ayer y los de hoy, es de mil años luz. Es una pena que jóvenes con talento se desvirtúen por copiar del Internet. No son originales por eso. Si uno le echa un vistazo a la última Bienal, se da cuenta de eso. Eso es increíble. No hay creatividad. Yo digo que si participo en la Próxima Bienal, lo que voy a hacer es coger a Fido Dido, el muñequito de los refrescos  Seven Up, y le voy a hacer un homenaje al dibujante que hizo ese personaje. Eso es lo que yo pienso llevar a la Bienal, en un cuadro grande. A ver qué pasa. Eso viene.

Trabajo
“Me encanta dibujar animales realengos y la Ciudad Colonial. También disfruto hacer sátira con los maestros de la literatura universal”.

La Cafetera
“Esta zona siempre ha sido muy activa, incluyendo en la Revolución de Abril del 65. Aquí venían todos los revolucionarios, a conversar, a tomar café”.

Diferencia
“La diferencia que existe entre los artistas de ayer y los de hoy, es de mil años luz. Es una pena que jóvenes con talento, se desvirtúen por copiar del Internet”.

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Antes de iniciar la exposición de sus vivencias, nos contó sobre el punto de reunión que había elegido para realizar esta entrevista: La emblemática cafetería La Cafetera, ubicada en la calle El Conde de la Zona Colonial. Cestero afirma que frecuenta este lugar desde que se llamaba “Café El Negrito”, porque allí se reunían los artistas de la época de su infancia, que más tarde se convirtieron en sus maestros.

José Cestero, con la alegría que le caracteriza, relata cómo era su vida en la casa que compartía con sus padres y sus cuatro hermanos. Sus años en la escuela, los castigos que le daba la directora del colegio donde cursó sus primeros años de estudios, las primeras expresiones de su arte, lo que le inspiraba entonces, y lo que le inspira hoy.

En su relato, no faltaron los recuerdos de los tiempos de la Revolución de Abril del 65, donde permanecer al margen de la política era casi imposible. Ahora, después de una operación en ambos ojos, espera con ansias recuperarse para volver al oficio que tanto le apasiona: pintar. Mezclar colores, texturas, para darle vida al producto de su inspiración.

1. En la Zona Colonial
Nací en la Zona Colonial, recuerdo que por mis problemas de asma, nos mudamos a la calle José Trujillo Valdez, hoy Duarte, por Villa Consuelo, que en esa época era un área muy buena. Vivíamos al lado de la casa donde estuvo escondido Amín Abel Hasbún. Ahí fui creciendo. Nos volvimos a mudar a la Zona Colonial. Ahí, en Villa Consuelo, dejé grandes amigos. Mi padre se llamaba Manuel de Jesús Pérez Fernández, murió de 102 años, en 1968; y madre Asia Felicita Cestero, que murió de 97 años. Yo uso el apellido de mi madre, tal como lo hizo Picasso con su madre. Lo hice también, por- que en esa época estaba Guillo Pérez en su apogeo, y mi apellido también era Pérez. Éramos cinco hermanos, cuatro varones y una hembra. El mayor murió.

2. Maestros y alumnos
Corría el año 1947 cuando conocí a Domingo Liz, yo subía a su estudio y me ponía a verlo trabajar, él fue el propulsor de que yo fuera pintor. Fue maestro de dibujo en la Escuela Nacional Bellas Artes, donde yo había ingresado, en 1950. En ese entonces, Yoryi Morel era el director. Para esa época la escuela quedaba en la calle Duarte. La escuela de Arte que había sido fundada por Trujillo, quedaba al lado de la iglesia Las Mercedes. Tuve excelentes profesores y compartí con excelentes alumnos, que llegaron a ser grandes artistas.

