La Madre Teresa de Calcuta ha sido para mí la mujer con mayor ejemplo de amor, entrega y humildad que hemos tenido en los últimos tiempos. Habría que decir tanto de esta mujer que necesitaría páginas completas. Tenía lo que hace falta a la mayoría de la humanidad. Vivió para dar durante todos los largos años de su vida. Una de sus frases sostenía: “Debemos dar hasta que duela”.
Con sus experiencias de compartir con los más necesitados de la humanidad y con los más poderosos, príncipes, reyes y gobernantes pudo hacer un paralelismo y entender cuál es la verdadera esencia del ser humano.
En uno de sus tantos escritos afirma que entre los seres humanos puede haber diferencia racial, cultural, de idiomas, religión, etc., pero todos, sin importar quien sea, necesitamos caminar hacia un mismo fin: Amar y ser amados.
Totalmente de acuerdo con sus conceptos, considero el amor como el principal sentimiento que debemos cosechar. Dice la Biblia: “Por la maldad del hombre, el amor de muchos se enfriará”, pero también dice que: “Si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y entrego mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”. Por tanto, riega la semilla del amor por donde quiera que pases, no te canses de regarla, y aunque a veces como a mí, sientas que no recibes en la misma dimensión, a la larga, recuerda que la vida es un boomerang.
Permíteme compartir esta experiencia de dar y recibir:
Hace unos meses me detuve a comprar frutas en un lugar y su vendedor, un joven de veinte o veintidós años, me miró con asombro y preguntó mi nombre.
Seleccioné mis productos, y a la hora de pagar, sonrió y dijo: “Permítame regalárselo, cómo le voy a cobrar a usted, si cuando yo tenía ocho años, usted abordó un autobús en el cual yo iba con mi abuela, nos abrazó, y cuando ella iba a pagar el viaje, ya usted lo había hecho por nosotros. Siempre la he recordado y había deseado volver a verla. Por favor, regrese siempre por aquí. ’’
Estoy segura que ustedes también reciben parecidas respuestas.
