Amaury Germán Aristy (izquierda superior), Virgilio Perdomo (derecha superior), Ulises Cerón (izquierda inferior) y Bienvenido Leal Prandy "La Chuta" (derecha inferior).
Amaury Germán Aristy (izquierda superior), Virgilio Perdomo (derecha superior), Ulises Cerón (izquierda inferior) y Bienvenido Leal Prandy "La Chuta" (derecha inferior).

En la mañana del 12 de enero de 1972 nadie hubiese podido vaticinar lo que ocurriría en la República Dominicana.

En una casa apartada, ubicada en el Kilómetro 14 de la avenida Las Américas; estaban refugiados Amaury Germán Aristy, Virgilio Perdomo, Ulises Cerón y Bienvenido Leal Prandy (La Chuta), quienes eran perseguidos por las fuerzas de seguridad del Gobierno de Joaquín Balaguer, acusados de sustraer mediante un asalto el monto de 60,000 dólares al The Royal Bank of Canadá.

The Royal Bank of Canadá, en 1972.

Detrás de esa casa había una especie de cueva o «guarida» que resultaba estratégica para ellos ante cualquier eventualidad, pues era sabido por los dirigentes de izquierdas de ese tiempo que el régimen y sus asesores estadounidenses estaban exterminando a los cuadros comunistas que más amenazaban al poder ya establecido.

Amaury Germán Aristy (al centro) junto a Fidel Castro, en 1967.

Entre noviembre de 1971 y enero de 1972, Amaury, quien era el líder de los «Comandos de la Resistencia», mejor conocidos como «Los Palmeros», había logrado evadir a las fuerzas del Estado. No obstante, una operación de inteligencia resultó satisfactoria para las autoridades, quienes finalmente pudieron localizar a los cuatro dirigentes… pero nadie sabía lo que vendría después.

Una cruenta batalla

Según declararía de manera posterior a los hechos, el entonces jefe de la Policía Nacional, general Neit Nivar Seijas: “Desde el 24 de diciembre se seguía a un carro modelo 1972 propiedad de César A. Félix, la misma persona que alquiló la casa en la que se supone se escondían los prófugos».

De acuerdo a la versión oficial de esa fecha, las autoridades de inteligencia dieron seguimiento a César Félix, quien de manera sospechosa tomaba un rumbo distinto al que otra persona pudiera decidir para llegar al Kilómetro 14 de la avenida Las Américas.

Esa noche previa al 12 de enero, Félix fue interceptado y arrestado, por lo que fue obligado a llevar a las fuerzas policiales al escondite donde estaban Amaury y los demás. Eran casi las 11:00 de la noche del 11 de enero de 1972.

Las tropas permanecieron durante toda la madrugada. Los movimientos de vehículos y soldados que se aglomeraban por los alrededores pasaba desapercibida. El punto de inflexión fue a las 5:00 de la mañana, momento en que los efectivos policiales y del ejército iniciaron el ataque que tomó por sorpresa a Cerón y a La Chuta, quienes cayeron de inmediato.

Bienvenido Leal Prandy (La Chuta) con una acompañante.

Sin embargo, Amaury y Virgilio pudieron refugiarse en la cueva que estaba detrás de la casa. Allí se plantarían con armas y fusiles para combatir a más de 2,500 soldados y artillería pesada. Llegaron tanques, carros blindados, helicópteros e incluso aviones con insignias de la bandera estadounidense.

El lugar había sido declarado como «Zona de Guerra» por el secretario de las Fuerzas Armadas, Ramón Emilio Jiménez (Milo); hubo organizaciones religiosas y académicas que propugnaban por un acuerdo que culminara con la batalla para salvar la vida de los dos miembros de Los Palmeros y salvaguardar a los efectivos que los combatían.

General Neit Nivar Seija siendo juramentado como Jefe de la Policía por el presidente Balaguer; en el centro observa el secretario de las Fuerzas Armadas, Ramón Emilio Jiménez (Milo).

En ocasiones, hubo varios cese al fuego; pero eran breves. Tanto las fuerzas del Estado como los dos dirigentes de izquierdas se mantuvieron batallando hasta caer la tarde. El rastro de muertos crecía ya que, de manera inusitada, ocho agentes de la Policía y del Ejército habían sido abatidos por Amaury y Virgilio, a pesar de la desigualdad numérica.

Tal como Hamlet Hermann relataría tiempo después en un artículo sobre Los Palmeros,  Milo Jeménez había sellado ya el destino de los dos combatientes con su proclama: ¡Qué no salga uno vivo!

El final

Eran casi las 4:30 de la tarde y tras más de 15 horas de combate, caería el tercer integrante de Los Palmeros: Amaury Germán Aristy.

Solo quedaba Virgilio, quien mantuvo la posición hasta el final. No obstante, ante el tiempo transcurrido y la diferencia númerica, era solo cuestión de tiempo para que este también cayera bajo la lluvia de balas.

El escenario era desolador y los militares tenían acordonada la zona. Así lo describe Hermann, quien detalló que los cuerpos de Los Palmeros estaban totalmente desfigurados. Incluso, hubo signos de que, de manera post mortem, sus cadáveres fueron profanados con golpes y cortes de bayonetas.

La prensa de la época.

Este describe que el rostro de Virgilio había desaparecido y su cabeza estaba casi decapitada. Mientras que La Chuta y Cerón mostraban signos de quemadura y golpes, lo mismo que el cuerpo de Amaury, quien estaba totalmente irreconocible.

A pesar de la proclama de Milo Jiménez que, según Hamlet Hermann, ya había decidido que ninguno de ellos saliera con vida; de cara a los medios de comunicación, el secretario de las Fuerzas Armadas lamentaba los hechos y decía que había ofrecido todas las garantías posibles para que la batalla culminara sin ese desenlace.

Los cuerpos de Los Palmeros fueron entregados a sus respectivos familiares para que se hicieran los actos fúnebres. No obstante, durante el entierro de Amaury Germán Aristy, brigadas policiales lanzaron bombas lacrimógenas para repeler las manifestaciones de repudio que se ventilaban a todas voces.

Milo Jiménez y Joaquín Balaguer

El 12 de enero de 1972 ya había culminado. Y el orgullo militar se había visto expuesto ante la prensa debido a las bajas de sus ochos miembros. Era inaudito que ante la superioridad militar, tanto en números como en artillería; cuatro dirigentes de izquierdas hubieran motivado tal despliegue de tropas, así como resistir durante más de 15 horas un combate tan desigual.

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