3. El arte
Yo era tímido, extremadamente tímido. Me entretenía haciendo carritos de barro. Recuerdo que en la época de la dictadura, corría el año 1937, yo veía el tractor que aplanaba la calle, y me aprendí su forma de memoria y después lo hacía de barro. Yo tenía como cinco o seis años de edad. Estudié en la Normal Presidente Trujillo, me gradué de Filosofía y Letras, aunque a mí me gustaba mucho la Arquitectura. Quería ser arquitecto, me aprendí la Ciudad Intramuros de memoria. He vivido en la Zona Colonial toda mi vida. En esa época la educación artística era distinta; la pintura, la escultura y el dibujo, eran muy distintas a ahora. Desde 1950, asumí el arte como profesión, ya me había motivado Domingo Liz. Ya me llamaba la atención lo que yo veía de otros artistas, hasta el día de hoy. He hecho diseños grandes, pero ser muralista no me llenó, la pintura de caballete sí y las sátiras, es lo que más me ha gustado. Gracias a mi trabajo, pude viajar a los Estados Unidos, luego, regresé al país y me integré a los grupos artísticos y culturales de la época, como Proyecta, con Pedro Mir.

4. ¡100 reglazos!
Una vez, doña Julia, la directora de la escuela donde yo estudiaba, me dio cien reglazos delante de los otros estudiantes, porque yo me fui a “brillar” con unos tígueres de la época. Yo me fui con ellos, pero a mí fue a quien agarraron. En ese entonces, yo tenía de vecina a Delta Soto, una destacada actriz, viuda de Rafael Villalona, y cuando ella y yo nos vemos, el saludo que ella me da es: “¿cómo están esas nalgas, maestro?” Jajaja… Cien reglazos que yo conté, uno a uno. Esa doña Julia no era fácil. Al final del castigo, ella me puso de ejemplo a mí, para que no hicieran lo que yo hice. Pero entonces, mi tía Edna, le dio una pela de lengua a doña Julia. Me quitaron del colegio y de ahí me fui a la escuela pública, hasta que me gradué en la Normal Presidente Trujillo.

5. Una pistola
Había un compañero de clases, que un día llevó el revolver que le dieron a él, era un revolver pequeño y me lo enseñó. Me dijo: “mira, yo tengo mi revolver”. Al otro día, yo cogí el revolver de mi papá, una Smith And Weason, con todo y canana. Lo llevé, escondido. Nadie se dio cuenta. Cuando me senté con el muchacho, le dije: “Mira, yo tengo este”. Él se quedó con la boca abierta. Doña Julia no se dio cuenta de eso. En ese entonces estaban de moda las películas de vaqueros.

6. Al margen de la política
Me mantuve siempre al margen de la política, aunque era amigo de los comunistas, de las cuestiones políticas. Pedro René Contín Aybar, se sentaba aquí, en La Cafetera, (lugar donde se realizó la entrevista), se sentaba con un abanico, como Lola Flores, y me llamó un día, siempre veníamos aquí, con Silvano Lora y conversábamos, y entonces, Pedrito me llamó: “José, ven acá”. Yo me acerqué a él y me dijo: “mira, no te juntes con Silvano Lora, que es comunista y te vas a joder”. Yo le respondí: “pero es que somos amigos Pedrito”. Yo hice una sátira con ese mismo título.

7. Novias platónicas
Para mí la mujer es el centro del universo. Yo diría como Pedro Infante, que tomaba un trago de alcohol, sacaba sus dos pistolas, realizaba dos disparos y decía: “¡por ellas, aunque mal paguen!”. He tenido muchas novias platónicas, del cine, incluso, de aquí. Tú me recuerdas a alguien, lo que pasa es que ahora, por la operación que me hicieron, tengo que acercarme 10 centímetros, para verte, tengo que acercarme mucho. Tengo muchas novias platónicas del cine. Tengo un hijo que nació hace 42 años. Es cineasta en la ciudad de Nueva York, la madre murió allá, era de Tamboril. Ella me recordaba a Sherly McLane, una de mis novias platónicas. Mi hijo tiene una compañía de documentales en Nueva York.

