El panorama es desolador. Infantes de todas las edades con quemaduras profundas en sus frágiles cuerpos y padres traumatizados por el accidente que no pudieron evitar.
El panorama es desolador. Infantes de todas las edades con quemaduras profundas en sus frágiles cuerpos y padres traumatizados por el accidente que no pudieron evitar.
Edificio que albergaría la nueva unidad de quemados del Hospital Robert Reid se convirtió en un viejo depósito

Es el último lugar donde una madre o un padre quieran estar: la sala de emergencia del Hospital Pediátrico Robert Reid Cabral en espera de un turno para que un equipo médico evalúe y cure las quemaduras de niños que muchas veces no entienden por qué están allí.

A la unidad de quemados del referido centro llegan entre ocho a diez pacientes todos los días con quemaduras importantes producidas en un 85 % por bebidas y alimentos calientes, el resto por contacto directo con el fuego y, en menor proporción, por electricidad.

Una vez allí, te haces consciente de que te enfrentas a un proceso largo, tortuoso y doloroso que puede tardar semanas o meses. Todo dependerá del grado de las lesiones y la evolución del paciente.

El panorama es desolador. Infantes de todas las edades con quemaduras profundas en sus frágiles cuerpos y padres traumatizados por el accidente que no pudieron evitar.

Por fin llega el turno y subo con mi niño, que recién cumplía dos años, al área de curación, con heridas de segundo grado que una hora antes habían sido vendadas en el hospital más cercano al lugar del accidente: la casa donde ocurren la mayoría de estos eventos.

Era noche, el silencio y la baja iluminación hacían más triste el área que luego llamé el “cuarto del terror”, ese espacio donde niños pasan por el doloroso proceso de curación, pero que se convierte en una visita necesaria hasta lograr el alta definitiva.

Primero entró una joven mujer de nacionalidad haitiana con su pequeña en brazos con quemaduras en su cabecita producidas por un chocolate caliente. Sus llantos atravesaban la puerta cerrada y el alma de cualquier humano. El polvo de bebé que había colocado su madre sobre sus heridas es de esos tantos errores que se comenten por desconocimiento.

Estando allí, te das cuenta de las carencias de la única unidad de quemados para niños en el Gran Santo Domingo y segunda en todo el país, además de la del hospital Arturo Grullón, en Santiago.

15 años esperando un cambio

El doctor Andrés Nieves, quien tiene 31 años dirigiendo la unidad, no esconde la realidad. “Realmente las condiciones para nosotros tratar pacientes quemados no son las mejores, no son las adecuadas. Estamos trabajando en espacios reducidos con pacientes por así decirlo, hacinados, sin clasificar, sin separar”, cuenta a reporteros de elCaribe desde un humilde local del emblemático hospital.

En medio de la entrevista, muestra a través de las ventanas de la oficina que ocupó durante mucho tiempo, un edificio gris, cuya construcción inició hace 15 años.

La posible demolición de un edificio no entregado

Lo que se proyectó como una moderna unidad de quemados pediátrica está convertida en un viejo depósito de materiales y equipos aparentemente inservibles, ubicada en la parte trasera de la emergencia del hospital en la que algunos niños quemados pasan hasta tres días recibiendo atenciones mientras se desocupa una cama de las dos únicas salas de recuperación.

“Si esa unidad hubiese estado funcionando…”, dice el galeno, quien desde que gerencia la unidad ha visto pasar a varios directores del hospital, incluso cambios de gobiernos.

Explica que el proyecto empezó a gestarse en el 2007. “Inclusive tuvimos la oportunidad de viajar para conocer y poder asimilar parte de lo que sería lo ideal”, narra.

“Según lo que nos informaron en una de esas visitas es que por el tiempo, la falta de estructuras, seguimiento, ellos hablaron de demoler para hacer una torre y en esa torre incluir la unidad, en dos pisos. Se nos dio información de que parte de los equipos y los materiales se llegaron a comprar, pero todo esto se diluyó”, lamenta.

