José Mármol: el poeta como vidente

(2 de 2) Las huellas más visibles de su poesía en esta etapa son, pues, las huellas de Vallejo, pero también hay huellas…

José Mármol: el poeta como vidente

[Este trabajo sobre José Mármol: el poeta como vidente, fue publicado en otro medio a finales de los años noventa (dedicado A…

(2 de 2)

Las huellas más visibles de su poesía en esta etapa son, pues, las huellas de Vallejo, pero también hay huellas de cadáveres (“cadáver que no muere”). De hecho sobresale el poeta en el juego del “cadáver exquisito”, surrealista por definición. Pero Mármol no se nutre sólo de ultraístas y surrealistas, por supuesto. Se nutre por igual de otras vanguardias, de los experimentalistas y de los clásicos, de la literatura y el arte en general, y sobre todo se nutre de filosofía, estudia lenguas. En su carrera universitaria anduvo de la mano de la profesora italiana Vanna Ianni, a la que, debe en parte su mejor formación académica. En fin, que Mármol incorpora a la poesía los más finos recursos de la modernidad, amén de su talento.

Retos a la lengua, audacias verbales, adjetivación surrealista, léxico arbitrario: de ahí procede en sus inicios el proceloso Mármol. Dalí también pensaría, con Bretón y Vallejo, en “pezones despiertos de ojo en ojo”, “frases siquiátricas”, “encojonado azul”, “luces podridas”.

El “Ser real” de Mármol (un poema dedicado a Alexis Gómez) es más bien una refracción de la realidad, un paisaje metafísico, un “deslumbramiento áfono, tinto” si se permite la cita vallejiana:

este mar parado hombruno así de tal postura / como un espejo seco / similar a una rabia horizontal / se extiende se pierde se transforma / sed de agua y aire todo un espolazo

Rara avis, desde su primer libro toma el poeta conciencia de su oficio y de su papel como oficiante. Su oficio es el lenguaje, el “tormento de lo perfectible”. El oficiante es un remedo del arúspice o bien de Jano Bifronte, a quien Mármol celebra en un verso. El arúspice auscultaba, en su calidad de sacerdote romano, las vísceras de las víctimas para predecir el futuro. Jano Bifronte, mítico rey del Lacio, el mismo que da su nombre al primer mes del año, tenía el don de ver el pasado y el futuro y se lo representaba, por eso, con doble cara. En ambos casos, se trata de un adivino, un vidente. La poesía es o puede ser videncia, clarividencia, trascendencia. El poema es o puede ser “permanente derrota de la esterilidad”.

Así lo ve también Soledad Álvarez, otra vidente:

“Penetrar, desentrañar, escudriñar dentro y fuera de uno mismo -como en su primer libro, El ojo del arúspice- es la única posibilidad de trascender, desde la realidad, la finitud de lo real y el desamparo humano”.

El tiempo apremia. A pesar de su juventud, el poeta siente que está “más cerca de la muerte que de haber nacido”. El deceso de “la negra mariposa”, en el poema “Sepulturero”, le dejó “su forma desmedida en la otra mano/ en la frente la tiara en el pulmón su báculo/ al fondo cenizas de reflexiones muertas”.
Lucha el poeta contra el vacío y el sin sentido, se niega a aceptar “la derrota letal de la costumbre”, conjura la desidia con “palabras abiertas frente al humo”, cifra, en fin, su esperanza en un símbolo tenue: “como el amor la flor. Siempre lamisma flor”.

Pero aun así, el tiempo apremia. Bajo la presión del tiempo, se desdibujan los contornos de la realidad, y “a las seis de la nada la pecera sin vida de la mesa compone / vetas anchas de rosados y azules en el seto”. La fijación con el tiempo se expresa no solamente en términos existenciales, sino horarios. Muchos textos, como el anterior, se cumplen con estricta puntualidad: “Las cinco es la postura más triste del reloj”. Y a veces con estricta impuntualidad, que es lo mismo: “junio reloj sin horas cayendo estéril en el césped”.