8. Cero tecnología
Hace un par de años, tenía una novia de origen italiano. Ella me regaló su celular y yo lo tenía. Un día, yo llamando a una persona, con un cuadro, y él no contestaba, porque estaba fajado tomando cerveza y llamándolo me dieron las 10 de la noche. Me incomodé y le di un martillazo, hasta el día de hoy. Uso el celular de mis amigos y las cuentas de correo de ellos para comunicarme con mi hijo. La gente es muy dependiente de los dispositivos tecnológicos y no le hacen caso a nadie.

9. Premiado
Yo he ganado premios, con obras como Juan Calalú…apaga la vela y prende la luz. Una sátira, porque durante los 12 años de Balaguer la luz se iba hasta por 14 horas y la gente tenía que comprar velas, porque no existían inversores. A mí se me ocurrió esa sátira y la puse en un cuadro grande, donde se ve un niño soplando una vela de un centavo y encendiendo un bombillo de 50 centavos, en una casucha, y se ve la madre con otro niño en el regazo. Yo he tenido participaciones, la última vez que participé fue en 1983, con otra sátira sobre perros realengos y los limpiabotas y los escritores rosca izquierda. Yo participé, fuera de concurso, el cuadro se titula, “Notas sueltas para contar” y se encuentra en el segundo nivel de Ministerio de Cultura. Ese cuadro estaba abandonado en el Museo de Arte Moderno y se humedeció, en la época de Hipólito Mejía. Estaba Tony Raful en Cultura, y él lo consiguió, lo enmarcó y lo puso ahí.

10. Salud
Me siento muy a gusto. Aun veo manchas, después que me operaron de cataratas, pero espero recuperarme pronto y estar pintando nuevamente. Ahora tengo unos espejuelos nuevos, pero no veo nada con ellos. Yo creo que me engañaron. Jajaja… El doctor Bergés me operó de los dos ojos. La intervención duró más de dos horas. Ya camino y he comenzado a ver algunas manchas. Mi deseo es poder volver a ver bien y fajarme a pintar, porque tengo mucho trabajo que hacer. Con la ayuda, primero de Dios, y luego de ese médico, espero volver a ver.

El antes y después del arte nacional

En mis trabajos, trato de idealizar la calidad humana. Me encanta dibujar animales realengos. Todo esto, junto con la ciudad me llena, y hacer sátira con los maestros de la literatura universal, y con los grandes maestros de la música clásica; y aquí, Juan Luis Guerra, en su primera etapa, porque lo que ha hecho después no me llena, Guandulito, el Trío Reinoso y Juan Vilorio. Todos los trabajos míos, así como los de artistas plásticos como Silvano Lora, Ramírez Conde, Ramón Oviedo y otros, tienen su valor. Uno de mis trabajos, titulado “Los hijos de Machepa”, palabra de Juan Bosch, está en colección privada. La diferencia que existe entre los artistas de ayer y los de hoy, es de mil años luz. Es una pena que jóvenes con talento se desvirtúen por copiar del Internet. No son originales por eso. Si uno le echa un vistazo a la última Bienal, se da cuenta de eso. Eso es increíble. No hay creatividad. Yo digo que si participo en la Próxima Bienal, lo que voy a hacer es coger a Fido Dido, el muñequito de los refrescos  Seven Up, y le voy a hacer un homenaje al dibujante que hizo ese personaje. Eso es lo que yo pienso llevar a la Bienal, en un cuadro grande. A ver qué pasa. Eso viene.

Trabajo
“Me encanta dibujar animales realengos y la Ciudad Colonial. También disfruto hacer sátira con los maestros de la literatura universal”.

La Cafetera
“Esta zona siempre ha sido muy activa, incluyendo en la Revolución de Abril del 65. Aquí venían todos los revolucionarios, a conversar, a tomar café”.

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