A nadie le agrada que le acusen de ser malo, aunque sus acciones y omisiones, su trato hacia los demás y ciertas características de su personalidad no dejen lugar a dudas sobre su ausencia de bondad.
Nos gusta que nos vean y nos crean buenos, pero sin titubear calificamos a otros de malvados, indolentes, egoístas y demás.
Pasa lo mismo con las malas acciones, las criticamos en otros, pero somos incapaces de reconocer y corregir las nuestras.

Vemos la paja en el ojo ajeno, pero no sentimos la viga en el nuestro. Nos hemos acostumbrado tanto a nuestras fallas y errores qué con el tiempo hemos llegado a pensar, que si alguien nos cuestiona, ellos son los equivocados.

De la misma manera observamos todo a nuestro alrededor y cuando se comete algún acto de injusticia, abuso o arbitrariedad, si no nos afecta a nosotros o a nuestros seres queridos o intereses, volteamos la cara, indiferentes, como mucho, expresamos una crítica, pero no hacemos nada para tratar de que dicha acción no se repita.

Sin embargo, cuando nosotros, nuestros seres queridos o nuestros intereses se ven afectados por una acción similar, esperamos la solidaridad que en su momento no tuvimos para otros.

Todos tenemos reclamos, todos esperamos que las cosas cambien, todos, lo expresemos o no, tenemos la aspiración de un mundo mejor, pero cuando nos preguntan qué podríamos a hacer para lograrlo, notamos que es poco lo que estaríamos dispuestos a sacrificar o a arriesgar para alcanzar este objetivo.

No lograremos nada, mientras no entendamos que cada uno, desde cualquiera que sea su situación o condición, tiene en sus manos las herramientas para el gran cambio que deseamos, pero en el cual no nos decidimos a trabajar.

Mientras no dejemos de ser simples espectadores y asumamos nuestro rol y responsabilidades seguiremos esperando.

Son muchas las acciones y actitudes deplorables de las que somos objeto y de las que a su vez hacemos víctimas a otros.

Queremos ser bien tratados, pero maltratamos a las personas gran facilidad y frecuencia y sin ningún remordimiento.

Si queremos comenzar por algo, sería ser más empáticos.
Ponerse siempre en el lugar de los demás, no hacer a otros lo que no queremos que nos hagan.

Reconocer el derecho de nuestros semejantes a gozar de las mismas oportunidades que aspiramos para nosotros, sería el inicio de los cambios que esperamos.

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