Ya en frente del edificio inconcluso, dice a este medio “esta hubiese sido la entrada de emergencia… Son planos y proyectos que Dios permita que se concreten en algún momento”, expresa.

Una moderna unidad

La construcción fue diseñada para albergar áreas administrativas, quirófanos, salas separadas de urgencias, de atención intermedia, intensivo crítico, terapias, laboratorios, entre otros espacios que la convertirían en una moderna unidad de quemados.

Dado sus años de experiencia y la pasión con que hace su trabajo, según se comenta en el personal médico, ha ganado el respeto allí dentro. “Ilustre doctor”, le dice un empleado aparentemente de mantenimiento mientras se dirigía a mostrar a elCaribe la inconclusa obra.

“Aunque mi función como jefe del servicio es administrativa, yo nunca he dejado de operar” declara a este medio el especialista, quien asegura que pasa más tiempo en el quirófano que en la oficina.

¿Qué hace falta en la unidad actual?, pregunta elCaribe. “De todo, aparte de espacio, personal, condición, material, y sobre todo soporte”, confiesa.

La unidad de quemados que funciona actualmente en el hospital cuanta con dos salas con capacidad para albergar a 14 pacientes entre las dos. Ayer estaban totalmente ocupadas.

Hacinamiento en los pacientes

Cuando el doctor Nieves se refiere a hacinamiento, no necesariamente habla de internos apiñados. “Cada paciente debe estar separado en un área, en un cubículo y a veces lo tenemos en salas separadas por cortinas o mamparas”, explica, estableciendo diferencias entre lo ideal y la realidad.

“No es lo mismo que usted tenga área especialmente diseñada para atender estos pacientes. No tenemos suficientes camas para todos los pacientes que recibimos, tenemos que mandar pacientes a áreas externas del hospital”, manifiesta.

¡Esto es un riesgo!, comenta elCaribe, a lo que el doctor respondió: “Pero tenemos que hacerlo”. Para ello, se identifican pacientes que tienen la condición para ser tratados en esas áreas.

“No podemos negarnos a atender un paciente, tenemos que admitírselo, no lo vamos a dejar morir en la calle. Hay veces que lo tenemos que tener tres días en emergencia”, revela el galeno.

“Son áreas no adecuadas, pero es lo que tenemos para responder”, comenta. La unidad que opera actualmente funciona con un personal compuesto por cuatro cirujanos, un pediatría que se ocupa de la estabilidad de los pacientes, 14 o 15 enfermeras y el apoyo del hospital en las áreas de laboratorio, psicología y nutrición.

Andrés Nieves, doctor de la unidad
Andrés Nieves, doctor de la unidad

Ocho y diez pacientes diario

Por lo regular, el hospital recibe diariamente entre ocho a diez niños, de los cuales se tienen que ingresar entre un 20 % a un 30 %. De esta cantidad entre el 45 % a 50 % necesita cirugía, curas, injertos o tratamiento.

Cuando un niño resulta con quemaduras importantes y se declara como paciente ambulatorio, las visitas al hospital se convierten en una rutina, un proceso doloroso para el paciente incluso para los padres a quienes, cumpliendo el protocolo de rigor, se les permite entrar con su hijo a limpiar y curar las heridas.

“Son pacientes que muchas veces no están ingresados y por no estar ingresados no hay condición de someterlo a procedimiento de analgesia o anestesia, porque no hay condiciones para donde se van a recuperar. Los pacientes que están ingresados ameritan, lógicamente por la extensión o la gravedad, el soporte con sedantes, analgésicos y/o anestesia, pero los ambulatorios no son atendidos con esas condiciones, porque tendríamos que tener salas especiales para esto”, destaca.

Algunas madres allí son dotadas de una gran fortaleza. En ocasiones han dormido en el suelo frío del centro. Actualmente, se habilitó una pequeña área para que puedan estar mientras sus hijos se recuperan.

