La Gran Recesión provocada por la crisis bancaria del año 2008 fue larga y profunda. Para contrarrestarla, el Banco Central de los Estados Unidos (Fed) bajó la tasa de interés interbancaria a cero, una medida extrema para intentar estimular la economía. La rebaja de la tasa de interés no tuvo el resultado deseado, pues el desempleo y la baja inflación parecían extenderse. Como resultado, la Fed adoptó la poco ortodoxa política de inyectar dos trillones de dólares a la economía comprando todo tipo de instrumentos financieros. En cualquier escenario de mayor normalidad, una política de una tasa de interés cero y una expansión de liquidez de esa magnitud hubieran desatado un serio proceso inflacionario. Pero no fue así. Aún después de superada la recesión, en el año 2010, el desempleo en los Estados Unidos estaba en un 10 % y no fue hasta el 2018 que bajó a 3,8 %. Pero las cosas resultaron mucho más complicadas.
Del otro lado del Atlántico la crisis en la poderosa zona Euro resultó más difícil de gestionar, debido a que la misma está compuesta por estados soberanos. Alemania, la mayor economía de la Eurozona, estaba llamada a liderar la recuperación, lo que no hizo, pues lejos de expandir sus gastos fiscales como una medida anticrisis, el gobierno alemán los redujo. Además, en el 2009, el parlamento aprobó una enmienda constitucional estableciendo presupuestos equilibrados. Cuando Portugal, Grecia, Irlanda e inclusive Italia y España entraron en crisis, provocada por sus altos niveles de deuda soberana, la responsabilidad para enfrentarlas recayó en el Banco Central Europeo (BCE). El BCE, dirigido por el italiano Mario Draghi, adoptó la misma política de la Fed expandiendo la liquidez agresivamente y bajando las tasas de interés. Siendo así, ambos lados del Atlántico estaban inundados de liquidez. Con todo, el desempleo en la Eurozona se situó en el 12 % en el 2013, para comenzar un lento descenso hasta el 7,5 % en el 2018. Este valor era casi el doble del 3,8 % de la economía norteamericana en ese año, diez años después del comienzo de la crisis del 2008. Entonces llegó la crisis provocada por la pandemia a finales del 2019, que no solo tuvo un “impacto inmenso en nuestra vida social”, sino que “debido a una incertidumbre generalizada” provocó “el mayor colapso del precio de las acciones” desde el 2008. Nueva vez, se aplicaron medidas anticrisis. Como resultado estamos ante una economía norteamericana robusta, de bajo desempleo, pero esta vez acompañada de inflación, que mucho tardó en aparecer. Los dominicanos nos estamos beneficiando de un nivel de remesas sin precedentes, y estamos sufriendo del alza de muchos productos claves como el petróleo. Son las dos caras de la misma moneda.

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