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La Niña es un fenómeno climático de aumento considerable de las precipitaciones y una reducción de las temperaturas en las regiones andina, caribeña y pacífica

Anualmente la República Dominicana es afectada por la incidencia de tormentas, ciclones y huracanes a través de la trayectoria de estos fenómenos que provienen del área de formación en la cuenca del Atlántico durante la temporada ciclónica desde el 01 de junio hasta el 30 de noviembre. En ese sentido, la Colorado State University (CSU), con el soporte de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), ha predicho, de acuerdo a la evidencia probada y comportamientos atmosféricos pasados, cómo la presencia de la manifestación climática ´´La Niña´´ incrementará en un 70 % el impacto de huracanes a las islas del Caribe.

Estas advertencias explicadas por el doctor Phil Klotzbach, miembro del equipo de investigación del tiempo y el clima tropical de la CSU, señala que unos 19 sistemas tropicales, unos 9 huracanes y otros cuatro huracanes de gran intensidad están previstos para este 2022. Igualmente, destaca que estas estadísticas se colocan por encima de la media de los recientes 30 años, cuando una temporada de huracanes normalmente se forman 14 tormentas, con 7 huracanes, donde tres de ellos llegan a ser de gran escalada.

Por consiguiente, el país no es ajeno a estas predicciones, sobre todo por las consecuencias económicas, sociales y políticas que consigo provocan estos siniestros climáticos. En relación con eso, se espera que la Niña se desarrolle y se intensifique durante los últimos meses del verano de este año. “Una de las partes más llamativas de la previsión estacional para la próxima temporada de huracanes es la posibilidad, muy superior al 70 %, de que toque tierra un huracán importante en la costa de Estados Unidos, así como en el Caribe”, explica Klotzbach en el informe.

Por otra parte, repercute la Energía Ciclónica Acumulada (ACE, por sus siglas en inglés), donde la CSU prevé un número de tormentas tropicales y huracanes superior a la media este año, también prevé que el índice ACE sea muy elevado. El ACE se conoce como Energía Ciclónica Acumulada, es decir, la cantidad de energía que producen las tormentas. El CSU predice un ACE de 160 para la temporada de 2022, es decir, que está muy por encima de la media de una temporada de huracanes. Igualmente, para el Océano Atlántico, la NOAA utiliza el ACE para clasificar las temporadas de huracanes en cuatro categorías: 1) Extremadamente activo – índice ACE superior a 152,5; 2) Superior a la media – índice ACE superior a 111; 3) Cerca de la media – índice ACE entre 66 y 111; 4) Por debajo de lo normal: índice ACE inferior a 66. Por ejemplo, la temporada de 2020 culminó con un nivel de ACE en 184.5. Niveles que con el riesgo de cambio climático podrá aumentar cada año o sostenerse en el tiempo.

Por otro lado, ¿qué indicadores caracterizan a la Niña según la evidencia científica? En primer lugar la temperatura inusualmente fría en el centro y el este del Océano Pacífico ecuatorial con presiones inusualmente bajas al oeste, y altas presiones al este, en el Pacífico de baja latitud el Índice de Oscilación del Sur (SOI) es positivo con vientos de levante más fuertes de lo normal (es decir, vientos alisios que soplan hacia el oeste) aguas profundas y frías que afloran a la superficie del océano a lo largo de la costa peruana y el ecuador en el Pacífico ecuatorial central y oriental con fuertes precipitaciones sobre las aguas más cálidas de lo normal. Asimismo, en el Pacífico occidental un aumento del nivel del mar en el Pacífico occidental y un descenso en el Pacífico oriental y en el Pacífico occidental fuertes vientos de superficie que empujan mayores cantidades de agua caliente a la superficie del Pacífico occidental.

Acciones locales

La República Dominicana es sin dudas muy vulnerable ante estos embates naturales debido a la carencia de equipos básicos, como, por ejemplo, radares Doppler, que en reiteradas ocasiones especialistas han alzado la voz de alerta para recalcar la importancia de adquirir estos equipos, al menos unos cinco aparatos. Así como las decenas de tugurios que están al margen de ríos y cañadas con débiles estructuras físicas para enfrentar vientos huracanados e inundaciones. La limitada capacidad de albergues para damnificados y la falta de puesta en práctica la prevención de accidentes con los protocolos y reglamentos de seguridad industrial.

En ese mismo orden, se encuentra la población estudiantil. Son muy recurrentes las denuncias a través de los medios de comunicación sobre las vulnerabilidades que tienen las infraestructuras escolares, con débil planeación de edificación, con pobres estándares para trascender eventos atmosféricos de importantes repercusiones.

En ese sentido, el Gobierno en marzo pasado sostuvo que accedería a programas para desarrollar infraestructuras más resistentes a fenómenos naturales. Del mismo modo, el vicepresidente ejecutivo del Consejo Nacional para el Cambio Climático, Max Puig, destacó que “la ONU hizo un llamado a que todos los países tengan sistemas de alerta temprana sólidos para hacer frente a los riesgos de desastres naturales, pero es igual de importante que las infraestructuras públicas y privadas, tales como carreteras, puentes, viviendas, y muchas otras, estén en capacidad de resistir los impactos de los fenómenos naturales para garantizar la protección de la vida de las personas”.

También, la organización internacional World Vision República Dominicana desarrolló con el financiamiento de la Agencia de Estados Unidos para Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) y el Ministerio de Educación, el foro de diagnósticos sobre las capacidades y necesidades que busca la reducción de los riesgos de desastres en el sistema educativo. Precisaron que buscan “implementar acciones con bases científicas y empíricas sobre los avances, capacidades, vulnerabilidades y necesidades del sector educativo preuniversitario, con la finalidad de generar un documento dinámico que sirva como base para la toma de decisión en las políticas, programas y estrategias para la reducción del riesgo de desastres en el contexto educativo y que permitan sentar las bases para la elaboración de instrumentos para la gestión del riesgo de desastres desde el nivel nacional”.

A partir de las previsiones climáticas para este año, experiencias de hechos recientes, la evidencia científica, el apoyo internacional y la adquisición de equipos oportunos para prevenir catástrofes, el Gobierno y la comunidad empresarial debe de unirse en esfuerzos extraordinarios para preparar a los organismos de protección y emergencias (COE, Salud Pública, Onamet, Defensa Civil, Sistema 9-1-1, etc.), con los insumos necesarios para responder al mismo nivel de los eventos que impactan cada año al territorio nacional. Así como el fortalecimiento y cimentación de estructuras certificadas, al igual que el levantamiento de nuevas edificaciones escolares, de viviendas y estatales con las condiciones arquitectónicas para cada año superar la temporada ciclónica.

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