Sus grandes plantaciones de cacao, los jardines de amapola, las cascadas, las cavernas dispersadas en sus montañas y la fabricación artesanal de vino y chocolate, hacen de este valle un lugar digno de visitar

Hay pueblos que han salido del anonimato y han sido catapultados a la fama por diversas razones de carácter religioso, culinario, cultural; por fabricar un buen mabí, dulce; por tener valiosos peloteros, atabaleros, pero la agrícola comunidad de Vicentillo, en la provincia El Seibo, se ha ganado bien el calificativo de “valle encantado” y capital del ecoturismo en el Este.

Es que en este pedazo de tierra se desarrollan las más diversas actividades turísticas y por ser poseedora de extravagantes lugares para la exploración del ecoturismo en la región.

Sus grandes plantaciones de cacao, los jardines de amapola, las cascadas, las cavernas dispersadas en sus montañas y la fabricación artesanal de vino y chocolate, utilizando como materia prima el cacao, hacen de este valle un lugar singular, encantador y digno de visitar.

Sus acentuadas plantaciones de cacao son escenario desde el 2011 del “Tour de Chocolate”, una actividad que atrae, en tiempos de cosecha de cacao, a turistas nacionales y de diversas latitudes, que buscan conocer del origen del cultivo del grano aromático, que tanto deleita el paladar a los mortales.

Las cascadas

Ocultas entre la correa de montañas de la cordillera Oriental o Sierra del Seibo, Vicentillo va dejando entrever en sus empinadas y boscosas montañas, una impresionante belleza de la naturaleza, como la cascada Limoncillo

“El Limoncillo”, ya se convirtió en uno de los destinos ecoturísticos más visitado de la zona, por la envoltura del agua sobre las rocas y su espaciosa charca.

Está asentada sobre el cauce del río Yabón y con la charca más espaciosa de que pueda tener cascadas en El Seibo, para el disfrute de visitantes.

Los nativos creen que las rocas que soportan el grueso de agua, fueron talladas por los indios, pero las hipótesis de los más sabios, aseguran que se trata de formaciones producto de lo accidentado del cauce del afluente, que en tiempos lluviosos, las rocas son cubiertas por el grosor del agua, haciendo del lugar un hermoso e impresionante espectáculo que asalta la vista humana.
Los excursionistas llegan con calor al brazo de mar de agua dulce, pero se van con frío, por lo gélida de sus aguas.

La visita a la cascada forma parte del paquete incluido en el Tour de Chocolate de la Asociación de “Mujeres Esperanza Unidas” y el Consejo de Desarrollo de El Seibo (Codepres).

Se ubica en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Saltos de La Jalda, una reserva científica creada por el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales en el 2009.

Es de fácil acceso y los trillos van definiendo el lugar, las pisadas humanas, descubriendo que vale la pena llegar para disfrutar, pues la temperatura cambia a medida que se acerca a la estructura de aguas y rocas.

Inhalar aire aquí es abrir los pulmones a un paraíso, donde la naturaleza te lo brinda todo para seguir viviendo.

Creencias

Aquí se tiene la creencia de que las adolescentes no deben pisar la flor cuando cae al suelo, porque, según muchos nativos, esto despierta el apetito sexual.

Añosos productores aseguran que muchos matrimonios se produjeron en el pasado siglo XX en la zona, después que niñas campesinas de 13 y 17 años pisaban la flor de amapola, a la que atribuyen poderes afrodisíacos.

Cuando las flores caen van alfombrando el suelo y haciendo una espesa masa de color rojo en los caminos reales.

En la primavera sus hojas hacen perder la vista en la lejanía, restándole protagonismo a las demás plantaciones de árboles de la zona, que quedan opacadas por el intenso rojo que nos regalan los bendecidos árboles de amapola.

Con el movimiento de los vientos alisios, que soplan más intensos entre las hondonadas de las montañas de la cordillera Oriental, las amapolas se tornan más perceptibles y sus movimientos casi hechizan a los expectantes, que mueven la vista según mueva el viento el amplio follaje rojo, que como melena de mujer se balancean de un lado a otro.

Desde algunos puntos altos de la carretera se ven como si estuvieran sembrados en surcos, dado la simetría que hacen en la alineación montañosa de la cordillera Oriental.

