La noticia de la muerte de Johnny Ventura me llegó mientras yo estaba con varios mozalbetes. Como es natural, quedé impactado y triste de inmediato, a diferencia de mi entorno que se mantuvo indiferente. Pregunté por qué se quedaron como si nada hubiera ocurrido y me asombró que apenas unos pocos conocían, y de manera superficial, la figura del Caballo Mayor.

Los interrogué, con algo de rabia. Tampoco sabían quiénes eran Eduardo Brito, Rhina Ramírez, Lope Balaguer, Charytin Goico, Joseíto Mateo y Wilfrido Vargas; y ni idea tenían de los ritmos carabiné, pambiche y mangulina; en cambio, me mencionaron todos los reguetoneros del mundo, tarareando sus canciones e imitando sus gestos. Respeto la diversidad, pero me sentí mal.

Comparto lo que me sucedió hace años en Cali, Colombia. Era de madrugada. En la habitación del hotel recordaba el agradable momento vivido horas antes, donde adolescentes de dicha ciudad, en un restaurante, disfrutaban el vídeo de Los Hermanos Rosario interpretando “La dueña del swing”.

Luego encendí el televisor. ¡Oh, sorpresa! Entrevistaban a Fernando Echavarría, el de la Familia André, a quien trataban con admiración, como un verdadero héroe. El programa se llamaba “Encuentros”. Todo muy profesional.

Y entre los logros del cantautor dominicano la presentadora destacó que era el artista extranjero que en las últimas dos décadas más había influido en la música colombiana. Confieso que hubo lágrimas. Mi corazón volvió a estremecerse cuando la dama expresó que nuestro Fernando tuvo gran influencia en Carlos Vives, en los inicios de su carrera artística como cantante. Cuando Fernando Echavarría falleció, estimo, hubo más duelo en Colombia que aquí.

Relato esa experiencia porque hemos dejado de resaltar lo positivo; observamos, en el gusto popular, la mayor degradación de cantantes, cantautores y de música en nuestra historia, donde los tantos realmente talentosos pierden espacio frente a la mediocridad, vulgaridad y monotonía.

El vocabulario de muchos de esos exponentes cabe en 5 líneas de una hoja de amplios márgenes, aunque eso es perdonable, pero jamás lo será que promuevan vicios, atropellos a la dignidad de la mujer, búsqueda de dinero fácil, depravación…

Las expresiones artísticas cambian con el tiempo, pero siempre las de calidad se mantienen, aunque no nos agraden. Por ejemplo, The Beatles, Armando Manzanero, Mercedes Sosa, las bachatas de Luis Segura, el son, el merengue y la salsa de los años 80, nunca pasarán de moda entre los que aprecian lo bueno.
Con mis palabras no pretendo ser moralista y no estoy atrapado en el pasado. Mi queja se basa en el sentido común, preocupado por el futuro de una patria donde la juventud valora más a Rochy RD que a Fernando Echavarría.

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