Luis Muñoz en: La crisis dobla los sueños

El próximo 26 de este mes se presenta en el Atelier Der-Sonne, en Berna, Suiza, las obras del multifacético y admirado artista dominicano Luis Muñoz, quien gracias a su viva sensibilidad, que penetra y anima el conjunto de sus composiciones, ya sean estas a través de las artes visuales, de la música o de la expresión escrita, logra asimilar su propósito y, la forma con la cual quiere revestirse, se la apropia, convirtiéndola así en sustancia íntima. El simple hecho de contemplar los objetos, lo aleja, permitiéndole tomar el aspecto de cosas exteriores, es la sensibilidad la que se los acerca para convertirlos en obras de arte, transmutando así la esencia que revela el interior de las cosas, acercarlo también a su público.

La energía que habita en las obras de Luis Muñoz, devienen de la propia personalidad del artista, siendo esencialmente subjetivas. El creador pasa su tiempo como un explorador incesante, buscando aquellos elementos en el mundo sensible que harán posible la creación artística a partir de formas visibles y del color. Sí, ese color que lo hace tan caribeño y que guarda entre sus más variados tonos, fundamentalmente de azul, rojo y amarillo, los secretos de aquellas formas vernáculas, tan dominicanas como el artista, adquiriendo así su propio valor estético.

En sus pinturas, notaremos un ritmo cromático que revela un estado de enajenación, pareciera que el artista se transforma en Shaman, para comprender el estado de crisis que afecta nuestro sistema. En ese estar poseído, logra introducir la trama que busca comunicar como síntesis de sus profundas reflexiones. Pues Luis Muñoz no es de estos artistas que se encasillan en un tema o estilo particular, se trata más bien de tenerlo presente, no está tranquilo hasta haber marcado con carácter la forma cuasi perfecta de la fuerza viviente en la cual organiza y desarrolla la idea que se ha amparado en su imaginación.

Asumimos que el artista ha debido haber visto y observado mucho en el mundo que le rodea y ha estado en continuo conocimiento de los fenómenos interiores y exteriores, al tiempo de germinar y desarrollar en su seno grandes y numerosos sentimientos. Su espíritu y corazón deben estar sobrecogidos o agitados, antes de estar en situación de revelar en sus propias obras los enigmas de la vida.

No hay una técnica o un estilo particular que pudieran atribuirse a este genio de la experimentación. La propia obra le va exigiendo en su proceso lo que le hace falta, desarrollando un simbolismo sofisticado de conceptos y formas que fluye como principio a la crisis que dobla los sueños.

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Pierre Verger en el Palacio Nacional de Bellas Artes

El universo visual que propone el fotógrafo Pierre Verger nos hace ser testigos de sus investigaciones a partir de la homologación de sus daguerrotipos, con el interés de captar y describir las características naturales de aquellos espacios por donde transitó. Establece así un recorrido geográfico-cultural que posibilita interesantes diálogos desde el punto de vista estético, pero fundamentalmente, a partir de un juicio antropológico que le permite considerar al Caribe como puente conector entre la América Latina y el África.

Los antecedentes los encontramos en sus estudios de la diáspora africana, resultado de sus visitas al continente Madre y sus años de residencia en Salvador de Bahía, Brasil, donde logra adentrarse en la naturaleza de la religiosidad afro-descendiente, siendo nombrado con el tiempo como Fatumbi, nombre religioso que adquiere al ser consagrado como babalawo o sacerdote yoruba y que significa el que renació en el Ifá –sistema de adivinación-. De manera que su marcado interés por la tradición afro-descendiente se  legitima en el Caribe y encuentra cantera en sus prácticas del Camdomblé que es para Verger “una religión que exalta la personalidad; donde se puede ser verdaderamente como se es y no como la sociedad quiere que el ciudadano sea. Las personas que tienen algo que manifestar a través del inconsciente, en el trance, se da la posibilidad de expresarlo”. Y es justamente lo que logra captar con el lente, la visión psicológica del ser y de las cosas.

De los viajes de Verger por el Caribe desde 1932 hasta 1957, se registra su visita a Suriname, Trinidad y Tobago, Puerto Rico, República Dominicana, Guadalupe, Martinica, Haití y Cuba, pero es esencialmente de sus visitas a las últimas  cuatro islas que podemos establecer una lectura minuciosa y un análisis más detallado de los procesos inter-raciales característicos de la región. En el caso de República Dominicana, a pesar de su cercanía con Cuba y Haití, queda fuera de este diálogo porque la visita del artista a la media isla, coincide con la dictadura trujillista y para esa época estaban prohibidas las escenas que pudieran registrar la presencia de negros, uno de los principales puntos a tomar en cuenta por el autor.

