El papa Francisco ha enriquecido la enseñanza social de la Iglesia. Sin dudas, es el líder mundial más respetado. Es una mezcla de guía espiritual, sencillez, profundidad en los temas que trata, responsabilidad y promotor de la fraternidad. Por ello, hay que escucharlo con atención.
Entre las grandes virtudes de su Santidad, está que cuando envía mensajes a un sector, sus palabras pueden ser adaptadas a gran parte de la sociedad. Es como si por igual nos hablara a nosotros, como si nos susurrara al oído: “Eso también lo dije pensando ti, no te hagas el inocente”.

Recientemente, en la Basílica de San Pedro, pidió a los nuevos sacerdotes que ordenaba que se apartaran de la vanidad, del orgullo, del dinero, porque el diablo entra por los bolsillos.
Además los instó a ser pobres que aman a los pobres y a no pensar en el sacerdocio como una carrera eclesiástica.

Me encantó cuando sentenció: “Esto no es una carrera, es un servicio”. Aconsejó a los sacerdotes a no convertirse en funcionarios, porque cuando el sacerdote pasa a ser el empresario, sea de la parroquia, sea del colegio, pierde esa cercanía al pueblo para acabar de convertirse en “empresario, sacerdote empresario, no servidor”, cuando los sacerdotes “son pastores”.

Estas palabras parecen adicionalmente dirigidas a nuestra clase política. Le van como anillo al dedo y me incluyo. Aquí parafraseo al papa Francisco: los políticos deben apartarse de la vanidad, del orgullo, del dinero, porque el diablo entra por los bolsillos. Los políticos deben amar a los pobres. El político no debe convertirse en empresario en sus funciones públicas, porque cuando este político pasa a ser empresario, pierde esa cercanía con el pueblo para acabar de convertirse en empresario, político empresario, no servidor.

Termino resaltando la palabra servicio, a la que se refirió el obispo de Roma. ¿Cuál es el político que prefiero? El término “servicio” debe estar tatuado en su sien y en su alma. Creo en el político que en su niñez o juventud ha participado en grupos de apoyo a la comunidad, clubes deportivos, voluntariados, espacios culturales o de formación académica.

El político que llega a un cargo público sin esa base reprueba el examen y lo sufrirá la ciudadanía. Nadie aprende a servirle al otro de la noche a la mañana y tampoco esa materia se estudia o se compra en cualquier esquina. “Servirle al prójimo” es un estilo de vida que nace y se desarrolla temprano en nuestras conciencias y corazones y debe ser alimentado con frecuencia para que no se debilite o incluso desaparezca.

Esperemos la próxima entrega del papa Francisco, que de seguro en alguna parte tendrá relación con nosotros.

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