Este 25 de septiembre se cumple un año del ataque a Yocairi Amarante, joven a quien, por encargo de su expareja, le fue lanzada la letal sustancia conocida como “ácido del diablo” que ha dejado marcas imborrables en su cuerpo y una sed de justicia que no ha sido saciada.

A 12 meses del hecho, esta mujer pide encarecidamente que caiga todo el peso de la ley contra los imputados Pedro Alexander Sosa Méndez (Alex), Joan José Feliz (Pinol) y Willy Antonio Javier, expareja de Yocairi y padre de su hija.

El proceso penal contra los tres acusados, que guardan prisión preventiva en la cárcel 15 de Azua, pasó a una fase determinante: el juicio de fondo en el que el Ministerio Público solicita una condena de 30 años tras las rejas.

“Yo espero que se haga justicia. Que a cada cual le toque la pena máxima, que le canten, hay bastantes pruebas, ya deberían cantarle hace mucho, pero yo espero en Dios que se haga justicia”, dice Amarante a este medio.

Cada audiencia a la que ha asistido para exigir justicia contra sus agresores, le remueve el dolor de ver a sus verdugos que, según sus palabras, no muestran un poco de arrepentimiento, al contrario se burlan de ella en su presencia.

“Él (Willy) ni siquiera me mira a la cara, pero se ríe cuando ve que voy llegando, y los amigos se topan y se echan a reír, pero Dios es más grande que el mundo, expresa Yocairi, quien hoy cumple 20 años de edad. “Yo espero en Dios que sea la pena máxima, que le echen todo el peso de la ley, porque con lo que me hicieron yo no voy a ser la misma de antes”, sostuvo la joven mujer, quien se ha sometido a 18 cirugías luego de ser alcanzada por esta mezcla de ácidos corrosivos en momentos en que se desplazaba en el asiento delantero de un carro de transporte público, tras salir de su trabajo.

“Él era bastante celoso, pero nunca pensé que iba a llegar hasta este punto”, dice acerca de Willy, persona que, según la acusación del Ministerio Publico, ofreció RD$25,000 a “Alex” para que perpetraran el ataque con “ácido del diablo”.

En este último año, Yocairi se apoyó más que nunca en su familia, “un motor” que la impulsa hacia adelante. Su pequeña, de tres años, es su mayor motivación.

Lo que más le preocupaba cuando fue impactada con el ácido era el posible rechazo de su bebé al ver a su madre desfigurada.
“Cuando me dieron de alta, el primer mes fue muy difícil porque ella no se me quería pegar, incluso me decía tía. Ella me conocía un poco la voz pero al yo estar de pie a cabeza vendada no me reconocía. Después que ella entendió que yo era su mamá, me fue aceptando y ahora no se me despega, cuenta sonriente.

Entre los planes de Amarante está continuar sus estudios secundarios una vez inicie este nuevo año escolar.

“Yo quiero terminar mis estudios. Yo me quedé en primero de bachiller, cuando quedé embarazada. Entonces quiero terminar el bachiller y de ahí apuntarme en la universidad y ahí veo cuál carrera escojo”, destaca.

Yocairi asegura mejoró visión “por un milagro”

El ácido derramado en la cara y gran parte de su cuerpo le provocó la pérdida del ojo derecho y afectó la visión del izquierdo. Actualmente, Yocairi espera que le sea colocado un ojo artificial por lo que pronto volverá a entrar a sala de cirugía, pero ahora con la satisfacción de haber recibido un milagro que pidió desde el corazón.“Yo veía borroso. Hace unos días fui a una campaña y un pastor estaba orando. Yo dije quiero subir a ver si se me quita esta nublazón del ojo (izquierdo), y cuando subí, el pastor me oró, yo le pedí a Dios con fe, porque para Dios hacer un milagro hay que tener mucha fe; y subí, el pastor me oró y caí, cuando me levanté ya no veía nublado”, asegura. Tras el ataque, Yocairi ha vivido momentos muy amargos. En ocasiones piensa que sus victimarios la condenaron a “una muerte en vida”. Sin embargo, adoptó una actitud positiva frente a la adversidad. “Yo les digo a las personas (que pasan por una situación difícil) que no se aflijan, que miren a las muchachas que nos han echado ácido, tenemos todo el cuerpo de pies a cabeza desfigurado, y hay mujeres que por una cortaíta se quieren echar al afligimiento. Que echen pa’ lante, la vida continúa”, aconseja.

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