La estructura de sus composiciones revelan la relación figura-fondo, siendo la fotografía en blanco y negro su especialidad, expresando a través de los subversivos contrastes de luces y sombras la dualidad interior exterior, lo negativo y positivo de las escenas  captadas en el momento, convirtiéndose así en el fotógrafo de la realidad documentada. Hoy, gracias a la Dirección de la Galería Nacional de Bellas Artes, la Fundación Pierre Verger y Odebrecht, podemos disfrutar de memorias de un pasado tan presente como el legado de Verger.

La autora es crítico y curador dominicana, egresada de la Universidad de La Habana, Cuba.

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Sobre curaduría: ¿Arte, ciencia o política?

A pesar de que el término “curaduría” existe desde hace buen tiempo, en la práctica artística es posible que resulte joven al oído de quienes nada tienen que ver con el arte en sentido académico. La función del curador ha sido, básicamente, la de velar por la relación entre el artista y el espectador. Esta relación se establece, por medio de la obra y la forma en que ésta se presenta al público.

La curaduría en su condición más académica, presenta retrospectiva de artistas o muestras de períodos que ameritan el criterio de un historiador de la materia que pueda facilitar la comprensión de un arte anterior a un público contemporáneo -por citar un ejemplo-, o bien, el proceso creativo de un artista a lo largo de su vida.

En contraposición, tenemos la curaduría de una muestra colectiva de artistas que son guiados por el curador para trabajar a partir de un tema específico. En tal sentido, el curador es una especie de guía entre el artista y el diálogo que pueda generar la muestra.

Ahora bien, adentrándonos a otro tipo de consideraciones más puntuales sobre si la curaduría puede ser ciencia, arte o política, diríamos que todo depende de cómo quiera interpretarse, puesto que existen los mecanismos necesarios para verle desde varias aristas. Como ciencia, podríamos contar con la Estética como filosofía y como objeto de estudio estaría la propia obra de arte. Nuestra idea científica se desarrollaría en función del tema de la exposición. Pero, considerando el nivel de interpretación, la pluralidad de significado y significantes que puede generar una propuesta curatorial en la práctica, diríamos que su nivel de selección, orden, montaje y legitimación del arte en escena, nos aportan elementos indispensables para considerar –aún no en el orden estricto-, la curaduría como ciencia, cuyo fin es la puesta en marcha de un conjunto de obras en función de un tema pre-determinado.

En el plano político, si bien, el curador es el que tiene la facultad de dirigir la acción de una exposición en beneficio de los intereses que motivan la puesta en escena de las obras de arte para una exposición determinada. Se analiza como el proceso orientado ideológicamente hacia la toma de decisiones para la consecución de los objetos de un grupo, a partir de un proceso de selección, para hacer de la muestra un arte de lo posible, a través de una política  que regirá de principio a fin el proceso del montaje.

De manera que, a nuestro juicio, la curaduría puede interpretarse como ciencia, política y arte en función de los usos y desusos del término. Estas posturas asumidas, revelan nuestra forma contemporánea de vislumbrar una de las profesiones más actuales, sin dejar de tener un alto grado de razonamiento y experimentación en ámbitos específicos, de los que se generan preguntas, se construyen hipótesis, se deducen principios y se elaboran presupuestos metodológicamente organizados.

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Y ahora: Centro Cultural Perelló

En los últimos tiempos, hemos notado la preocupación de ciertos sectores por preservar el patrimonio tangible de cada región del país; en el Este, por ejemplo, nos encontramos la Escuela de Arte y Diseño de Altos de Chavón, en el Noroeste, el Centro León y, recientemente en el Sur el Centro Cultural Perelló.

A propósito del recién inaugurado Centro Cultural Perelló en Baní, nuestra mirada tendrá como punto de atención la exposición: “Ámbitos enlazados”, una selección de la Colección del Banco Popular que integra: dibujos, pinturas y esculturas de artistas puntuales en la historia del arte dominicano en un tiempo que comprende buena parte del siglo XX, con excepción de una pieza del artista Miguel Núñez que data de 2001 y amplía el arco temporal.

