Algunos auguran buena proa al extraviado navío del peledeísmo, creado para “completar la obra de Duarte” y trazar “un nuevo camino” de desarrollo y bienestar popular, pero que degeneró 360.

Piden no pretender que los peledeístas se adscriban hoy a prácticas ideológicas que el desarrollo de la humanidad dejó atrás. Pero quedan la ética, el servicio público, acatamiento de las normas de civilidad democrática y compromiso con el desarrollo humano.

A todo eso renunciaron Leonel, Danilo y otros que no tuvieron el coraje cívico de apartarse de las desviaciones del camino real.

Sobra citar malas prácticas de degeneración política entre los dos principales herederos del partido de Juan Bosch, convertidos en Caín y Abel de la política vernácula.

Uno apropiándose de los bienes

públicos y usándolos para vencer al otro, que a su vez manipuló organismos de caliesaje oficial para mostrar la vinculación de su socio con el delito más dañino.

De las tres principales figuras que compiten el domingo, Margarita Cedeño es la segunda a bordo de 20 años de gobiernos de corrupción, impunidad y descalabro institucional.

Abel Martínez, señalado esta semana por el exsenador Ramón Alburquerque como “el que dirigió la Cámara de Diputados dejando un faltante de mil millones de pesos”, y es un buscador de capital electorero manipulando incautos con un antihaitianismo falsario.

Y el tercero, Domínguez Brito, como procurador archivó un expediente espectacular de un hombre de la más absoluta confianza de Leonel Fernández, a quien había instrumentado una investigación judicial que dejó en el camino.

Matizando el tema podría pensarse que errar es de humanos, y que los del PLD de Leonel y de Danilo merecen una oportunidad para reivindicarse. Pero eso requiere autocrítica y compromiso con una rectificación que no comulgan.

Al contrario, se burlan de la gente, vendiéndose como prestidigitadores de nueva generación, criticando deficiencias estructurales que en sus dos décadas perdidas de gobierno no fueron capaces ni siquiera de encaminarle solución.

“Los dominicanos saben muy bien que si tomamos el poder no habrá un peledeísta que se haga rico con los fondos públicos; no habrá un peledeísta que abuse de su autoridad en perjuicio de un dominicano; no habrá un peledeísta que le oculte al país un hecho incorrecto o sucio o inmoral”, dijo Bosch en 1982.
Si hubiesen cumplido un tercio de ese juramento uno tendría, cómo no, razones para felicitarlos por el invento de pasado mañana, que al decir de algunos es en realidad un despojo para espantarse el tufo a corrupción que despiden a leguas.

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