El destino divino de la hermandad dominico-haitiana

Toda la estirpe iluminada rompió el silencio de los tiempos, comenzó a susurrar y apareció la revelación de la palabra, nos estamos abriendo paso.

Toda la estirpe iluminada rompió el silencio de los tiempos, comenzó a susurrar y apareció la revelación de la palabra, nos estamos abriendo paso. Tu fuerza es permanente en nuestras conciencias, despiértanos de la noche oscura, que amanezca con tus rayos de soles la plena armonía de nuestras dos naciones. Lo dijiste profesor Casado Soler: “La isla de la Cruz de Agua tiene que llevar el grito de su expresión más pura hasta los últimos límites de los mares y aún permanece callada”.

Y continúas diciendo maestro Ramón Rafael Casado Soler en tu Cantata de la Tierra: Viejo hermano, herrumbroso y macilento, ¿cómo pensaron las generaciones de aquellos tiempos?…, nos llenaron el alma de cieno y el corazón lo trocaron en un plantío de escopetas.

Viejo hermano, el pasado no permanece sin transmutarse en la historia].
Nos daremos las manos quienes no supimos comprender entonces el lenguaje desposeído de acentos, y no será el cansancio ni mucho menos los perversos planes de las potencias infernales que se creen dueñas del destino de los hombres, los que se impondrán, quienes superaremos todo cuanto se opone al Evangelio Civilizador de nuestros pueblos hermanos, seremos nosotros mismos, venciendo nuestras propias miserias, para renacer convertidos en Casta Iluminada.

El extinto presidente Joaquín Balaguer lo afirmo: “Continuamos creyendo que Haití y la República Dominicana están condenados, por su propia existencia en una misma isla, a vivir cada vez más unidos, conscientes de su fatalidad geográfica y de sus destinos comunes”. El camino ha de ser siempre el que nos proponga la armonía sincera, lejos de los discursos vocingleros de los políticos de ambas naciones. No podrán exonerar su responsabilidad histórica aquellos que solo intentan sembrar tinieblas en los dos pueblos para ocultar las propias.

 Comenzando un largo camino desde Haití a la Dominicana, investidos con la fuerza del Manifiesto Insular, dictado por la conciencia universal, hacia la construcción de la nueva moral, proclamamos sin titubeos: “Ya podemos escuchar la voz del peregrino que extendiendo ambos brazos en la cumbre del martirio un mandamiento de amor nos ordenó, una vida de santidad nos señaló. ¡Que despierte la humanidad a este mensaje arcano de hermandad!”.

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