El sexo, por supuesto, está sujeto a horario, cual era de esperarse de un poeta puntilloso y madrugador. Cunde el sexo, a su hora, en la “Estación de la rabia (3)”. Sexo como espacio de reflexión, ventana a la vida, rito de consumación, salto al abismo:

sube un sabor oral de sexos madrugando / a derramados senos lamidos con espasmo / consumación vacío impulso roto

He aquí, lamentablemente, una infeliz coincidencia entre la poesía de Mármol y la de Dionisio de Jesús, entre un poeta bendito y un poeta maldito: Ambos dedican energías estéticas a la consumación de la carne, aunque en horarios y por razones diferentes. En el primero, el sexo es meditación, y en el segundo celebración, a su manera de celebrar. El primero ejerce, por su-puesto, en la madrugada y el segundo en la noche. En efecto, Dionisio de Jesús es un poeta nocturno. Mármol, en cambio, es un “poeta al amanecer” como demostrara Freddy Ginebra en un artículo memorable.

Entre los poemas arúspicianos con mecanismo -y título- de relojería, el más representativo es, precisamente, “Apología de la aguja”, un poema al amanecer. Se luce aquí José Mármol, y no precisamente como costurero, sino por su habilidad para evocar un ambiente y sus alrededores. Ambiente entrañable, como pocos, el de la catedral y el cine (la fachada del ex-cine Capitolio), la plaza de armas.

La evocación viciosa, irreverente, tan efectivamente realista, no rinde culto, empero, a la majestad histórica, monumental y solemne de un espacio consagrado. El bendito Mármol desacraliza el ambiente, desacraliza y descongestiona el mito, desacraliza el culto, reconstruyendo el paisaje desde un “rumor de orines”. Se arroja como quien dice a la deriva por vericuetos insondables, territorios de espanto donde habitan criaturas espeluznantes. En el trámite, toma conciencia y toma posesión del espacio urbano. Toma conciencia y posesión del sentimiento de la ciudad, de “La ciudad en nosotros”, conjuga “Fórmulas para combatir el miedo”, pasa revista a la magia de “El diario acontecer”. Aprehende el poeta la magia y el asombro de lo cotidiano bajo el estricto dominio del reloj. En términos horarios, el poema funciona a laperfección:

ancha la mañana suelta rumor de orines / olor de tierra seca hundida en la llovizna es completo dominio de gatos el reloj / imperio de la riña tamaño de gritar su vieja espera

la hora  mi poética su amor todo un silencio / la catedral y el cine todo un silencio / las calles paralelos cementerios  desiertos /dolor de casas viejas patrullaje de perros

Funciona, además, el poema en términos acústicos, audiovisuales, dejando escuchar las voces del bestiario en concierto mixto con chiriperos, prostitutas y soldados:

mi sangre se levanta y desanda los escombros / cuatro bares orgíacos ponen luz al cadáver que no muere / alaridos de Miriam y tantas prostitutas muy lozanas / chiriperos hambrunos guardias rasos y marinos / piden alucinados puros tragos de ron.

(A Freddy Ginebra, por su-puesto).

Posted in Sin categoría

[Este trabajo sobre José Mármol: el poeta como vidente, fue publicado en otro medio a finales de los años noventa (dedicado A Freddy Ginebra, por supuesto), y se reproduce ahora, corregido y ampliado, con motivo de la próxima edición de mi libro “Memorias del viento frío, poesía de la guerra y la posguerra”, del cual forma parte. (PCS)]

Toda intención es un destino, diría Borges, o mejor Salazar Bondy. Me toca a mí, habitante de la calle Cantera, intentar escribir sobre Mármol. ¿Qué decir de un poeta que lleva Mármol por apellido? ¿Decir, por ejemplo: Mármol, José, poeta y de los buenos? Su homónimo argentino, el autor de “Amalia”, era novelista y se entiende: un novelista está más cerca de la tierra. y puede llamarse Mármol. ¿Pero un poeta? Mármol, como apellido, le cuadra a un ingeniero, a un funcionario de la Dirección Nacional de Parques: en fin, y aún mejor, a un geólogo.

El mármol tampoco remite a su figura longilínea, un tanto etérea, liviana, a veces suspendida en sus pensamientos, o, como quien dice, ingrávida. No remite, por cierto, al vuelo de su imaginación ni a la flecha que viaja en su poesía. Menos aún a cierta zona de esa poesía que es algodón y espuma.
El mármol, sin embargo, explicaría la superficie pulida de sus versos, explicaría en parte la densidad, la fuerza, el peso y las aristas quebradas de sus imágenes. Por lo de mármol se explica que sea, a veces, frío. Cerebral y frío porque este mármol piensa y piensa en frío, un poco a la manera de su admirado Unamuno. Es decir, con la mente fría y el corazón caliente. No viceversa. De este Mármol que piensa y que padece nunca podrá decirse, parodiando a Darío: “Dichoso el Mármol que es apenas sensitivo…”.

