¿Chile, Brasil o México?

Durante las últimas décadas, Chile, Brasil y México han registrado progresos notables.

Durante las últimas décadas, Chile, Brasil y México han registrado progresos notables. Altos niveles de crecimiento económico, elevados flujos de inversión extranjera, bajas en sus tasas de desempleo, reducciones apreciables de los niveles de pobreza y expansión de la clase media caracterizan, con algunas diferencias, los resultados de las tres economías más importantes de la región.

La tasa de crecimiento anual promedio durante el período 2003-2012 fue de 4.7% en Chile, 3.7% en Brasil y 2.5% en México. No fue mayor por la crisis financiera mundial del 2008-2009. Para sostener el crecimiento, los tres están conscientes de la importancia de las políticas públicas que favorezcan elevados niveles de inversión, financiadas preponderantemente por el ahorro interno. El año pasado México registró niveles de inversión bruta de 25.5% del PIB, seguido por Chile con 22.7% y Brasil 20.5%. Los tres saben que para crecer como logró hacerlo el sudeste asiático en sus años dorados, deberán mostrar niveles de inversión todavía mayores. Los desbalances macroeconómicos han sido evitados gracias a niveles de ahorro nacional relativamente altos, especialmente, en Chile, con un 29.2% del PIB. México con 24.0%, y sobretodo Brasil, con 19.4%, tienen que esforzarse más.

Los tres han exhibido un firme compromiso con la estabilidad. El año pasado, la inflación fue de 3.1% en Chile, 3.9% en México y 5.5% en Brasil. No importa que los gobiernos de esos países sean de centroderecha o centroizquierda, el criterio predominante es que la inflación controlada es un activo que debemos proteger.
También valoran la sostenibilidad de las finanzas públicas y entienden que los elevados déficit fiscales son insostenibles y perjudiciales. El año pasado, Chile cerró con un superávit de 1.8% del PIB. México y Brasil con un déficit de 1.9% y 3.0%, respectivamente. El Gobierno brasileño es el que más recursos extrae de la población, cerca de 36% del PIB el año pasado, seguido por el chileno con 24.4% y el mexicano con 23.1%. De los tres, Chile tiene la menor deuda pública, 10.4% del PIB, seguido de México con 27.7% y Brasil con 53.9%. Las calificaciones de sus bonos son las más mejores de la región. Moody’s coloca a Chile a la cabeza con Aa3, seguido por México con Baa1 y Brasil con Baa2.

Chile tiene la economía más abierta, con un índice de apertura de 80.2%, seguido por México con 73.8%, y bien distante, Brasil, con 31.5%. Estos índices reflejan los diferentes niveles de desgravación arancelaria unilateral que han llevado a cabo los tres países y el número de acuerdos de libre comercio firmados. Chile tiene 16 acuerdos de libre comercio. México tiene 12 tratados de libre comercio con 44 países. Brasil, sin embargo, apenas exhibe los cuatro TLC que Mercosur ha firmado con Chile, México, Perú e India. Los brasileños, al tener un mercado interno tan grande, piensan que pueden crecer de manera sostenida sin necesidad de abrir totalmente su economía al exterior y exponer a sus empresas a una competencia intensa. Algunos piensan que esto podría restar ímpetu al crecimiento económico futuro de la economía más grande de la región.

Los tres saben que los déficit de cuenta corriente de balanza de pagos muy elevados, tarde o temprano, derivan en procesos devaluatorios agudos o pérdidas de reservas. Por eso han entendido la necesidad de coordinar muy bien sus políticas fiscales, monetarias y cambiarias para evitar permanentemente déficit externos elevados. El año pasado, los tres exhibieron resultados que para cualquier otro país serían metas a alcanzar: México 1.1% del PIB, Chile 1.8% y Brasil 2.2%.

Con políticas económicas comprometidas con la estabilidad, los tres se han beneficiado de niveles saludables de inversión extranjera. En el período 2002-2012, Chile recibió un promedio anual de 3.5% del PIB en forma de flujo neto de inversión extranjera,  México 1.8% y Brasil 1.7%. Los tres disfrutan de elevados niveles de reservas de divisas. A Brasil con US$371 billones, le sigue México con US$150 billones y Chile con US$42 billones. Los tres reconocen la importancia del crédito para estimular el crecimiento y mejorar las oportunidades de expansión de las empresas de todos los tamaños.  En Chile, el crédito doméstico alcanza el 71% del PIB, en Brasil ha aumentado de 33% del PIB en el 2002 a 69% en el 2012.  México es el que más rezagado se encuentra, con un 35%.

Los tres han logrado reducir gradualmente los niveles de desempleo. El año pasado el desempleo fue de 5.5% en Brasil, 5.8% en México y 6.4% en Chile, niveles que comparan favorablemente con el vigente en la mayoría de los países europeos y Estados Unidos.

Chile y Brasil han sido los que más progreso han exhibido en materia de reducción de la pobreza. Chile tenía un nivel de pobreza de 38.6% en 1990. En el 2011 se redujo a 11.6%, para una caída de 27.6 puntos porcentuales. En Brasil, bajó de 48% a 20.9%, para una caída de 27.1 puntos. En México descendió de 47.7% en 1989 a 36.6% en 2010.

