Feministas al servicio del patriarcado prostituidor

¿Tienen los hombres el derecho de utilizar y descartar los cuerpos de mujeres y niñas, en su gran mayoría pobres? Esta pregunta estuvo en la palestra pública la semana pasada, aunque no fue presentada de esa manera. El lobby de la prostitución…

¿Tienen los hombres el derecho de utilizar y descartar los cuerpos de mujeres y niñas, en su gran mayoría pobres? Esta pregunta estuvo en la palestra pública la semana pasada, aunque no fue presentada de esa manera. El lobby de la prostitución (proxenetas, traficantes y prostituidores) se dio cuenta hace décadas de que para ganar simpatías en un mundo cada vez más igualitario, tenían que adoptar otra estrategia. Es por eso que nunca vemos hombres prostituidores en programas de televisión argumentando “como hombre, es mi derecho humano pagarles a mujeres jóvenes que viven en pobreza extrema y que tienen hijas/os que alimentar para que me hagan la felación”. No, lo que vemos son algunas mujeres que alegan ser “trabajadoras sexuales voluntarias” representando al patriarcado: una minoría muy reducida pero abundantemente carismática y fotogénica.

Inteligentemente, el lobby prostituidor ha adoptado también el lenguaje tanto de derechos humanos como de derechos laborales: dos causas favoritas de la izquierda. Este nuevo discurso les permite engañar más ilusos bien intencionados. Hablando de ilusas que se dejan engatusar por sistemas de opresión, hablemos de las feministas que le hacen el trabajo sucio al patriarcado cuando le apoyan sus aberraciones.

Recientemente un movimiento de mujeres, unidas en una supuesta organización feminista cuyo único fin es abogar en favor de la prostitución, expresó a los medios de comunicación su interés de que el Gobierno dominicano “regule el trabajo sexual”. Estas feministas tuvieron la alta sensibilidad social de pedirle a un Estado que todavía obliga a niñas violadas a dar a luz a las criaturas fruto de su violación, lo quieran o no, que por favor agilice una ley que introduzca la cosificación de la mujer en los estatutos legales.

No todas las feministas dominicanas apoyan esta bellaquería. Probablemente ni siquiera la mayoría. Pero resulta preocupante el silencio sepulcral sobre el asunto de tantas compañeras en un movimiento que se ha caracterizado por ser extremadamente bulloso. Ese silencio huele a cobardía. Y esa cobardía, que se pretende disfrazar de neutralidad, sería igual de responsable si se llegase a aprobar una política de Estado que ha demostrado en otros Estados que aumenta la violencia, la tasa de mortalidad y la explotación por medio de la trata de innumerables niñas y mujeres.

Existe un problema de fondo en un movimiento político cuando este se ve infiltrado por el mismo sistema que busca desmantelar y sus militantes lo aceptan pasivamente o por falta de conciencia o por irresponsabilidad intelectual.

Las feministas patriarcales causan enojo no solo porque le quieren poner el sello feminista a la compraventa de mujeres, sino también por su incompetencia a la hora de investigar lo que están apoyando cuando hablan de “regulación”. Las repercusiones de su incompetencia las viven las mujeres y niñas más desprotegidas en la sociedad cuyos cuerpos se suman a las cifras de violencia y muertes a manos de prostituidores y proxenetas. Cifras que aumentan con la tan benignamente apodada regulación: una traición imperdonable en un movimiento que busca reivindicar los derechos de las mujeres.

En sus declaraciones, las voceras del patriarcado expresaron que en los últimos seis meses tres mujeres fueron asesinadas por hombres prostituidores en la República Dominicana. Momentos más tarde anunciaron que someterían ante el Congreso una Ley que Regule el Trabajo Sexual, o mejor dicho, una Ley que Garantice el Acceso de los Hombres al Cuerpo de Mujeres y Niñas Pobres… para así ponerle un sello legislativo a la mentalidad que llevó a esos tres prostituidores a cosificar, deshumanizar y luego descartar a sus propias compañeras.

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