El país está inmerso en una serie de cambios en las estructuras de mando y de decisión destinados a mejorar la situación de los ciudadanos en términos sociales y políticos, por lo que los hombres y mujeres escogidos deben ser procurados, si es posible, con la linterna de Diógenes.

La Junta Central Electoral, la Cámara de Cuentas, así como instituciones contenciosas y el Defensor del Pueblo, deben ser cuidados de la contaminación partidaria, colocando en esos espacios a personas capaces, desprendidas de pasiones y que realmente amen el país por encina de cualquier interés.

Es tarea difícil para el legislador, que por lo general proviene de una parcela partidaria, pero la razón debe imponerse para evitar que el país siga por caminos oscuros, iluminados peligrosamente por la corrupción, el narcotráfico, la lenidad judicial y la falta de garantías jurídica y social.

Hay una parte importante de las nuevas generaciones, incluyendo a profesionales de gran valía, que están atentos a lo que se haga, para defender como se debe los intereses patrios y comenzar a proyectar al país como una nación de oportunidades, de anfitriones reales y de seres humanos que valoran a sus semejantes, sin distingo de credo.

Hay que hilar bien fino para que lobos disfrazados de ovejas no sigan asaltando la buena fe de los criollos y alcanzar posiciones desde las cuales solo persiguen brillar y mejorar su estatus económico. Estos suelen sacar las garras cuando llegan al objetivo perseguido.

República Dominicana tiene talentos sobrados, sin compromisos de partidos ni dependientes de grupos empresariales poderosos, quienes pueden ofrecer sus servicios a la patria desde cualquier posición en esos órganos, que los ciudadanos tendrán que lamentarlo luego.

El Consejo Nacional de la Magistratura, la JCE, la Cámara de Cuentas, el Defensor del Pueblo, las instancias judiciales de alzada y cualquier estructura, colegiada o no, debe pasar el cedazo de la conciencia, de la honestidad, la pulcritud social y, sobre todo, llenar el requisito de ser buen dominicano. Esperamos buen oído.

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