El diseño de políticas macroeconómicas correctas requiere conocer la etapa por la que transita la economía respecto a sus fluctuaciones, que se producen cada cierto tiempo por razones inherentes a ella misma o exógenas, como en el caso de la provocada por la pandemia del Covid 19. El producto interno bruto o el nivel de empleo son normalmente las variables que se utilizan para determinar si una economía se encuentra en fase de recuperación, expansión, auge, descenso o contracción.

Cuando las actividades productivas se encuentran en fase de contracción como en nuestro caso, resulta esencial entender las causas que la originan y su intensidad, para definir la magnitud y orientación de las políticas que permitan retornar a los niveles de producción y empleo previo a la crisis. La complejidad del manejo deviene de que estos factores son distintos en cada fluctuación, así como las restricciones macroeconómicas e institucionales de los países para aplicar políticas.

Cambios en los supuestos

La presente administración de forma correcta dio continuidad a las políticas monetaria y fiscal que diseñó el pasado gobierno. Estas políticas se aplicaron bajo la premisa de una contracción aguda de la economía y una recuperación rápida en forma de V. Esto es, una vez la contracción toca fondo, el crecimiento se reinicia a corto plazo con un ritmo similar al que existía previo a la crisis.

Sin embargo, las condiciones del mercado de trabajo ya expuestas y el tiempo que tomaría vacunar el 70% de la población para alcanzar inmunidad de rebaño contra el Covid y normalizar la economía – algunos países desarrollados lo alcanzarían a fines del verano- inducen a pensar que nuestra economía va a una recuperación más en forma de U, similar a la previamente comentada pero con un período de recuperación más largo.

En ese escenario, tendríamos crecimiento positivo en 2021, pero la utilización de los recursos productivos disponibles en la economía no retornaría al nivel previo a la crisis, debido esencialmente a un nivel de desempleo elevado respecto al promedio 2017-2019 y un sector turismo afrontando una recuperación débil.

Perspectivas de recuperación

Las políticas restrictivas diseñadas para reducir el déficit este año, implicarán en principio una reducción del gasto público de unos 270,000 millones de pesos, 6% del PIB, respecto al 2020. Sus efectos desfavorables se sentirán en la disminución del consumo y en las posibilidades de recuperación del empleo.

La política monetaria enfrenta limitaciones, pues las tasas de interés están próximas a mínimos históricos y no puede inducir al sistema financiero a financiar actividades productivas que podrían estar afectadas por una elevada incertidumbre, o a empleadores cuyo endeudamiento no le permita ser sujeto de crédito adicional. Ese es un espacio de intervención solo para el estado.

Tampoco la demanda externa – por el efecto determinante del turismo – puede ser en los próximos meses el eje de la recuperación de la economía y el empleo, porque su comportamiento depende de factores exógenos a las políticas diseñadas por las autoridades.

Solo la política fiscal puede mitigar la situación de deterioro del mercado de trabajo. Esta recuperación se hace imperativa para crear las condiciones políticas, sociales y económicas que permitan el debate y aprobación del impostergable pacto fiscal. Es por esta razón que sorprendió que se anunciara como un logro la reducción del déficit fiscal presupuestado para 2020, de 9.3% del PIB al 7.7%, y se convirtiera en una oportunidad perdida la posibilidad de utilizar esos recursos para un impulso fiscal desde fines de 2020, a través de diferentes opciones, y entonces proceder a desmontar gradualmente los programas de ayuda.

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