El amor sí existe

A veces, conversando con mis compañeras y compañeros de trabajo o de estudios, sale a relucir el tema del matrimonio, las relaciones consensuales o el noviazgo. En la plática, no falta aquel que afirma creer firmemente en el casamiento legal o…

A veces, conversando con mis compañeras y compañeros de trabajo o de estudios, sale a relucir el tema del matrimonio, las relaciones consensuales o el noviazgo. En la plática, no falta aquel que afirma creer firmemente en el casamiento legal o religioso, tampoco se ausenta el o la que ni muerta firmaría un libro del Registro Civil para quedar atada en unión matrimonial.

Es bueno resaltar, que aunque un considerable número de personas cree en el amor, no piensa en atar su vida, por el sagrado vínculo del matrimonio, a nadie. Es una pena que los engaños, las mentiras y la facilidad con que las personas pueden saltar de una relación amorosa a otra, hayan hecho perder la fe en el sentimiento más sublime que puede llegar a sentir un ser humano por otro.

En el amor, creo por encima de todas las cosas del mundo, a pesar de la falsedad y de la traición, a pesar del dolor, del sufrimiento, a sabiendas de que solo se pueda disfrutar de breves momentos de felicidad y de compañía.

Pero aún basado en el más sincero amor, el matrimonio sigue siendo un contrato, a través del cual un hombre y una mujer forman una masa común de bienes, o lo que es lo mismo, una comunidad en la cual entran otros intereses que terminan aniquilando los sentimientos.

Conozco parejas que ya no soportan ni verse, pero cuando piensan en una figura jurídica llamada partición de bienes de la comunidad, la cual implica dividir todo el patrimonio que han acumulado durante sus años de casados, y más aún, si uno de los dos ha aportado muy poco o nada a ese patrimonio, prefieren quedarse casados, aunque en aquella casa se repita la historia de las famosas películas “La guerra de las Rosas” y “Kramer vs. Kramer”. Dos historias que cuentan el infierno en que se convierte la vida de una pareja que quiere divorciarse, pero que algunos detalles de índole económico se lo impiden.

Respeto a quienes se casan y felicito y deseo lo mejor a quienes están por hacerlo. En realidad, creo que eso obedece a que los seres humanos no nacimos todos para lo mismo, unos son buenos deportistas, otros solo espectadores, unos son grandes artistas, otros son sus fanáticos y así sucesivamente. Creo en el amor porque más que nadie sé de su fuerza transformadora, de la pasión inmensa que puede despertarnos y de la desesperación y la tristeza cuando tememos perderlo. l

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