No sabemos de lo que somos capaces cuando nos visita el dolor, la desgracia o la crisis con sus retos incómodos y tormentosos. Parte de lo que somos y con lo que hemos de hacerle frente es lo que nos ha llenado los depósitos del alma, reservas de coraje o experiencias que nublan los colores de nuestra fe con sombras del pasado. Emprender el viaje de las decisiones requiere el valor de saber que de algunas no regresaremos, que no hay mal que por bien no venga y que Dios es la fuente de todo poder y victoria, que cuando todo parece perdido Él muestra la puerta que nos lleva al milagro de una segunda oportunidad, porque nuestro peor momento es su mejor ocasión para sorprendernos con su bendición.

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