“Ámbitos enlazados” nos hace estar en presencia de obras de reconocidos artistas como: Josep Gausachs, Celeste Woss y Gil, George Hasusdorf, Yoryi Morel, Jaime Colson, Justo Susana, Darío Suro, Paul Giudicelli, Gilberto Hernández Ortega, Clara Ledesma, Antonio Prats Ventós, Luichy Martínez Richiez, Guillo Pérez, Ramiro Matos, Ramón Oviedo, Fernando Peña Defilló, Eligio Pichardo, Ada Balcácer, Domingo Liz, Silvano Lora, Plutarco Andújar, Jorge Severino, León Bosch, Cándido Bidó, Leopoldo Pérez (Lepe), José Rincón Mora, Rosa Tavárez, José Ramón Rotellini, Iván Tovar, Elsa Núñez, Danilo de los Santos (Dinicel), Dionisio Blanco, Luis Bretón, Miguel Núñez y Enriquillo Amiama.

La puesta en marcha de una muestra cronológica precisando el devenir del arte nacional desde los primeros maestros de la ENBA –Escuela Nacional de Bellas Artes- hasta nuestros días, hubiese permitido al público –esencialmente banilejo- tener una referencia inmediata de cómo ha ido evolucionando el arte en nuestro país, al tiempo de ir educando la memoria con los nombres e imágenes de los más representativos artistas de la República Dominicana. Pero, se manejó una curaduría temática, a nuestro juicio muy intelectual, distribuida en cinco ámbitos, donde aparecen obras que al criterio de los comisarios pueden suscribirse a esos perímetros. El primero, Ámbito uno o del Espacio,  con dos puntos importantes: el “Entorno urbano” y el “Entorno Natural”; Ámbito dos o tiempo donde intervienen la “Faena” y el “Ocio”; Ámbito tres o cuerpo; Ámbito cuatro o drama y Ámbito cinco o mito.

En líneas generales, nos ha parecido una muestra fascinante, puesto que recoge un conjunto de piezas puntuales en el proceso de formación y/o consolidación de los artistas que la componen.

Felicitamos la encomiable labor del señor Rafael Perelló y de la familia, al instaurar este Centro Cultural en la región Sur del país, como legado de su empresa Industrias Banilejas,  pues confiamos que la institución contribuirá grandemente al desarrollo cultural, social y económico de la ciudad de Baní y las zonas adyacentes. ¡Enhorabuena!

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Más que urbano II

Si no ha visitado los últimos días el Palacio de Bellas Artes y dado una vuelta por el área de la cúpula, le recomendamos que pase un momento, pues al parecer han permitido que se intervenga una obra arquitectónica fascinante, supuestamente,  para la creación de una escultura. Eso es lo que muchos creen y al subir las escaleras, lo confirman, pues, no escapa a la vista una cantidad de objetos para la construcción: varillas, cemento, andamios… todo vedado con numerosas hojas de zinc que deslucen el lugar y un gran letrero tanto de un lado como de otro que anuncia: “Proximamente escultura”.

Existe la interrogante de cuál ha sido la intención que ha tenido nuestro “Argen-Taíno” Marcelo Ferder para mantener velada su obra cumbre en el conjunto de piezas que conforman la muestra “Más que urbano”. Nos queda la duda; ¿será cierto que se trata de una escultura? Al menos los materiales registran que será una obra fuerte, consistente y reveladora.

Sin embargo, es importante aclarar en tiempo que más que una escultura, el creador ha procurado edificar por medio de su experiencia, una pieza que remite cientos y miles de puntos de contacto con el sistema que opera a nuestro alrededor: obras inconclusas, proyectos a medias, el descuido, el desorden, el “mercantilismo partidarista”, bajo el concepto de “política”, elementos que podrían ser tomados en cuenta en una obra que hace la función de una construcción en proceso, pero al mismo tiempo, dada la armonía con el universo para lo que fue creada, logra un diálogo coherente entre la idea de lo que puede ser bello a la vista –por la percepción que pueda tener el público de la creación acabada- y lo útil, alcanzando un valor estético que lo hace una pieza de arte.

