Drama y fantasía en “La viuda alegre”

La presentación de “La viuda alegre” en el Teatro Nacional hace necesario emitir impresiones, siendo un género en el que prevalecen otras artes.

La presentación de “La viuda alegre” en el Teatro Nacional hace necesario emitir impresiones, siendo un género en el que prevalecen otras artes.En este montaje se reveló una homogeneidad simplemente magnánime entre música (orquesta, solistas, coro y director), poesía, artes escénicas (en especial la actuación, el ballet y la danza), escenografía (pintura, decoración, arquitectura), maquillaje y vestuario, iluminación y otros efectos escénicos.

Independientemente de que esta modalidad logra su esplendor en el siglo XIX, al ver La viuda alegre es apreciable un proceso simbiótico fascinante. Pues se aprecia tanto de ópera florentina como de veneciana. En la medida en que acontecen los actos, se desarrolla un arte coreográfico cortesano, destacando la declamación musical, siendo los motivos: de amor, de drama y gloria.

Se destaca además la forma en que se intercalan las piezas musicales de baile para evitar la monotonía, características muy propias de la ópera francesa de los siglos XVII y XVIII, con influencias de la ópera cómica francesa de los siglos XVIII y XIX en que se incluye el diálogo hablado. Es asombroso cómo a los instrumentos le suceden los coros, los bailes, … hasta lograr una integración en la que más que buscar significados, el conjunto hace que se penetre en un universo de magia y fantasía que, de aflorar la sensibilidad, permite descubrir un estado del alma superior al que sólo se llega a través del arte. Entonces, siendo la opereta una combinación de manifestaciones varias, las impresiones son mayores.

La pieza recrea una interesante historia inspirada en una comedia de 1861 de Henri Meilhac, en la que Franz Lehár como compositor ha logrado dar un prodigioso y dinámico giro. Tres actos dan vida a la historia de una viuda rica que es asediada por la sociedad con la intención de retener su fortuna a través de un matrimonio arreglado con uno de sus conciudadanos. No obstante, a pesar de que son muchos los personajes que intervienen en la obra, vale destacar la intervención de Elizabeth Caballero en su papel de la viuda (Ana de Glavari) quien sorprende a todos en el escenario con sus magníficas entradas como soprano lírica, deslumbrando a todos con su registro vocal y que en ocasiones se une a la participación estelar de Gisela Zivic, que interpreta el papel de la bella “Valencienne” demostrando un gran dominio del escenario y una voz dulce y angelical.

Asimismo, participa Edgar Pérez en calidad del “Conde Danilo Danilowich” con una actuación impecable, de una tesitura homogénea y singular que nos guían a suponer que se trata de un tenor netamente dramático, contrario a Enrique Pina (Camilo Rosillón en la obra), quien a nuestro juicio pasa a ser un tenor lírico por la forma en que logra extender cada nota de “do” a “do”, fundamentalmente en los “solos”, apreciable además en su timbre claro y brillante y, por la resonancia pectoral en su voz, logrando cautivar cada vez que reaparecía en el escenario.

La obra en sí comprende una ópera musical con un estilo animado y anacrónico. Un espectáculo escénico con sucesión y alternancia de artes musicales, habladas y cantadas que sencillamente hay que ver tantas veces como sea posible.

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