Somos magistralmente buenos para evadir aquello que aunque sabemos cierto, no viene como creemos conviene o no está en el formato que nos apetece. Sin duda, la evasión corta la bendición, bloquea el río por donde fluyen las victorias programadas por Dios. Nos gusta mucho tener un Dios sanador, protector, proveedor y más, pero qué tal el Dios Señor, que instruye, guía, desafía, demanda, disciplina o decide… La cruz requiere, para ser efectiva, crucificar mi señorío y dejar fluir el Suyo. Mi ego debe desangrarse, para que viva Cristo. Sus pensamientos son más altos, sus metas más nobles, su propósito es más profundo. El viaje comienza con mi obediencia y la entrega de mis reservas. Allí donde se esconden mis miedos Él quiere levantar su trono, un río subterráneo de su poder.

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