Hubieran nacido en otro país y otra sería su suerte. Es mi pensar con relación a una persona especial muy cercana a mí y para con todas las de su misma condición, nacidas en el seno de familias de escasos recursos. Faltan políticas estatales para el apoyo y promoción humana de personas con síndrome de Down, autistas o cualquier otra forma de discapacidad cognitiva. Para esa creciente y desatendida población, forjar un destino más o menos feliz está sujeto a pertenecer a familias pudientes, en capacidad económica de costear programas privados de enseñanza especial o tratamientos de salud fuera del país. El resto padece la infame doble condena de su limitación congénita y el desamparo material.

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