“No sirven para nada”; “jamás confiar en ellos”; “mejor nunca llamarlos”… Éstas y otras tantas expresiones son repetidas a diario por una gran parte de nuestra población al referirse a un grupo de hombres y mujeres que desempeñan un rol de suma importancia para todos los que vivimos en este país. Este grupo social trabaja 24 horas y los 365 días del año, sin importar lluvia, sol, calor y, mientras descansamos, en los feriados y fines de semana, es cuando más responsabilidades les son asignadas. Durante estos largos meses de crisis sanitaria han trabajado arduamente corriendo altos riesgos de vida, ya que son muchos los que se revelan y les irrespetan. Es fácil emitir juicios generalizados y conductas hostiles si no te colocas en sus zapatos. Quiero hoy invitarles a una reflexión acerca de nuestros policías, a quienes se les asigna el orden público en una sociedad, donde si necesitamos algo que aprender, es esto. Me refiero a nuestros policías, quienes igual que tú, tienen derecho a ser considerados y, que si bien es cierto, dentro de la institución existen muchos que actúan de forma indebida, son los menos entre miles y miles de hombres y mujeres honorables, comprometidos en la ejecución de un trabajo para el cual es indispensable tener una verdadera vocación de servicio y sumisión. Aprovechemos esta crisis para hacer cambios positivos en nuestro interior sobre lo que expresamos dañando a los demás, en especial, lo emitido a estos hombres y mujeres de valor. Tienen padre, madre, esposas, hijos, famila… ¡por favor!, no hagas que sus hijos especialmente se tengan que sentir menos y con baja estima, cuando contrariamente deben mirar con frente en alto y estar honrados de ser hijos de un policía o una policía. Ayúdemos.

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