Pero, como bien señala el artista, “se trata de una meta-obra que habla sobre sí misma, de la imposibilidad de innovar en el mundo del arte contemporáneo”. Representa de forma filantrópica el yo interno, a través de un arte realizado con materiales simples, procurando alcanzar la cúpula –o lo que es lo mismo, nuestros sueños y esperanzas-. Y, ese abigarramiento de los elementos que componen la estructura, factura una obra hija del espacio, nacida y diseñada para el lugar que ocupa, lo que le otorga un carácter transgresor a la pieza.

Sintetiza los años de Ferder en el arte, logrando combinar por medio de la práctica artística su estado de nacional argentino con la de ciudadano dominicano, legitimando así su condición de “Argen-Taíno” en: “Próximamente escultura”. Palacio de Bellas Artes, hasta el 30 de septiembre.

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Más que Urbano

La nueva propuesta de Marcelo Ferder –Buenos Aires (1958)-, está compuesta por un conjunto de obras que en más de un 80% han sido ejecutadas a partir de desechos, logrando emplear lo no-biodegradable en objetos con fin estético.

Lo que más ha llamado nuestra atención ha sido la relación que existe entre el conjunto de instalaciones y obras con la realidad del pueblo dominicano y todo esto, visto por el creador como una reflexión interior-exterior en su condición de “taíno-argentino” -nuevo gentilicio que auto-califica al artista-.

A sus 18 años viviendo en Santo Domingo, ha alcanzado la mayoría de edad que le confiere “la cédula de identidad y electoral”, motivo para exaltar el ánimo hacia la representación de lo cotidiano, de aquello que percibe al entrar y salir en un “grito desesperado” de legitimación y reconocimiento del “yo” que busca su identidad en el espacio en que habita. De ahí que sean 18 las obras que integran esta muestra.

El artista ha dedicado buena parte de su producción al estudio de las ciudades, logrando ordenar los fenómenos que se presentan, al punto de alcanzar fundir las lecturas que propicia la arquitectura, la sociología, la geografía, el paisajismo urbano y las ventajas que le confiere el propio arte, para lograr estructuras orgánicas como espejo de la realidad. Siendo la ciudad de Santo Domingo el gran laboratorio para la experimentación.

A nuestro juicio, las complejidades del entorno han provocado en Ferder la postulación de una faceta artística como antítesis de todo lo creado. Siendo distintos y opuestos los elementos que componen su arte, como viene siendo distinto lo físico de lo moral. Producto de esta dualidad, el espejo pasa a ser un elemento regulador como reflejo de la contraparte de los objetos, permitiendo que la estructura de la muestra sea lógica, simétrica, matemática, en un conjunto donde predomina el número y armonía.

El equilibrio pasa a ser la constante que fundamenta la base de cada objeto artístico y la presencia de líneas infinitas y círculos sucesivos, refrendan la esencia cíclica y perdurable de las cosas. Para el artista todo tiene un fin y lo confirma en sus obras que han sido diseñadas combinando las técnicas del arte con una serie de materiales extra pictóricos que devienen principalmente de ese “no lugar”, de esas “no personas” y de esos “no objetos” donde lo que es para unos, no es para otros y en ese re-juego, lo que a otros no les sirve, Marcelo Ferder lo emplea como elemento comunicacional para transmitir la poética de su universo visual, del que podemos convertirnos en cómplices en una visita al Palacio Nacional de Bellas Artes hasta el 30 de septiembre.

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Variaciones en la pintura de Hilario Olivo

En una lectura a las obras de Hilario Olivo, nos ha dado por pensar que en la vida siempre vivimos en una dualidad de realidades; lo que es y no es, lo que fue y lo que será. Se superponen hechos, sucesos y se anticipan ciertos elementos de lo que deseamos en el inconsciente. Existe en nuestro interior una serie de situaciones que a veces no sabemos cómo explicar.

Pero en ocasiones, esas ansiedades del día a día, donde mejor encuentran cantera es a través del arte. Sin embargo, ese arte no expresa de forma palpable lo que realmente sentimos. Pues, dado su carácter subjetivo, nos da la posibilidad de transformar los planos y configurarlos a la manera del artista y conforme a su momento histórico, claro está, es el medio por excelencia para expresar lo que realmente sentimos.

A pesar de que siempre nos ha interesado conocer la opinión del artista sobre lo que refleja en el cuadro, ha pasado esta vez que nos han permitido explorar en cada pieza. Hemos podido leer entre líneas, superposición de planos, multiplicidad de colores; en un primer momento cálidos y en un segundo fríos, transparencias que se asoman como esos seres extraños que constantemente invaden las obras de Hilario Olivo y a los que él suele denominar en ocasiones: “Aparecidos nocturnales” (2008).

