Probablemente la prensa sea el primer poder del Estado. Los demás sucumben ante ella. Esto no es formal, sino factual. Por eso el sector empresarial, los sectores de poder que tienen sus inversiones en todos los escenarios de la vida nacional y sojuzgan muchas veces al Poder Ejecutivo, tienen allí sus intereses, y son dueños de los grandes medios.

Así presionan, así crean la realidad. Así obtienen sus beneficios. Aquí no funciona la ética, los medios la condicionan. Y esto es a nivel global, o glocal, como escriben algunos, para incluir lo nacional.

Otro aspecto importante es la vigilancia, el siglo XXI es el siglo de la vigilancia, podemos decir, con Orwell, que el gran hermano nos vigila, aunque, en cierta forma, vigilantes y vigilados se vigilan mutuamente, pues los ciudadanos tenemos la forma de observar a quienes nos observan. Por eso nos llenan de informaciones, el exceso de información sin importancia, nos hace perder el tiempo de lo realmente importante. Como dice Miguel Wiñazki: “El término ‘vigilancia’ entonces, no adquiere solo una connotación negativa. Hay también una vigilancia cívica instituida como monitoreo democrático” (La posmoralidad, p. 101).

En el plano estrictamente local, en esto llevan la voz cantante los medios alternativos. Los canales de Youtube dan aire fresco. Aunque, como en todo, también allí muchos contenidos son pasajeros y triviales. Obviamente, cada forma, la trivial y la contestataria, tienen su público objetivo y ambas, a su manera, contribuyen a formar opiniones sobre temas diversos. La ciudadanía no es solo la política. Otros temas, o todos los temas, también son importantes. Pero en el campo de las decisiones políticas, que influyen en todos los demás niveles de la vida nacional, son necesarios los contestatarios, los que van contracorriente, los que miran la quinta pata del gato, los que cuestionan el manejo de los recursos públicos y a los que financian a los políticos del patio. Por eso la pelea está en los medios. Por eso los medios hacen cambiar políticas, quitar ministerios, empujar proyectos, modificar agendas, y agrandar y llenar los bolsillos de la oligarquía nacional.

En cierta forma, la prensa es el primer poder del Estado. O, para ponerlo más completo, los medios de comunicación, tanto tradicionales como alternativos. Aquí no solo se buscan “primeras planas y editoriales”, también tendencias. Todos tienen sus “bots”, tanto para crear opiniones a favor, como contrarias.

Y, junto a “los medios de comunicación”, la justicia es el otro escenario de los pleitos políticos. Es la otra forma de invalidar contrarios. Por eso el poder político siempre quiere tener influencias en la justicia. A veces de forma abierta, otras más delicadas e indirectas. La justicia penal es, sin dudas, una de las mejores armas para destruir a una persona con aspiraciones políticas. Si no tiene un carácter firme, para defenderse con dignidad y estoicismo, el proceso lo acaba.

Claro, no solo con los medios y la justicia se gana, pero se llega cerca, muy cerca, “piquerita”, decíamos de niños. Si los medios de comunicación son el primer poder del Estado, la justicia sería el segundo.
(Recupero, por obvia situación, este artículo de septiembre del 2022).

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