La envidia y las miserias humanas

La Biblia nos dice en el libro del Génesis que Caín mató a su hermano Abel al ver que la ofrenda de Abel había sido bien recibida por Dios, mientras la ofrenda de Caín no había sido recibida de igual manera, y hace pocas semanas vimos en la…

La Biblia nos dice en el libro del Génesis que Caín mató a su hermano Abel al ver que la ofrenda de Abel había sido bien recibida por Dios, mientras la ofrenda de Caín no había sido recibida de igual manera, y hace pocas semanas vimos en la prensa internacional que una jovencita había asesinado a su hermana, con más de cien puñaladas, por el simple hecho de que su hermana era muy linda mientras ella era muy fea, es decir, la Biblia nos enseña que desde el principio hemos sido resentidos y envidiosos del éxito ajeno; y lo seguimos siendo.

Hace poco leímos en la prensa internacional que una escritora chilena escribió un libro resaltando el supuesto lado oscuro del popular presentador chileno Don Francisco, figura muy querida, con quien ella podrá estar en desacuerdo, pero a Don Francisco hay que reconocerle que ha sido exitoso como productor y conductor en la difícil televisión hispana de los Estados Unidos, pero el éxito le genera envidias y críticas gratuitas, al igual que a Chespirito, cuyo personaje “El Chavo” está colocado en el segundo lugar de los 10 más famosos personajes ficticios de toda la historia (detrás del Pato Donald) y tenía audiencia diaria de 350 millones de teleespectadores hispanos, el cual rechazaba ser llamado el comediante más importante de América Latina, y decía que: “Aquí en México no lo podemos decir, ¡es una blasfemia terrible! Nadie es profeta en su tierra”, pues los envidiosos lo acosaban; como acosan al actor español Antonio Banderas, quien ha dicho en una entrevista de TV que “Cuando en EEUU tienes talento te sale un patrocinador, y cuando en España tienes talento te salen 3 envidiosos”.

Esa misma perniciosa envidia siempre caía como rayos sobre Michael Jackson, el más grande y genial coreógrafo del siglo XX, a quien los miserables le cuestionaban su vida privada porque no soportaban ver las explosiones de efervescencia humana que producían las espectaculares presentaciones de Jackson en estadios repletos de gente, efervescencia jamás vista y que les hacía sentirse infinitamente pequeños frente a él; de igual modo que las grandes figuras de la literatura universal siempre han sido acosadas en su vida privada por mediocres que al no poder lograr iguales éxitos comenzaron a buscar notoriedad resaltando supuestos aspectos negativos de la vida privada de esos escritores famosos, olvidando que la gente sólo valora la calidad y profundidad de una obra literaria y no la crítica odiosa que gente envidiosa lanza contra la vida privada del autor.

En todas partes del mundo los políticos más exitosos, y que han concitado más respaldo y aplausos de su pueblo, han sido los más criticados y odiados por sus opositores, por entender que si esos políticos exitosos no estuvieran en medio del camino, ellos transitarían libremente, y sin obstáculo alguno, hacia la meta del poder.

Jesucristo, el hombre más famoso de los últimos 2 mil años, es seguido por más de dos mil millones de cristianos que en todo el mundo tienen fe en los Evangelios que relatan su vida ejemplar en Galilea, Samaria, Judea y Palestina, pero no obstante que la Biblia lo señala como el hijo de Dios, envidiosos y ateos llegan al colmo de desmeritar e irrespetar el éxito y la buena fama de Jesús, escribiendo disparates sobre una supuesta oscura vida privada que incluye supuestos amoríos pecaminosos entre Jesús y María Magdalena. La envidia no tiene límites.

Y es que todos los seres humanos estamos diseñados para alcanzar el éxito, pero no todos nos esforzamos de igual manera para alcanzar ese éxito de diseño, y en la medida en que otros seres humanos se esfuerzan más y alcanzan el éxito de diseño, nos damos cuenta de que nos vamos quedando atrás, muy atrás, y esa realidad nos lleva a culpar a los exitosos de habernos dejado atrás, y comenzamos a odiar y envidiar todo éxito ajeno.

Nadie ha visto a los miserables envidiar y desmeritar al mendigo, al pordiosero, ni al fracasado, pues los miserables nunca critican a quienes tienen menos que ellos, porque en ese caso la ecuación está invertida, y como se sienten exitosos frente a los ultra fracasados, entonces los ignoran, pero mientras vean a otros tener más éxitos y más fama, y estar muy por encima de ellos, les veremos envidiar, desmeritar, odiar y exponer miserias humanas, como el necio que es capaz de comer naranja y luego criticar la cáscara que la protegía.l

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