Los tres están conscientes de la importancia que tiene la clase media como sostén del sistema económico y fuerza estabilizante del sistema político. Chile ha sido el más exitoso en el objetivo de conformar una clase media poderosa.  Las estimaciones más recientes establecen que la clase media chilena alcanza al 43% del población. En Brasil se ha expandido pero todavía representa el 32% de la población. México va más rezagado, con una clase media equivalente al 27% de la población. Los tres tienen una “clase vulnerable”, que se encuentra entre la pobre y la media, relativamente alta: 39% en Brasil, 41% en Chile y 44% en México.

De los tres, Chile es el que muestra mayor nivel de efectividad del gobierno, medida como el nivel de madurez y responsabilidad de las instituciones gubernamentales. Este índice, que va desde -2.50 hasta 2.50, es de 1.17 en el caso de Chile, 0.32 para México y -0.01 para Brasil. Han sido estos resultados positivos lo que ha llevado a muchos analistas a escribir sobre los éxitos y bondades del modelo chileno de economía social de mercado chileno, del modelo brasileño de crecimiento con redistribución e inclusión social y del modelo aperturista mexicano.

Y eso nos trae de nuevo a uno de los debates que más espacio ha tomado en los medios de comunicación del país: la necesidad de cambiar nuestro modelo económico. Unos dicen que está agotado, que ya no da más. Otros, que ha fracasado porque la pobreza, que era de 47% en el 2002, apenas ha bajado a 42% en el 2011. O peor, si se toma el índice de pobreza monetaria con metodología del BID-Banco Mundial, que pasó de 27.2%  de la población en general en abril del 2000 a 34.3% en octubre del 2011.

Particularmente pienso que nuestro “modelo” tiene muchas cosas parecidas a la de los tres modelos más exitosos de la región. Ha producido niveles de crecimiento, según el Banco Central, de 5.4% durante el 2003-2012, superior a los de los modelos chileno, brasileño y mexicano. Hemos entendido y asumido la estabilidad macroeconómica como un activo a defender y proteger. Hemos asimilado que dada la pequeñez de nuestro mercado interno, debemos imitar más a Chile y a México, y menos a Brasil, en la necesidad de abrir nuestra economía al exterior. Y lo hemos hecho. Al igual que Chile y Brasil, hemos entendido la importancia de los programas de asistencia condicionada a aquellos segmentos de la población que no pueden valerse por sus propios medios. El programa Solidaridad, que retoma y magnifica la iniciativa del subsidio condicionado a la asistencia escolar de la Tarjeta de Asistencia Escolar que se inició en el 2001, no es muy diferente a los programas de subsidios focalizados condicionados que se iniciaron hace décadas en Chile y a la Bolsa Familiar que en el 2003 inició el Gobierno de Lula en Brasil, partiendo del programa del subsidio condicionado a la asistencia escolar denominado Bolsa Escolar que había iniciado años antes el gobernador de Brasilia, Cristovam Buarque.?Como se puede advertir, nuestro “modelo” no es tan malo como muchas veces se piensa. ¿Por qué entonces no han producido mejores resultados en términos de reducción de pobreza? Porque a nuestro modelo, desde hace tiempo, necesita algunos ajustes fundamentales.

Nuestro “modelo” no puede reducir pobreza como el chileno y el brasileño con los niveles actuales de recaudación que percibe el gobierno. Como ha dicho el FMI, se necesita un esfuerzo tributario mucho mayor. Brasil con 36% de ingresos fiscales y Chile con 24% pueden exigir más a su modelo que nosotros al nuestro con apenas un 13%. Es obvio que muchos de los que hoy reclaman el cambio de modelo, no querrán cambio si esto se incluye en el menú.

En México, cuyo gobierno recibe un 23% del PIB en forma de ingresos fiscales (incluyendo la renta petrolera estatal), han entendido que este monto es insuficiente. El presidente Peña Nieto ha comenzado a introducir ajustes al modelo mexicano, sin temer al costo político de los mismos. La reforma educativa y la introducción de competencia de los mercados internos dominados por monopolios y oligopolios, son dos ejemplos. Pero el más trascendental de todos es la decisión del nuevo gobierno de ampliar considerablemente la base imponible del IVA, eliminando la mayor parte de las exenciones. El gobierno de Peña Nieto entiende que esta medida permitirá al gobierno fomentar la formalización de cientos de miles de empresas y personas que operan en la informalidad, mientras provee al gobierno de recursos que se invertirán en programas de reducción de pobreza.

La propuesta, que viene del secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, un economista con un Ph.D del MIT, es similar al pensamiento que en materia tributaria ha estado promoviendo la nueva izquierda latinoamericana (o la alternativa progresista de la región) encabezada por Roberto Mangabeira Unger, profesor brasileño de teoría social y filosofía de Harvard y quien sirvió como ministro de Asuntos Estratégicos en la segunda administración del presidente Lula en Brasil.  Unger considera que de nada sirve un sistema tributario progresista si no recauda. Afirma que Estados Unidos, que tiene, en el papel, el sistema tributario más progresista entre todas las democracias industrializadas ricas, es el sistema que menos recauda, mientras que otros que dependen más de los impuestos al consumo, como Francia y Dinamarca, recaudan el doble. Ojalá que los líderes e intelectuales de nuestra izquierda progresista eventualmente decidan apoyar el más importante de los ajustes que necesita nuestro modelo económico.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas