El incremento del crimen organizado, la delincuencia común, la incursión masiva de indocumentados y finalmente del virus del Covid-19 convertido en pandemia universal, han puesto a prueba la capacidad de soporte, acción y decisión a la Policía Nacional y a los organismos militares que conforman las Fuerzas Armadas del país.
Sin lugar a dudas, en muchas ocasiones sus actuaciones han sido excelentes, pero en otras no han podido hacer honor a su investidura para servir con eficacia a la patria antes que a intereses particulares y espurios. Esto ha marcado negativamente su imagen.
Ahora, que el país está asumiendo la nueva realidad y que el accionar de la vida y de las cosas ha tenido cambios repentinos, es tiempo de pensar y reconstruir una imagen nueva, que levante la moral de sus integrantes y fortalezca en ellos la credibilidad y fe de los ciudadanos, profundamente afectadas.
La Policía Nacional, El Ejército, Marina de Guerra y la Aviación, deben asumir que son parte de la burocracia estatal y contratar empresas especializadas que les ayuden a levantar su imagen en base a una nueva visión y partiendo de estrategias creíbles y sustentables en el tiempo.
El Policía y el soldado deben volver a ser los defensores y protectores de la cotidianidad ciudadana y de los intereses nacionales en condiciones dignas y con efectivas garantías de subsistencia ante la delicadeza y riesgo de su trabajo.
Tanto el ministro de Defensa, como los comandantes generales de los cuerpos armados y el director de la Policía Nacional, deben pensar como gerentes y hacer de sus instituciones modelos de ejercicio, respeto, formación y moral, para que el ciudadano vuelva poner en sus hombros la confianza perdida.
Nunca es tarde para levantarse y jamás lo imposible ha dominado al mundo. La fe, la esperanza y la buena voluntad de los gobernantes y gobernados, deben propiciar un país seguro, de convivencia armónica y de orgullos patrio, para nativos e invitados. ¡Estamos a tiempo!
