El destape postumista

El destape del movimiento postumista iba a tener lugar en la revista Letras, pero las circunstancias obraron adversamente. Letras era una revista abierta a la crítica y a las ideas innovadoras.

El destape del movimiento postumista iba a tener lugar en la revista Letras, pero las circunstancias obraron adversamente. Letras era una revista abierta a la crítica y a las ideas innovadoras.

Entre sus más asiduos colaboradores se contaban postumistas, anti-intervencionistas y otros de ideas afines. Su director y fundador (Horacio Blanco Fombona), un exiliado, pertenecía a una ilustre familia de escritores venezolanos. Y como buen venezolano había hecho suya la lucha de los dominicanos contra las fuerzas de ocupación y era un opositor irreductible.

Las páginas de Letras, en efecto, ofrecían testimonio y modelo de vergüenza, de integridad intelectual, de patriotismo. Allí, al igual que en otras publicaciones de la época, se expresaba una modalidad de resistencia abierta al invasor. Noticias y comentarios desafiaban, a menudo abiertamente, la censura del imperio. De hecho, no pasaba una semana sin que la revista diera cuenta del rosario de agravio padecido por los dominicanos.

El número 152 del 28 de marzo de 1920 publicó, por ejemplo, fotografías de la Ceiba de Colón, antes y después de ser mutilada por orden del ayuntamiento. En su columna editorial, “En el correr de los días”, Blanco Fombona escribió acerbos comentarios.

La mutilación de la ceiba, que era una especie de símbolo patrio, fue interpretada como un acto de barbarie y un insulto, y repercutió negativamente en el país, suscitando un clamoroso episodio de opinión. El mismo inspiró a Moreno uno de sus mejores y más celebrados poemas: “La fiesta del árbol”. En éste habla Moreno del “dolor de la patria” y de los “ultrajes de yanquilandia”. Ultrajes que, por cierto, le había tocado sufrir en carne propia un par de semanas antes de la mutilación de la ceiba. El número 130 de la prestigiosa revista, correspondiente al 14 de marzo de 1920, informa precisamente de un atropello inaudito contra el poeta de marras:

“El martes a las diez de la noche se dirigía de San Carlos a su casa de habitación en Villa Francisca, nuestro distinguido amigo y colaborador el alto poeta Domingo Moreno Jimenes, cuando un grupo de militares americanos le salió al paso agarrándole unos mientras otros le daban golpes y le tapaban la boca para que no gritara, todo lo cual les causaba gran risa a los militares. A duras penas pudo el talentoso poeta deshacerse de sus gratuitos agresores y entrarse en una pulpería buscando amparo, de donde fue sacado por los militares americanos, golpeado nuevamente y tirado sobre un saco de sal. Fuerte mano le apretó por el cuello y arrojó algunas gotas de sangre.

Nosotros no protestamos, la protesta surgirá indignada a la lectura de tales hechos del corazón de los dominicanos. Este no es un hecho aislado. Casos de atropello como este se repiten frecuentemente en todos los lugares de la República. Nosotros, repetimos, no protestamos. ¿Ante quién? ¿Para qué? Hace cuatro años que se vienen sucediendo estos hechos ininterrumpidamente sin que tengan correctivo”.

En la misma línea de crítica desembozada, la revista Letras dio cabida en los números 175 y 177 (24 de octubre y 7 de noviembre de 1920) a unos agrios editoriales sobre los designios perversos del Libro Azul: una publicación orientada a mostrar los progresos del país bajo el régimen de ocupación.

Para peor, el número 177, el último, traía en la portada un tétrico testimonio de las bondades del mismo régimen de ocupación: la foto de Cayo Báez, calzada por unos comentarios sin desperdicios. La foto, histórica, había sido tomada varias semanas después de un brutal interrogatorio realizado por “Oficiales americanos y soldados de la guardia”.

En ella, el cuerpo del infeliz mártir campesino presenta, entre otras cosas, laceraciones de machete al rojo degeneradas en cicatrices del tamaño de un puño. La ironía era fina y atroz. Al parecer por descuido, sólo por descuido, la foto no había sido incluida entre las páginas del Libro Azul.

“Por ese delito -escribe José R. López- Blanco Fombona fue sometido a seis penas:

1º Allanamiento.

2º Confiscación de la edición de ‘Letras’.

3º Prisión.

4º Multa.

5º Suspensión de la publicación de la revista ‘Letras’.

Esas cinco primeras penas fueron establecidas en la sentencia pronunciada sin que el acusado, que se considera inocente, se defendiera.
Posteriormente, sin que el reo fuera acusado de nueva contravención, delito o crimen, y después de electo por los delegados de los periódicos ‘Presidente del primer congreso de prensa dominicana’, reunido en esta Capital la noche del 20 del corriente, el poder militar le ha notificado una nueva pena:

6º Expulsión del país debiendo salir de él, a más tardar, el 4 de diciembre próximo.

Como la sentencia no prohíbe la circulación de una nueva revista, e incurre en el olvido de dejar al Sr. Blanco Fombona en el ejercicio del periodismo en el país hasta el 4 de diciembre, y fuera del país hasta cuando le plazca, desde hoy se inicia la publicación de otra revista, la revista ‘L’, la cual tratará de cumplir todos los compromisos que quedaron pendientes por la suspensión de fuente militar”. (José R. López, “Del vía crucis”, L, 14 de noviembre de 1920).

En fin, Blanco Fombona fue declarado persona non-grata, a pesar de (ser) -como dijo un columnista- persona gratísima para el pueblo dominicano, y enviado sin contemplaciones al exilio, un doble exilio, del que retornaría a fundar otra revista: Bahoruco.

A partir del segundo número, la dirección de L (o L…..) cayó en manos de Quiterio Berroa, quien la mantuvo en la misma línea oposicionista intransigente, hasta el momento de su desaparición por asfixia al cabo de pocas semanas.

En una de sus últimas publicaciones, Quiterio Berroa anunció, y justificó, por cierto, la inminente “publicación de la ‘Edición Postumista’, la que pudo haber sido y no fue.

“Pronto verá la luz pública la edición ‘L…..’ dedicada al Postumismo, para dar a los revolucionarios de la Colina Sacra, ocasión de exhibir lo mejor de sus huertos i sus jardines, i de exponer su manifiesto. Cuando anunciamos que habíamos complacido al poeta Domingo Moreno Jimenes –nuestro querido colaborador- cediéndole todas las páginas de una próxima edición de ‘L…..’, algunos amigos de esta revista se alarmaron i nos interrogaron –con perfecto derecho- acerca del motivo oculto de lo que ellos consideraban nuestra ‘peligrosa benevolencia’. A esos amigos respondimos así: ‘No somos partidarios ni enemigos del POSTUMISMO. En materia de arte, somos eclécticos sin dejar de ser sincréticos, porque creemos que toda obra artística es el espejo más o menos límpido, de una emoción, o de una serie de emociones. Comprimir las emociones inofensivas es siempre una impiedad, i a veces puedes ser el inconsulto motivo de la pérdida de futuros tesoros. Suspendamos el juicio y esperemos.’”

La “Edición Postumista” vio la luz, finalmente, en La Cuna de América) segundo número del mes de marzo, 1921, num. 19). A título de homenaje, La Cuna.. incluyó, por supuesto, una foto de Blanco Fombona, “Fundador de la revista LETRAS, en cuyos alvéolos colocó Moreno Jimenes los huevos del ‘Postumismo’”.
Pedro Conde Sturla es escritor
[email protected]
http://www.scribd.com/Pedro%20Conde%20Sturla

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