La reciente muestra de Hilario Olivo en Umbrales Galería de Arte, muestra la sutil, pero significativa evolución del artista, quien ha querido presentar al público una serie de trabajos distantes en el tiempo, pero que de alguna manera remiten a buena parte de las más reveladoras etapas del artista. Variaciones, sí, las hay, tal como expresa el título que abre paso a este conjunto de piezas. Pues Hilario abandona el mundo expresionista abstracto de principios de los 2000 para entrar en nuevas figuraciones o configuraciones, además de una serie de planos quebrados a los que advierte como “Extraños Vitrales” (2010).

En la silueta de seres desconocidos, se amontonan una serie de sujetos y objetos delineados de forma expresiva y lacerados por una sucesión de líneas entre finas y gruesas que  vienen y van interceptando constantemente el cuadro de un punto a otro. La sensación que tenemos ante los más recientes trabajos de Olivo, es la opresión, el abigarramiento, la superposición, el encierro, lo intervenido y entremezclado. Un espacio sincrético que no encuentra punto de escape más que a partir del propio arte, ese que te da la posibilidad de liberar el alma y el pensamiento.

La muestra permanecerá abierta al público hasta el 18 de septiembre en Umbrales Galería de Arte, al frente de María Del Carmen Ossaye, en la C. José Joaquín Pérez No. 1. Gazcue, Santo Domingo, R.D.

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Con pasos firmes: Luz Severino y Robert Manscour

En Arte San Ramón  hasta el 23 de septiembre.

Desde hace varios años, hemos venido escuchando voces que nos hablaban de una pintura enteramente caribeña, por sus colores, por su esencia. Esa memoria pictórica de la que una vez tuvimos noticias, pudimos confirmarla y apreciarla la noche del martes en Arte San Ramón, en un conjunto de piezas que sincretizan los sueños y esperanzas de un colectivo en un arte enteramente fascinante, donde innumerables rostros, escapan a las veladuras transparentes de fuertes tonalidades planimétricas en combinación con un gran estallido de líneas que revelan una sutil impronta pueril. Pues, en ocasiones, se asemejan a las expresiones de un niño, pues han sido trabajadas con el goce divino que propicia un alma plena y meramente sensible como lo es la de la propia Luz Severino.

En esta nueva propuesta de la artista, si acogiéramos la muestra desde un onirismo perceptible en que el propio espacio expositivo se convirtiera en un portal que nos llevara al interior de la obra, pudiera interpretarse que esos rostros a veces primitivos y poco estilizados de sus pinturas, escapan al lienzo y se transforman en figuras de cristal sujetas a un soporte en metal.

Pero volviendo a la realidad, nos percatamos que no son otras que las piezas escultóricas del artista martiniqueño Robert Manscour, quien luego de una visita complaciente a República Dominicana, regresa con un proyecto artístico suficientemente original, basado en la fundición en altas temperaturas de varios materiales como: pajilla de alambres, periódico, revistas, los cuales adquieren diferentes formas y texturas que, en  el proceso de creación logra un único elemento a modo de collage acristalado, generando un concepto enteramente artístico.

Bia Bil, voces que dan paso al conjunto expositivo de Manscour, no es más que la expresión del pueblo martiniqueño al tiempo del carnaval, cuando el pueblo sale a la calle y se viste de rojo y negro, sacando sus máscaras y al ritmo de una canción que varía cada año, gritan a una voz Bia Bil, Bia, Bil. Para el artista esta expresión no es más que un momento en el que sale la verdadera personalidad de cada cual, sus verdaderos sentimientos y anhelos.

Al igual que Luz Severino, Manscour va a trabajar formas figurativas abstractas. Sin embargo, ese abigarramiento y carga cromática que apreciamos en las obras de Severino, aparecen de forma menos saturadas en las piezas escultóricas de Manscour, dando cuerpo al cristal como elemento esencial de la pieza.  Pero al observar las imágenes de la producción anterior del artista, son mayores los puntos de contactos entre este par caribeño.

Con pasos firme, una muestra donde pintura y escultura se funden en un paraíso que recrea el carnaval que transfigura los rostros de nuestra identidad.

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