Cada evaluación o diagnóstico que se efectúa y publica sobre la calidad del sistema educativo dominicano y el nivel de los estudiantes es desalentadora, y demuestra que a pesar de la inversión del 4% del PIB desde el año 2013, como resultado de un compromiso político del entonces candidato presidencial de cumplir con el mandato de la Ley de Educación para satisfacer los reclamos de un movimiento social que salió a marchar bajo el color amarillo, lamentablemente poco o nada ha cambiado.

Por eso luego de los resultados del estudio de evaluación diagnóstica nacional realizado por el Ministerio de Educación entre los meses de mayo y junio de 2022, el propio ministro declaró: “La sociedad ha invertido muchos recursos y no se ha logrado un avance significativo en materia de aprendizaje”.

La frustración colectiva por la mala calidad de nuestro sistema educativo y la conciencia de que es un factor clave para el desarrollo, y que sus debilidades e ineficiencia afectan más gravemente a las personas más vulnerables ahondando la inequidad, hicieron que como siempre intentáramos buscar la solución en una ley y su cumplimiento, quizás porque es la parte más fácil de alcanzar, y no nos concentráramos en identificar las raíces del problema, y en atacar sus múltiples causas.

Aunque el ministro de Educación habló de fortalecer la responsabilidad colectiva, lo primero que hay que analizar es el peso dentro de esta de determinados sectores, y fuerza concluir que nuestro liderazgo político tiene una enorme cuota de responsabilidad, pues apostó por conveniencias particulares a aupar líderes del gremio de maestros que pasaron a formar parte de distintos partidos, escalando a sus organismos de dirección algunos, o convirtiéndose en congresistas otros, y fueron poco a poco convirtiéndolo en un sindicato politizado, de afiliación obligatoria, incluso descontando sus cuotas automáticamente de los salarios sin autorización expresa, que creó un sistema de privilegios para sus dirigentes que manejan ingentes recursos sin ninguna transparencia ni rendición de cuentas, quienes fortalecen sus liderazgos en base a luchar por lograr los objetivos de su colectivo, los cuales penosamente distan del fin de promover la sagrada función de la enseñanza.

Por eso la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) en el año 2012 vetó la propuesta del entonces presidente de la República y ejecutor del cumplimiento del 4% de contratar profesores extranjeros para impartir clases de matemáticas, física, química y lengua española para preparar a nuestros maestros, lo que once años después debemos lamentar, pues de haberlo hecho probablemente los resultados fueran mejores, pero el poder del presidente del sindicato y miembro del comité central del entonces partido oficial, que es quien nuevamente lo preside, no lo permitió, como tampoco que se aprobaran muchas de las propuestas en la discusión de Pacto para la Reforma Educativa.

Y precisamente ahí radica el problema, en una especie de pague ahora y arregle después, se asignaron los fondos del 4% a la educación para luego discutir una reforma teniendo a la ADP como obstáculo a cualquier decisión que la perjudicara, sin advertir que estábamos acrecentando sus músculos para militar por reivindicaciones, las mismas que históricamente fueron logrando doblándole el pulso a distintos gobiernos con el abuso de huelgas, lo que continúa haciendo, conculcando el derecho a que los estudiantes reciban el número de horas lectivas que “aseguren el logro de objetivos educacionales” como manda la Constitución, a pesar de que en el Pacto la ADP reiteró “su compromiso del cumplimiento del calendario escolar”.

La trágica conclusión es que la escuela pública de ayer a la que asistieron muchos de nuestros padres a lo ancho de la geografía nacional, con menos recursos económicos y tecnológicos, enseñaba más a sus alumnos que la de hoy, y no solo de la parte académica, sino de educación cívica, pero entonces no habían sindicalistas políticos que solo luchan por mejorar su bienestar y se oponen a todo lo que pueda poner en riesgo sus pobres bases de sustentación, sino verdaderos maestros que enseñaban e inspiraban, esos que hoy urge tener, porque sin ellos nunca tendremos una buena educación.

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