Lo recuerdo bien: era el año 1980 y el capataz -un técnico eléctrico- de la antigua CDE, Orlando Silva -vecino y fanático del cantante Bienvenido Granda (su emblemática canción: “Percal”)-, a la sazón, de unos 50 y tantos años, me expresaba su deseo de ir a Nicaragua a ayudar a la reconstrucción del país de Rubén Darío tras el triunfo de la revolución sandinista (1979) que puso fin a la dictadura de Anastasio Somoza Debayle, bajo la corajuda determinación -histórica, política e ideológica- de todo un pueblo y un Consejo de Gobierno de Reconstrucción Nacional de cinco miembros, entre ellos, Sergio Ramírez -hoy laureado escritor y respetable figura política- para desmontar el andamiaje político-ideológico del régimen somocista, sus crímenes y herencia política (luego, en el poder, lamentablemente, algunos “comandantes” hicieron “piñata”), nos relata -“Un abismo se ensancha”-, desde la acera de enfrente, los entretelones de un simulacro de “democracia” que, hace rato, devino en la semi-dictadura-dinastía Ortega-Murillo.

Porque el registro político-ideológico de Daniel Ortega va de la epopeya revolucionaria a la involución política o regreso histórico-político al monstruo que combatió: la dictadura somocista. Y peor aún, con el agregado de una dinastía o aberración donde la pareja Ortega-Murillo son, a la vez, presidente y vicepresidente como para no dejar duda de la castración democrática en que han sumido a Nicaragua.

Visto así, lo de Nicaragua, hoy, es una suerte de secuestro de un país por una familia y sus claque-comisarios que el mundo mira perplejo o ignora, a pesar de denuncias, asesinatos a mansalva -transmitido en vivo por redes y cadenas noticiosas (2018)-, lucha y gritos de auxilio ciudadano, mayoría estudiantes, trabajadores y desempleados, que, como luciérnagas, han sido aplastados…., mientras Daniel Ortega y Rosario Murillo siguen: él “rezando”, encarcelando y aspirando; y ella, poetizando con férrea persecución, purgas política-ideológicas y oropel multicolor. Y así, cual dinastía-pareja, son felices… (creo que, de toda Latinoamérica, encarnan la “democracia” más sui géneris).

Pero lo que Sergio Ramírez nos cuenta es más sencillo y cartográfico, si se quiere: la realidad política y siniestra de una semi-dictadura-“democrática”- que quiere celebrar “elecciones” encarcelando opositores-candidatos -bajo subterfugios o leyes-trajes y conculcación de libertades públicas- para, ya “enjuiciados” y desacreditados, o hecha la percepción pública de vulgares delincuentes, excarcelarlos tal vez un día de estos o, tres semanas antes del simulacro de elecciones que, de seguro, escogerá, quien o quienes la “observaran” -a modo de “acompañantes”- o no.

O como escribió el novelista, recientemente: “…el estado de derecho dejó de existir en Nicaragua (…). Lo demás es ficción y remedo”. ¡Inaceptable!

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