El cultivo de la amapola se acentuó en Vicentillo después del ciclón Georges (1998), cuyos vientos pudieron transportar semillas que se incrustaron en la tierra con la escorrentía pluvial, haciendo de esta zona un verdadero jardín botánico.

Tour de Chocolate

Otra actividad que mueve el turismo rural, es el Tour de Chocolate, promovido por la Asociación la Nueva Esperanza de Yabón, una institución compuesta por mujeres emprendedoras, que han hecho del cacao una empresa exitosa en la fabricación de vinos, bombones y chocolate artesanal.

Cada 15 días decenas de turistas recorren fincas cacaotaleras, donde conocen todo lo concerniente al origen, siembra, poda, fermentación, elaboración de vino y chocolate, bombones y comercialización del grano aromático.

Las cavernas

Cuenta con atractivas cavernas que recrean con sus pinturas indígenas la cultura taína.

Las más visitadas son Doña Ana, ubicada en la comunidad del mismo nombre, próximo al Rancho Turístico Doña Callita; Sixto y Yael en Palo Seco, donde todavía se hallan piezas talladas por los indígenas.

El vino y el chocolate

La elaboración del vino añejado y el chocolate artesanal es una responsabilidad de la Asociación de Mujeres Esperanzas Unidas, una institución sin fines de lucro, conformada solo por mujeres de San Francisco-Vicentillo.

Sus inicios datan de 1970 cuando un grupo de mujeres se armaron de valor y arrojo, y decidieron no sólo ser amas de casas dependientes de sus maridos, sino también entes productivos y útiles para su hogar y para su comunidad.

Es así como emprendieron la fabricación de espejos y de jabones, y luego pasaron a la elaboración de productos derivados del cacao de manera artesanal.

Son las primeras emprendedoras de su género en el Este y su empresa ha logrado tener apoyo del Gobierno central y de agencias de cooperación internacional, para mantenerse operando y produciendo vino, bombones, chocolate y otras exquisiteces, que comercializan en los hoteles turísticos de Bávaro y Punta Cana y supermercados de la región y Santo Domingo.

Son queridas y admiradas por haber logrado concitar la atención del país por la forma de elaborar los productos derivados del cacao.

Te dan a probar el vino, el chocolate y bombones, pero saborear te lleva a comprar, por el sabor natural y el olor que expide cada producto natural procesado.

En su tienda de expendio tienen una bodega donde añejan el vino en gigante.

Atabales

Las sonadas de atabales se producen en toda época y se realizan casi siempre para recordar un santoral católico o recordar a un familiar fallecido, que en vida pedía ese tipo de celebración.
Los hombres y mujeres de Vicentillo son mecedoras bailando, dado a los extravagantes movimientos de balanceo que realizan cuando tienen una buena pareja y la pieza musical se hace con cupé, con sazón de güiro y tambora.

Plan Maestro

Es una comunidad que apuesta al ecoturismo y el turismo sostenible, por ello la alcaldía de la comunidad, dirigida por José Manuel Ortega, ya puso en ejecución su “Plan maestro de desarrollo ecoturístico”, con el cual buscan poner a operar unas 12 microempresas, como parte de la cadena de valor vinculadas a los servicios de turismo comunitario sostenible. Pero el plan tiene como objetivo principal, poner en valor los atractivos naturales y culturales de esta comunidad, creando las condiciones mínimas necesarias para atraer a visitantes nacionales extranjeros, así como oportunidades para los jóvenes y toda la gente.

Jardines de amapolas

Cuando apremia la primavera, en Vicentillo también llegan los galanes jardines naturales de amapola, que dan vistosidad a la comunidad y hacen replicar anécdotas y creencias, que para algunos mortales parecen inverosímiles.

Visto desde paradores a bordo de la carretera Vicentillo-Yabón, los jardines dispersos en los cuatro puntos cardinales del distrito municipal San Francisco-Vicentillo, constituyen un verdadero espectáculo de la naturaleza, que sirven de paragua a las empinadas montañas, plantaciones de cacao y valles, agradando a turistas y llevando colorido al campo. Cualquiera pudiera pensar que la siembra de los árboles de amapola que engalanan las montañas de Vicentillo fueron sembrados pensando en el ecoturismo, pero no, son cultivos que tienen más de 60 años, cuando casi nadie hablaba de ecoturismo en el país.

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