50 años de historia de las FARC

El 9 de abril de 1948, a la 1:00 p.m. Jorge Eliezer Gaitán muere de tres disparos cuando salía de su oficina en Bogotá a almorzar.…

El 9 de abril de 1948, a la 1:00 p.m. Jorge Eliezer Gaitán muere de tres disparos cuando salía de su oficina en Bogotá a almorzar. Inmediatamente después, la multitud que presenció el crimen, sobre todo personas humildes, venduteros, limpiabotas y dueños de pequeños comercios, dieron alcance al asesino y lo mataron a golpes en plena calle.

Esta sería otra historia de asesinato más y de posterior linchamiento del perpetrante de no ser porque Gaitán era un abogado y dirigente liberal que enfrentaba de manera frontal al gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez, y que contaba con el favor y la simpatía de los sectores más humildes y depauperados de Colombia. Amén de que, el día anterior a ese suceso había estado reunido con Fidel Castro en esa misma oficina y habían hecho una cita para encontrarse de nuevo a las 2:00 de la tarde de ese día, encuentro que lógicamente no pudo efectuarse a raíz del “coincidencialmente” trágico hecho ocurrido.

Este suceso produjo revueltas y la respuesta contundente del gobierno dejando como saldo una cantidad desconocida de muertos y como resultado social el nacimiento de grupos de guerrilla de corte comunista que atacaban eventualmente en distintos puntos de la capital, hasta que en 1953, la mayoría de ellas se desplazaron hacia el sur de Colombia, en donde surgieron, fundadas por Manuel Marulanda, alias “Tirofijo” en 1964, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Podríamos pensar que estas son las FARC que el pasado 27 de agosto firmaron en Cuba una hoja de ruta con el gobierno de Colombia para el inicio de diálogos de paz, sin embargo, aquel movimiento de izquierda que nació en el 1964 cambió radicalmente la esencia por la que fue fundado, que incorporaba a pobres, desplazados, campesinos sin tierra, y población oprimida por el gobierno y las multinacionales.

Las FARC ocupan hoy, presumiblemente, un espacio cercano al 40% del territorio de Colombia. Es prácticamente, por así decirlo, “un país dentro de otro”, con una extensión territorial casi del tamaño de la República Dominicana, sin embargo, sus actuaciones le han restado credibilidad a su ideología- si es que la tienen- y los hechos de violencia y virulentas acciones de terror que patrocinan y efectúan, le han granjeado la denominación de grupo terrorista en un gran número de Estados de la Comunidad Internacional.

Su comandancia ha llevado a cabo acciones internacionales con el propósito de que se le denominase “grupo beligerante”, pues en el Derecho Internacional Público, tal calificación le otorgaría una serie de beneficios similares a los que están investidas las facciones disidentes en conflicto armado dentro de un Estado y los grupos paramilitares y/o políticos con arraigo y reconocimiento internacional, tal como la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), lo que le daría la oportunidad, primero, de eventualmente negociar sobre la premisa de ser detentores de un estatus superior, y segundo, acaparar potencial político capaz de llevar a sus representantes a algún estamento de dirección del Estado.

Estas pretensiones no han prosperado más que en Venezuela y, además en Ecuador, en donde se le ha dado el estatus de “grupo irregular”, acepción sui generis, que no encuentra asidero en el derecho internacional público pero que le permite resolver diplomáticamente a Correa ante la actitud asumida por Venezuela frente a las FARC.

Hoy veo con enorme agrado el inicio de negociaciones entre el gobierno de Colombia y las FARC, aunque se hace difícil evitar cierta dosis de escepticismo. Es el cuarto intento. He leído el acuerdo y, por lo ahí descrito, se negociará sobre seis temas en específico, uno más difícil de concretar que el otro. Pero me llama la atención en especial uno: Artículo 3, numeral 2: “Dejación de las armas, reincorporación de las FARC a … la vida política”. Y pienso si Colombia aceptaría a un Timochenko o a cualquier otro jefe de esta guerrilla, que tantas veces se asocian a actos de terror y muerte, como senador o incluso eventual presidente de un país “reconciliado”.

Por lo menos han sido realistas y no han pactado cese al fuego, pues de todas formas ninguna de las partes lo respetan y me gusta que han sido pragmáticos al decir, al final del acuerdo: “el principio que rige las negociaciones es que nada está acordado hasta que todo esté acordado”. Esperaremos.

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