Iniciamos este seriado cuestionando cómo el enfoque de las políticas públicas para la mujer tiende a ser desviado hacia otros temas. Interrogábamos: “¿Por qué no se ha aprobado el Proyecto de Ley que crea el Sistema Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, de autoría del senador reelecto Félix Bautista? ¿Por qué no se han aprobado las tres causales, si el anterior Poder Ejecutivo se ufanó de apoyarlas, contaba con una legislatura morada, el apoyo de diversos sectores de la sociedad civil y hasta externos? ¿Por qué no se han inaugurado Casas de Acogida que llevan años en construcción? ¿Dónde está el Observatorio de Violencia y Discriminación contra la Mujer?”

Todavía no se ha colocado el primer block para construir este importantísimo Observatorio, que hasta ahora está compuesto de algunos párrafos dentro del Proyecto de Ley para Erradicar la Violencia. Este Proyecto no ha sido aprobado, porque cimenta los derechos de la mujer en base al sexo, contrario a determinados sectores que sostienen que deben basarse en una supuesta ‘identidad de género’. ¿Dónde está el apoyo hacia las mujeres que se beneficiarían de la implementación de estas políticas públicas, especialmente aquellas que viven en condiciones de precariedad? En este tema, ¿quién apoya a quién?

Decidí conversar con varias mujeres y preguntarles: ¿qué políticas públicas quisieran ver ejecutadas para beneficiar a las mujeres?
Gisela, ingeniera en sistemas, expresa: “Pensando en mis ocho sobrinas, yo quisiera un plan sobre la educación sexual de niñas y niños. No estoy de acuerdo con repartir condones, pero tampoco estoy en contra de hablarles sobre sexo. Y quisiera más representación de mujeres preparadas en las altas instancias, en posiciones de peso. ¿Cuántas ministras ha designado este gobierno?”. María trabaja en una tienda departamental y dice: “Se necesita más apoyo contra la violencia doméstica. Yo lo viví en carne propia. El gobierno debe promover más medidas y más centros de refugios para las mujeres que sufren violencia doméstica, y ayudarlas para que hablen sobre ese tema, porque yo sé lo difícil que es eso”.

Naika, conserje en una institución del Estado, comenta: “Se están prostituyendo muchas niñas. Algunas de ellas las meten en drogas, con la hooka, el alcohol, y las agarran por ahí. En el barrio hay demasiadas muchachitas que se están prostituyendo y eso hay que acabarlo”.

Yari trabaja cuidando una señora discapacitada, tiene 20 años, está embarazada de mellizas y argumenta: “Deben orientarse más a las jóvenes de 15 a 21 años, porque cuando yo voy a la maternidad, les pregunto y casi todas las embarazadas son de esa edad. Casi nunca veo embarazadas mayores de 25 años. Ojalá que el gobierno haga algo para que las mujeres no tengan hijos tan temprano”.

Juliana, una maestra, expresa: “Yo quisiera ver políticas para las ancianas. Es como si después que una mujer tiene 70 años, debiera sentarse en una mecedora a esperar que le llegue la muerte. Pudieran diseñarse propuestas para garantizarles el derecho a oportunidades culturales, formativas y recreativas, porque casi no tienen ninguna. Sería importante además que puedan contar con visitas médicas en sus casas, tanto cuando estén sanas, como para el seguimiento ante determinadas enfermedades”.

Ninguna de estas mujeres es activista ni burócratas ni arma revuelo en las redes sociales, pero todas se apasionaron al hablar sobre sus prioridades. Ninguna mencionó la palabra ‘género’.
Tampoco mencionaron la palabra ‘feminismo’… Hablaron de ancianas, de sobrinas, de embarazadas y de refugios para mujeres. Evidentemente, aquí hay una brecha y yo la quiero explorar. Creo que encontré quien me esclarezca este punto.

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