¿Por qué lloras?, Me dice una mujer que se paseaba con mucha familiaridad y confianza por el hospital mientras esperaba que mi niño y mi esposo salgan de la sala de curación la noche del accidente. No tengo el valor de ver sus quemaduras, dijo a la joven. Ella contesta…: “Ven conmigo”. ¿A dónde? Pregunto. “A ver a mi hijo que tiene gran parte de su cuerpo quemado y lleva aquí varios meses y no sé cuándo vamos a salir”, me declara. Según me contó, su hijo de 12 años tenía un galón de gasolina en manos que había quitado a un niño más pequeño y, al caminar por una calle del sector, fue alcanzado por las llamas de una basura que vecinos incineraban en plena vía pública.

Pacientes críticos

Precisamente, los pacientes más graves son los quemados por llamas y en segundo lugar por descargas eléctricas. Aaunque estos últimos no representan la mayoría, son los que presentan mayores lesiones, que muchas veces terminan en amputaciones y muerte.

“Esto es mucho más complejo de lo que se ve a simple vista. Es realmente uno de los accidentes más catastróficos en términos de traumatismo, porque no es solamente que se afecte la piel, se afecta todo el organismo con una quemadura grave”, explica el responsable de la unidad.

Me pasó, ¿qué hago?

Más del 85 por ciento de los pacientes quemados entraron en contacto con líquidos calientes. Entiéndase agua, sopas, habichuelas, aceites. Ante estos accidentes, el galeno recomienda retirar al afectado del área, lavarlo con abundante agua, cubrirlo con una tela limpia y llevarlo a un centro de asistencia más cercano o llamar al 911 para su traslado.

Explica que el agua, aparte de retirar el efecto del calor, evita que se siga afectando el tejido. “Eso de colocarle papa, bija, pasta de tomate, crema dental, nada de eso ayuda” enfatiza.

Protocolo a seguir

Una vez en el hospital Robert Reid Cabral, el paciente, muchas veces referido por otro centro, entra por emergencia y, dependiendo del tipo de lesión y el grado de las quemaduras, se determina si se trata a nivel ambulatorio o se ingresa.

Conforme a lo expuesto por el doctor Nieves, la edad del infante y el área del cuerpo afectada determinan el ingreso. El volumen, la intensidad y extensión de la quemadura son factores que se toman en cuenta para la hospitalización.

Después que es admitido, se procede a la rutina de lavado, canalización e inicia un proceso para la regeneración del paciente.

“Mucho de los pacientes vienen con un grado absurdo de desnutrición, agravado por el gran consumo que generan las quemaduras. A veces conseguir ese balance es algo difícil”, sostiene.

Precisa que la alimentación es vital en la recuperación. Al hacer referencia al programa de alimentación allí, dice que ha mejorado en más de un 80 % en relación a “lo que nos ofrecía el sistema para este tipo de pacientes y para lo que ahora se está consiguiendo con ayuda de donaciones externas, porque ni siquiera es por el sistema de salud dominicano”, puntualiza.

Un tratamiento costoso

El tratamiento de los pacientes quemados en muy costoso, por la gran cantidad de profesionales y recursos que tienen que interactuar para llevar a su buen arribo a un lesionado.

“Es complejo, pero otrora habíamos calculado en aquel tiempo que un paciente se llevaba más de RD$5,000 diarios, solamente la atención y alimentación, sin medicamentos que muchos son especializados y caros”, indica.

Relación entre pobreza y las quemaduras

El especialista sostiene que en mucho de los casos los accidentes que terminan en quemaduras están relacionados con la pobreza y hacinamiento.

“Las quemaduras se dan más en los estratos sociales más hacinados y de más bajos ingresos. Es un asunto de seguridad y supervisión. No es lo mismo tener una cocina bien localizada, donde no jueguen los niños, que usted viva en una pieza que esté la estufa, la cama y todo junto”, señala.

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