En Miss Universo eligen la mujer más hermosa del mundo. ¡Qué osadía! Para determinar si un lanzador de béisbol es bueno, observamos su promedio; para saber quién ha sido gran ajedrecista, valoramos los campeonatos ganados; para resaltar un buen economista, recurrimos a los Premio Nobel. Entonces: ¿qué parámetros tomamos en cuenta para decidir cuál es la dama más hermosa de la tierra?

La belleza física se define partiendo de la cultura de los pueblos. Los criterios para establecer lo que es hermoso o feo son muy diversos. Por ejemplo, en China hubo una época donde una doncella encantaba cuando tenía los pies pequeños; por ello, desde temprana edad, se les vendaban para que no crecieran.

En los pueblos indígenas de América se admiraba a la mujer fuerte, áspera, con energía en el trabajo. En Mauritania a las niñas se les alimentaba con grasas para que fueran preciosamente obesas.

Hace unas noches, por casualidad, observaba la parte final del concurso Miss Universo. Uno de los contertulios preguntó mi opinión sobre el certamen. Le respondí: basta mirar uno para saber cómo son los demás, pues todos, en esencia, son iguales.
Las aspirantes al trono son delgadas. (Una de mis tías se quejaba porque cuando era flaca gustaban las gorditas y ahora que es rechoncha están de moda las esqueléticas). Inician con un desfile, donde las damitas caminan como culebras, meneando muchísimo los brazos y las piernas, generalmente con una mueca en vez de sonrisa.

En las presentaciones, afirman que hablan inglés y francés, que aman la lectura de autores que desconocen, que de triunfar trabajarán incansablemente en favor de la niñez desvalida y de los ancianos desamparados, que están felices de participar junto a tantas chicas bellas. El evento termina de madrugada, cuando eligen la reina, la cual se tapa la boca con las dos manos en señal de asombro y llora de alegría ante la mirada envidiosa de algunas.

Yo reflexiono, convencido hasta el tuétano, que la belleza sin nobleza es fealdad; la belleza sin honestidad es tierra que se agrieta con facilidad; la belleza sin talento empalaga; la belleza sin gracia es maniquí; la belleza sin humanismo es corazón sin latidos.

De igual modo, la belleza cosmética es humo que se va con una simple brisa; la belleza que se vende es efímera; la belleza que se compra es nube pasajera; la belleza que no inspira confianza provoca miedo.

Solo perdura y resplandece la belleza que mantiene limpia nuestra conciencia y nos motiva a actuar con responsabilidad, valorando nuestra dignidad y la del prójimo. Lo demás es disfraz. Y para usted, querido lector: ¿qué es la belleza?

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