La particular métrica criolla

El rico folklore dominicano se acrecienta con la dinámica evolución de su bulliciosa sociedad. Las medidas, que se suponen unidades homogéneas en todo el universo, adquieren características muy criollas, casi siempre, unos pocos, aprovechan…

El rico folklore dominicano se acrecienta con la dinámica evolución de su bulliciosa sociedad.

Las medidas, que se suponen unidades homogéneas en todo el universo, adquieren características muy criollas, casi siempre, unos pocos, aprovechan la ignorancia de muchos.

En la dictadura trujillista se creó, por la Ley de Alcoholes, un “galón dominicano”, que equivale a tres litros, en contraposición con la genuina medida que se acerca a los cuatro litros, para recaudar más impuestos de los productores, que, como correa, trasmiten al cliente. En el campo, se compra por kilos, pero, al consumidor final se detalla en libras.

Hemos mezclado sistemas de medición universales: cuando se calcula el rendimiento de vehículos, se habla, de kilómetros por galón, perteneciendo este último al sistema inglés y el primero al sistema métrico decimal.

Los importadores de planchas de acero, tolas, las compran con medidas métricas, pero las venden por el peso teórico de lo más cercano en pulgadas.

Lo mismo sucede con los vendedores de cristales que le preguntan al cliente si quiere, “americano o europeo”, en engañosa jerga comercial, significando la diferencia entre la medida en pulgadas y en el sistema más difundido, que es el métrico.

La “botella”, es medida criolla que los entendidos dicen que contiene 750 mililitros, acercándose a la medida volumétrica de la botella de vino que contiene 756.3, ml en los países productores del néctar de Baco.

La tercia, de volumen variable, se supone un cuarto de litro. Un “pote” es equivalente a la botella, pero se refiere a “romo”. La “tarea”, medida agraria que corresponde a 629 metros cuadrados, existe en otros lugares, pero difiere en el área, para hacerla más autóctona. El “cerón”, sin paralelismo, es imprecisa medida que dejaba conformes a suplidores y clientes en el campo dominicano.

La “lata” es otro elemento volumétrico muy socorrida en la compra y venta de limones, cerezas y carbón, en la cual uno trata de servirla rasa y el comprador de exigirla con “moña”. Los que comerciaban con yagua utilizaban la medida del “caballo” sin que nadie me haya podido precisar en qué consistía. En los aceites lubricantes tenemos onzas fluidas, pintas y centímetros cúbicos, el CC. Los agroquímicos a pequeña escala se miden por “tapitas”. Las varillas se venden por quintales, la arena por metros cúbicos y el cemento por fundas.

La presión se mide en libras, pero la temperatura la concebimos en grados Celsius. La tela se expende en yardas, el solar en metros y el “chin”, la “ñinga” y el “chililín” contiene lo que quieras. El quintal, 100 lbs., para el que compra pescado a granel, precisa 110. El dominicano es “bilingüe” porque opera entre milímetros y pulgadas. El agua, se paga por metros cúbicos y la que se toma, por botellón. Ya no se vende por “cuartas” y la arroba (@), obsoleta medida de 25 libras, se mudó para lo cibernético con otra función. l

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