El mármol, por lapidario, trae aparejado el sentimiento de la “finitud de lo real” y también el sentido de la plástica en grado superlativo. El material noblísimo sobre el cual el artífice moldea sus percepciones, tiene el apellido del poeta o viceversa. Mármol anuncia, desde su primer libro, “El ojo del arúspice” (1984), la fijación con la idea de la muerte y su vocación de orfebre de la lengua, amén de su ideal de la poesía como videncia.

De alguna manera, pues, el poeta concilia con su apellido. Mármol se sabe y mármol se padece, como quien lleva el peso de los tiempos: golpes de metal en todo seto / corrigen mi apellido por ruinas que agonizan”.

Los apellidos, ya se sabe, entrañan muchas veces contradicciones implacables. ¿Cómo se reconcilia, por ejemplo, con su apellido un Guerrero que es pacifista o un Moquete que es editor de revistas en vez de sargento de artillería, un Ginebra que es abstemio o un Conde que es comunista, cual sucede, a menudo, en mi familia?

Para un poeta, sin embargo, lo importante no es congeniar con su apellido, sino con su poesía. Es más, hace tiempo tengo el pálpito, en el sentido cortaziano de la palabra, de que los poetas terminan pareciéndose a su poesía, de la misma manera que la crítica de la poesía debe parecerse al poeta.

Para decirlo con Octavio Paz: “Si el poeta es el hombre de las palabras, poeta es aquel para quien su ser mismo se confunde con la palabra”. En consecuencia, “poema y poeta se funden porque ambos términos son inseparables: el poeta es su palabra”. Nada extraño que termine pareciéndose a su poesía, un poco como el pájaro a su vuelo. Esto es, un poco como el pájaro del poema de Mármol, que es “un pájaro que es su mismo vuelo. y un vuelo que aún no tiene pájaro. vuelo que se crea con su pájaro”.

De igual manera, y a propósito de las mismas criaturas del aire, ha dicho Pellicer que “El agua de los cántaros sabe a pájaros”. Forma, en verdad, elegante de decir algo escabroso.

Mármol ha publicado hasta la fecha libros de poesía y ensayo, como “Ética del poeta” (1997), en el que recoge, por cierto, un par de críticas cometidas a intención de sus íntimos. Su entrega poética, “Lengua de paraíso y otros poemas” (l997), contiene además una depurada antología de sus textos de poesía. Antología reversa o decreciente, discretamente informal, desde el último al primero de sus poemarios, en abierta concupiscencia con el mensaje evangélico. Así en el índice aparecen, a seguidas de “Lengua del paraíso”, “Deus ex machina”, “La invención del día”, “Encuentro con las mismas otredades II”, “Encuentro con las mismas otredades I” y “El ojo del arúspice”…Un conjunto, en verdad representativo.

El jovial, y no por eso indefenso Jochi Mármol, remontó vuelo desde su más temprana poesía, un vuelo sostenido como el de su pájaro, que ha seguido ganando en calidad y altura, tanto en retrospectiva como en perspectiva.

Cierto es, sin embargo, que comenzó a decir con una voz prestada, no propiamente suya. Por momentos se confundía con la de su mentor Alexis Gómez Rosa, que en esa época intentaba el mismo desafío y lo influyó, sin duda, o por lo menos lo contagió. Quizás mejor decir que fueron ambos influidos por una voz común. Las afinidades, pues, son epocales y electivas.

Ambos estudiaron con pasión a César Vallejo, entre otros, y más que estudiar lo asediaron, se mudaron literalmente (literalmente, sí) al vecindario del monstruo César Vallejo, se metieron al traspatio y se metieron en el traje de Vallejo. En el Taller Literario César Vallejo le salieron los dientes a José Mármol. En “El ojo del arúspice” se bautiza José Mármol de Vallejo: automáticamente se engancha o se suscribe a la revolución de la sintaxis, única militancia conocida.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas