Las agencias internacionales de cooperación y las de evaluación de las políticas de gobernanza, el sector empresarial y la opinión pública nacional valoran que bajo el liderazgo del presidente Abinader, República Dominicana y sus autoridades lo han hecho bien.

Que se han conducido de manera ejemplar frente al mal tiempo que padece la humanidad a nivel global cuando vamos a cumplir tres años de los efectos recesivos e inflacionarios generados por la pandemia de Covid 19 y la guerra en Ucrania.

Precisamente elCaribe, en su título principal del miércoles, resaltó en un resumen de fin de año que “Abinader ha sabido gerenciar en un contexto adverso”, y que “pese a las dificultades ha logrado mantener la estabilidad económica”.

Que esa valoración nacional e internacional positiva se produzca en tiempos de vacas tan flacas, es clara señal de que el presidente Abinader ha interpretado la vital importancia de que desde la conducción del Estado se promueva la liberación de potencialidades nacionales por tanto tiempo represadas.

Ese liderazgo presidencial asociado a la resiliencia mostrada por nuestra economía, sus fuerzas productivas y las autoridades monetarias a la cabeza, ha galvanizado la sinergia, sumatoria de fuerzas que genera fuerzas mayores, que nos han impulsado a remontar el mal tiempo.

Pero tenemos que seguir avanzando y dándole sostenibilidad a nuestro modelo de desarrollo, y eso incluye continuar generando confianza a la inversión extranjera, diversificar y mejorar la competitividad económica, superar los desequilibrios fiscales y los altos niveles de desigualdad social heredados tras más de 61 años de tumbos políticos y desaciertos administrativos.

En esa dirección es esencial el actual proceso de saneamiento de la administración pública, en la que todo funcionario aún sea sólo señalado por el rumor público, es apartado del Gobierno.

Porque parte medular de nuestros problemas se originaron en tantas décadas de corrupción administrativa e impunidad judicial, permitidas, auspiciadas o autorizadas desde el poder político.

El presente gobierno ha sentado las bases fundamentales de la superestructura, que es el fortalecimiento de la institucionalidad democrática, con sistemas judicial, de contralor y electoral independientes que aseguran la normativa en que descansan el arbitraje y la convivencia civilizada.

Ahora tenemos que superar los viejos rezagos y arritmias profundizando las reformas estructurales para generar equidad social, modernizar y hacer menos oneroso al gobierno, mejorar los servicios de seguridad ciudadana, social, educación y salud de calidad y en general impulsar nuevos avances de nuestra sociedad.

Esas son condiciones indispensables para darle sostenibilidad a la gobernabilidad social y política que requiere el desarrollo.

Y para continuar avanzando.

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